85. Epílogo III. Los italianos.
Narrador Omnipresente.
La quijada de Luisiana casi se desploma al suelo cuando ve entrar a Damiano junto con su prima Vitto.
“¿Por qué ellos están aquí? ¿Quién los invitó?” La pregunta martillea en su cabeza mientras siente un frío recorrerle la espalda.
La respuesta llega pronto… su tío Ahmed, el Rey de Catar, se pone de pie para recibirlos.
—Muchas gracias por haber aceptado mi invitación —dice con una sonrisa pícara, lanzando una mirada cómplice hacia sus sobrinas traviesas.
Alec, en cambio, no logra ocultar su incomodidad. Su nuez de Adán sube y baja con violencia, la vena de su sien late con furia y sus manos se crispan alrededor del vaso que sostiene entre los dedos.
El aire parece sofocarlo, pero él es un excelente anfitrión y no sería la primera vez que comparte la mesa con personas que no le agradan. Aunque sabe que esta vez es diferente.
Emilia sonríe. Por dentro, una chispa de alivio y perverso regocijo le recorre el pecho. Aunque no lo diga en voz alta, cualquier hombre qu