LA DAMA DE COMPAÑÍA DEL CEO RUSO

LA DAMA DE COMPAÑÍA DEL CEO RUSO ES

Romance
Última actualización: 2025-06-06
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La Dama de Compañía del Ruso Ciara Emilia Doyle Bustamante, la hija rebelde del magnate farmacéutico Liam Doyle, siempre soñó con ser modelo. Sin embargo, su cuerpo no se ajusta a los estrictos estándares de las pasarelas y su padre jamás aprobaría tal camino. Decidida a alcanzar su sueño, toma un riesgo peligroso: vender su virginidad para financiar los retoques estéticos necesarios. Aconsejada por su amiga y su representante, Emilia firma un contrato de sumisión sin leer en detalle las cláusulas ocultas impuestas por el misterioso y dominante millonario ruso Alec Smirnov. En su juventud e inocencia, cree que esas condiciones no son relevantes. Lo que realmente necesita es huir del destino que su padre le ha trazado. Años después, Emilia se convierte en la modelo más cotizada y, convencida de que su pasado ha quedado atrás, decide retirarse. Pero Alec Smirnov reaparece tras una década de silencio, reclamando lo que, según el contrato, aún le pertenece. Ahora, Emilia enfrenta una decisión imposible: 1. Casarse con el CEO ruso por dos años y convertirse en su dama de compañía, sometiéndose a todas sus exigencias. 2. Negarse y perder todo lo que ha construido, enfrentando una ruina total. La deuda millonaria con intereses acumulados es impagable. ¿Por qué Alec esperó tanto tiempo? ¿Es venganza, deseo o algo más profundo? En este peligroso juego de amor y odio, las emociones serán su mayor arma… o su perdición. Su reencuentro será el principio del caos.

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Capítulo 1

1. Un plan

POV. Ciara Emilia Doyle Bustamante.

Después de diez años inmersa en el mundo del modelaje y el ajetreo del espectáculo. De ser una figura pública…

De lucir impecable desde el amanecer hasta el anochecer.

De vivir bajo el escrutinio de una cámara, madrugando más de lo que muchos imaginarían.

Sacrificando cada antojo por mantener mi figura siempre estilizada…

Por fin pude decirle adiós a ese mundo, del que solo guardo bellos momentos mezclados con un profundo agradecimiento…

Pero también el sabor amargo de la soledad , aquella que se esconde entre luces brillantes y flashes de cámaras.

Son las 10:00 de la mañana. Sigo en la cama, envuelta en mis sábanas de seda, con la mente navegando entre pensamientos y posibilidades.

Es momento de dar vida a mi siguiente sueño: lanzar mi propia línea de maquillaje natural.

Es un proyecto en el que trabajo junto a mi hermano menor, un químico talentoso especializado en cosmética.

Fui desterrada de mi familia por desafiar las reglas de mi padre… por no seguir el camino que tenía trazado para mí.

Por sumergirme en el mundo del modelaje.

Años de silencio nos separaron, hasta que, por un giro inesperado del destino, me reencontré con Darius en una pasarela. La relación con el resto de mi familia sigue siendo inexistente.

Realmente no quiero tener alguna. No quiero volver a ser presa del tirano.

Fue allí donde nació esta idea, un plan que hemos trabajado y estructurado durante los últimos años.

Papá aún no lo sabe. Mis otros dos hermanos tampoco. Para ellos, sigo siendo la oveja negra, la deshonra que empañó el honor familiar del gran magnate de las industrias químico-farmacéuticas de Irlanda.

La perra que desafío sus reglas… Que se reveló… La hija que enterró… y desconoce ante el resto del mundo.

Mi hermano mayor, Macías, con su desprecio y su arrogancia, me llama prepago. Por no decir puta.

Para ellos, el hecho de escapar de sus garras y no casarme con el hombre más bien con el pervertido al cual me vendieron, y dedicarme a desfilar en una pasarela, es sinónimo de promiscuidad, sexo y drogas.

La verdad es que, a lo largo de mi carrera, solo salí unas cuantas veces con ciertos hombres. Pero nunca pasó nada. Como si tuviera una enfermedad contagiosa, terminaban alejándose de mí sin decir nada.

Después de esos desplantes, me enfoqué de lleno en mi carrera. En tocar la cima y ser la numero uno. No había tiempo para estúpidos celosos o melosos.

La única vez que tuve intimidad… fue cuando vendí mi virginidad.

