En la secuela de Alfa del Valle, la guerra entre lobos y vampiros recrudece, convirtiéndose en todo un desafío para que Mael y Risa estén juntos, y su sueño construir un hogar y formar una familia. Pero un peligro acecha desde la fortaleza de los vampiros en el norte. Un peligro que ignoran, y que bien podría frustrar todos sus sueños y esperanzas, precipitando sus vidas en un abismo del que es casi imposible escapar. Porque si hay algo que la reina de los vampiros no tolera es la derrota. Los lobos se han atrevido a desafiarla, usurpándole territorios y frustrando todos sus intentos de recuperarlos. Y el principal culpable es ese Alfa joven y temerario. Por eso, la reina de los vampiros decide darle una lección que no olvidará jamás.
Leer másEl fin no es éste, por supuesto, pero ya falta poco, porque nos queda un libro más de Risa y Mael.Aunque antes de hablar de eso, quiero decirles por enésima vez GRACIAS!Fueron meses difíciles, con mucho dolor que no me permitía pararme, sentarme, caminar, descansar. Durante más de un mes tenía una única posición, de costado en la cama, en la que la cadera no me hacía ver las estrellas.Y una de las motivaciones más importantes para superar la lesión eran ustedes, siguiendo la historia día a día, pidiendo más. Fue una de las cosas que me hizo decir "BASTA", y mandar a mi cadera a hacer gárgaras. Y se ve que mi cadera entendió que se le habían terminado los 5 minutos de fama, porque empecé a recuperarme. Por eso: ¡GRACIAS!Y ni qué decir del brusco giro en la historia, que lo aguantaron como las lobas de raza que son, aceptando el violento cambio de tono sin mandarme al diablo ♥***Notas de la historia en sí, para que se rían conmigo.*¿Quieren saber con cuánta anticipación planeo mi
Caí al suelo de piedra, golpeándome la cabeza con algún mueble, y me sobrepuse a mi aturdimiento para gatear apresurada hasta donde dejara mi vestido. En la cama, Mael se había erguido para estrechar a Olena en sus brazos, moviéndose más y más rápido.Ignoraba qué acababa de ocurrir, pero no permitiría que nada ni nadie frustrara mis planes. Revolví el vestido para sacar la navaja al mismo tiempo que Olena gemía de placer. Me incorporé de un salto y lo que vi me paralizó donde estaba, los ojos muy abiertos de sorpresa.Porque cuando Olena intentó beber del hombro de Mael, él la aferró por el cuello y la arrancó de su ingle como si fuera una muñeca. Ella le clavó las uñas en las manos que apretaban su garganta, luego le araño los brazos, luego intentó herir sus ojos, boqueando y revolviéndose desesperada, los ojos desorbitados, como un pez fuera del agua.Mi reacción instintiva fue intervenir para defenderlo, pero me contuve, aferrando la hoja con fuerza para que no resbalara entre mis
Me deslicé de puntillas fuera de la alcoba de Eldric, y me permití una sonrisa satisfecha al ver que las rubias de Olena no estaban allí. Las amazonas aún custodiaban las puertas en el corredor, pero no importaba.A mis espaldas, Eldric seguía roncando como si nada.Mejor. Que no muriera tan rápido. Ojalá le causara vómitos, cólicos y sangrado intestinal. Se los había ganado con creces. Pensándolo bien, mejor si moría sin alboroto mientras dormía. No fuera cosa que alguien lo escuchara y se asomara a ver qué ocurría. Era una posibilidad, con todo el castillo en ascuas tras la repentina muerte de Kantor.Crucé la sala de estar sin ruido, desnuda como me dejara Eldric, mi vestido hecho un confuso montón entre mis manos. La descripción de Luva me permitió hallar sin dificultad la entrada al pasadizo en la esquina opuesta de la sala. Sólo precisé presionarla para que se abriera con un chasquido apenas audible.Mis ojos de demonio, nunca antes tan útiles, comprobaron que Luva ya había estad
Eldric regresó de un humor de mil demonios, de modo que Olena me envió de regreso a mi habitación.—Yo me encargaré de calmarlo para ti —me dijo con un guiño cómplice—. Procura verte más bonita que nunca antes.No se lo hice repetir y me largué apresurada. A mis espaldas, Eldric clamaba asesinato y traición. Tenía razón con lo de asesinato. ¿Traición? Eso dependía del punto de vista. Y desde el mío, no había traicionado a nadie al matarlo. Más bien al contrario.—¡Mael! —llamé con mi mente tan pronto estuve en mi habitación.Nada.Resoplé exasperada. No era el momento de cerrarse. No a mí.—¡Alfa! —restallé.—Ri… sa…—Sí, mi señor, soy yo.—¿Don… de…?Contuve un grito de pura alegría, porque me había respondido sin que precisara abusar de la voz de mando.—Esta noche iré a verte, mi señor —respondí revolviendo mis vestidos en busca del más provocativo que tuviera—. Y nos largaremos de aquí.
Lo primero que hice fue prepararme un baño, obedeciendo a una urgente necesidad de fregarme y lavarme, porque nunca antes me había sentido tan sucia. Ni siquiera Lars y su hijo me habían resultado tan nauseabundos.—Necesito más ricina —fue lo primero que le dije a Luva cuando tuve oportunidad de hablarle a solas, en susurros como siempre.—Ya. ¿Planeas envenenar a todo el castillo? —bromeó meneando la cabeza divertida.—Sólo uno más.—Y no perderé tiempo preguntando quién. Precisaré dos o tres días.—Cuanto antes mejor —mascullé desviando la vista hacia afuera, el chal tan cerrado sobre mi pecho que me apretaba la garganta.Una amazona trajo a Mael por la tarde. Su expresión al enfrentarme cuando quedamos solos dolió como una puñalada en el pecho. Su mente volvía a despertar gracias a Olena, y no tenía la plata para distorsionar lo que ocurría.Me miró a los ojos como si no me conociera y pasó a mi lado evitando siquiera rozarme para
Tan pronto la hija de Kantor se perdió entre las estanterías para ir a hacer su experimento, dejándome sola, intercambié un frasquito de tónico por el que traía.Me cercioraba que no se notara la diferencia cuando la escuché regresar. La enfrenté alzando un poco las cejas. Su expresión bastó para anticiparme el resultado antes que me mostrara el tubo con líquido verde.—¿Cómo es posible? —inquirió sin ocultar su frustración.—Tal vez sea mi sangre sucia —tercié, y me sorprendí de que mi voz no temblara y hasta sonara normal. Fría, pero normal.—Debe ser eso —masculló, sacudiendo el tubo ceñuda.—¿Puedo ayudarte en algo más, mi señora?Me lanzó una mirada fulgurante y meneó la cabeza. Me incliné en una breve reverencia, di
Último capítulo