VALENTINA
El sol apenas se filtraba entre las cortinas de mi departamento, una luz tenue que no lograba disipar el peso de la noche anterior. El rostro del desconocido seguía rondando en mi mente. Las palabras de ese hombre resonaban en mis oídos, como un eco persistente: “No escaparás tan fácil”. Mi corazón latía de forma irregular, como si intentara deshacerse de la ansiedad que me ahogaba desde que se había ido. La amenaza era clara, pero lo que más me perturbaba era lo que representaba. El pasado, ese maldito pasado que parecía tener garras invisibles, me alcanzaba una vez más.
No me había dado cuenta de lo frágil que era hasta ese momento, cuando todo parecía tambalear bajo mis pies. Estaba acostumbrada