No me arrepiento.

Lo que soy hoy, lo que construí con mis propias manos, se lo debo a esa transacción.

Porque, por más crudo que suene, eso fue: un intercambio. Mi primera vez a cambio del dinero que necesitaba para cumplir con los estándares del modelaje y adquirir mi libertad.

Solo unos retoques fueron suficientes para encajar.

Una nariz más estilizada.

Un par de costillas menos para afinar mi cintura, hacer que mis curvas se vieran más pronunciadas.

Chantal, mi exrepresentante y madre de Pamela, mi mejor y única amiga, fue quien me ayudó con ello.

Ella se encargó de subastar mi virginidad en línea.

Eso es algo más común de lo que muchos piensan.

Yo tenía un sueño y un producto que ofrecer.

Solo pedí que fuera alguien joven y guapo. No quería quedar traumada para el resto de mi vida.

Aunque, pensándolo bien, creo que sí quedé.

Flashback

Ingreso al edificio de la academia de modelaje de Chantal, con el corazón golpeando con fuerza en mi interior. Ella me pidió que viniera lo antes posible; ya tiene al comprador para mi virginidad.

No me dio más detalles por teléfono, y eso es lo que me consume.

"¿Quién será él?" Los nervios empiezan a instalarse en mi cuerpo, y mis manos tiemblan de manera casi imperceptible, como si intentaran esconder el pánico bajo la piel. Pero es inútil. Parezco una gelatina a punto de derretirse.

—Buenas tardes, Chantal me está esperando —digo a la secretaria, intentando que mi voz suene firme, aunque siento que me ahogo en mis propias palabras.

—Por favor, sigue —me responde, señalando la puerta. Sus palabras son directas, casi frías, como si no se tratara de algo tan trascendental—. Te están esperando.

Toco la puerta, el sonido del golpe me retumba en los oídos.

—Adelante —escucho la voz emotiva de mi amiga.

Cruzo el umbral, mis pasos más pesados de lo que deberían, mi sonrisa forzada a tal punto que me duele la mandíbula. Aprieto el bolso entre mis dedos, como si pudiera infundirme el valor que amenaza con escaparse.

Chantal está sentada detrás de su escritorio. Al escuchar mis pasos, levanta la vista de los documentos y me regala una sonrisa amable, casi demasiado perfecta.

Pamela está de pie junto a ella, observándome con una mezcla de cariño y admiración, como si fuera su ídolo, aunque yo sé que no es así.

—¡Amiga, qué emoción! —exclama, lanzándose hacia mí en un abrazo efusivo. Su voz está llena de entusiasmo, y el sonido de su risa me sacude—. ¡Un millón de dólares! ¡Es la transacción más alta que se ha hecho!

Se aparta ligeramente, sus ojos brillan de asombro mientras me observa, como si estuviera viendo algo fuera de este mundo, una fascinación teñida de envidia.

—Si hubiera sabido que esa telita valía tanto, no se la habría dado al primer pendejo que me calentó el oído.

Una risa nerviosa escapa de mi boca, casi incontrolable, mientras mis ojos se abren con incredulidad.

—¿Eso es cierto? —pregunto, dejando caer mi cuerpo en la silla, como si me pesara el mundo entero.

Chantal, con la calma que la caracteriza, asiente y no pierde su pose de tranquilidad.

—Sí, querida. Eres muy afortunada. Las fotos de tu cuerpo fueron... muy llamativas.

Mis ojos se elevan, y la inquietud me invade. Habíamos acordado que mi rostro no aparecería en ninguna imagen, pero ahora, con esas palabras, el miedo me atrapa.

"¿En qué punto se me escaparon detalles?"

—No te preocupes, tu rostro no se ve. Solo el comprador podrá verte, pero no tiene permitido tomar fotos. Esto quedará entre ustedes. Algo íntimo y privado.

Un suspiro escapa de mis labios, aliviada por sus palabras, aunque no logro tranquilizarme del todo.

—Gracias —murmuro, intentando recuperar el control de mi respiración.

—Él también pidió lo mismo: confidencialidad absoluta. No podrás mencionar su nombre jamás.

Encojo los hombros. "Eso es algo que no haría nunca… jamás".

—Solo me interesa que me pagu£ y que no me vaya a viølar. Mientras cumpla con lo pactado, no hay problema —respondo, con una seguridad que no siento del todo.

Su dinero es solo el primer paso para alcanzar los sueños que siempre he querido… la libertad que tanto ansío.

Chantal, sin perder su sonrisa, me extiende una carpeta, un gesto que aumenta la tensión en mis venas.

—Él quiere asegurarse de que su identidad se mantenga en secreto, así que nos envió este contrato de confidencialidad. Está en ruso. Mi traductora lo revisó y dijo que todo está en orden, pero me gustaría que lo leyeras también.

Tomo la carpeta, el peso de sus palabras incrementando la presión en mi cuerpo.

Gracias a mi educación, manejo varios idiomas, incluido el ruso, pero leer esas letras frías ahora, me hace dudar por un instante.

"Emilia, no te puedes echar para atrás… ¿O acaso deseas ser el objeto del hombre que tu padre escoja para ti?" reclama mi conciencia.

"Sabes que no lo deseo… y si tengo que venderle mi alma al diablo para cambiar mi destino, lo haré", me respondo con firmeza.

Las primeras páginas parecen en orden: un contrato comercial, compra y venta.

Leandro Smirnov. Solo exige absoluta confidencialidad, con una penalización que, de incumplirse, me costaría una suma que no podría pagar ni en cien vidas.

Echo un vistazo rápido a las demás cláusulas. Son extensas, pero las ignoro, casi por instinto.

Entonces, algo al final, cerca de nuestros nombres para firmar, llama mi atención, lo que me hace detenerme por completo.

Doscientos mil dólares extra por cada día que pase con él.

Mis ojos recorren las letras una y otra vez, tratando de procesarlas, de entender lo que eso significa.

—¿Qué es esto? ¿Cuánto tiempo estará dispuesto a pagar por mi compañía? —susurro, mi voz temblando sin querer.

Levanto la vista, y veo a Chantal observándome con atención, como si ya supiera lo que estoy pensando, esperando una reacción.

—¿Hay algo que no te guste?

—Me está ofreciendo doscientos mil dólares adicionales por cada día que esté a su lado —respondo, mi tono más firme ahora.

Chantal no parece inmutarse, su voz sigue siendo suave, como si todo fuera parte del trámite, algo banal.

—Él quiere que el encuentro se lleve a cabo en los Alpes franceses.

Un escalofrío recorre mi espalda, helando mi sangre. Mi mente comienza a visualizar ese lugar remoto, cubierto de nieve, aunque también hay zonas soleadas.

Pero al final lejanas, solitarias… misteriosas. Me imagino con un hombre que no conozco. Con el cual estoy haciendo una transacción arriesgada y peligrosa.

Pamela, que ha estado en silencio hasta ahora, interviene de inmediato, como si hubiese leído mi mente.

—Amiga, no te preocupes. Mamá y yo iremos contigo. Estaremos en una cabaña cercana. Fue una de las condiciones que se establecieron.

Sus palabras me alivian como un bálsamo, disipan el terror que se había instalado en mis entrañas. Sonrío, agradecida.

—Gracias —susurro, abrazándola con fuerza, agradeciendo el consuelo que solo ella puede darme.

Chantal, sin perder su usual calma, me extiende una tarjeta de crédito con una sonrisa de satisfacción.

—Aquí tienes esto para que compres lencería sexy. En cuanto a la negociación, el setenta por ciento, menos impuestos, es tuyo. El resto es para gastos de representación, como acordamos.

Asiento, sin encontrar más palabras. Mi mente está llena de preguntas, pero ya no puedo más. Tomo la tarjeta… ahora sé que no hay marcha atrás.

Le doy un abrazo y un beso a Chantal, más por cortesía que por otra cosa.

—Partimos el próximo lunes por la noche. Espero que tengas todo listo.

—Es perfecto. El jueves salgo para Italia a ver las supuestas instalaciones de la universidad donde estudiaré biología, una decisión del dictador. Ese es el deseo de mi padre, pero no el mío —digo, el resentimiento y la nostalgia invadiendo mi voz.

No me ha dejado otra opción. No estoy dispuesta a vivir mi vida siendo lo que él quiere.

—Te acompaño. Vi un lugar con todo lo que necesitas —dice Pam, tomando su bolso con determinación.

Antes de responder, observo mi reloj y muerdo mi labio.

"¡Diosito, échame la mano otra vez, que papá no se dé cuenta de que no estoy en el colegio, o será mi fin!"

Respiro profundo. Estoy tan cerca, y no me detendré…

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