Mundo de ficçãoIniciar sessãoKristin creyó haber encontrado el amor verdadero cuando conoció a Noah, amable y atento, pero su mundo se derrumbó cuando él desapareció sin explicaciones, pero días después, Kristin lo vio en televisión bajo su verdadero nombre, Henry Schneider, anunciando su compromiso con otra mujer, embarazada y con el corazón roto, empezó una nueva vida en Alemania, donde abrió un pequeño restaurante y cría sola a su hijo. Tres años después, Henry reaparece inesperadamente, aún enamorado y decidido a contar la verdad, mientras Kristin solo desea olvidar al hombre que la engañó y abandonó.
Ler mais—¡Kristin, Kristin! —la voz preocupada de Hannah, la amiga de la infancia de Kristin se escuchó a lo lejos.
Kristin estaba arrodillada en el suelo, con el teléfono aun temblando entre sus manos, sus ojos se llenaron de lágrimas hasta desbordarse por sus mejillas.
—Él… él me engañó, Hannah… —murmuró con un sollozo quebrado— Todo fue una mentira... todo … —Se cubrió el rostro— Ni siquiera se llamaba Noah... ¡Ni siquiera su nombre era real!
Hannah entristecida la abrazo, mientras mirabas feroz observaba la televisión, el titular brillaba como una cuchillada para su querida amiga.
“El joven CEO Henry Schneider anuncia su compromiso con Ayla Hofmann.”
La imagen del supuesto “Noah” aparecía sonriente, elegante, con Ayla tomada de su brazo.
—Ese desgraciado… —susurró Hannah con rabia e indignación—No puedo creerlo...¿Así que todo este tiempo fingió estar enamorado de ti mientras preparaba su compromiso con otra mujer?
Kristin apretó los labios, temblando —Dijo que me amaba… —su voz se rompió— Me miraba como si fuera lo más importante de su mundo… ¿Cómo pudo desaparecer así? ¿Cómo pudo besarme, abrazarme, prometerme un futuro… y luego…? —Las lágrimas corrieron sin control.— ¡¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué?! —gritó enfurecida, se sentía traicionada, fue cruelmente engañada por el hombre que amaba.
Hannah la abrazó fuerte y dijo —Noah… o Henry… quien sea, es un cobarde—dijo con voz firme— Pero tú no estás sola, Kristin, tu abuela y yo estamos aquí para ti.
Kristin, con los ojos llenos de furia y dolor, observo fijamente la imagen de Henry en la televisión, aún no podía creerlo. Aquel rostro que ahora sonreía frente a las cámaras, orgulloso de su compromiso con otra mujer, era el mismo que ella había amado con todo su corazón que ahora esta hecho añicos, palpitaba con una mezcla de rabia y arrepentimiento.
—¿Cómo pude ser tan ingenua…? —susurró con la voz rota, sintiendo cómo la traición le quemaba el pecho.
El recuerdo la arrastró sin piedad hacia el día en que lo vio por primera vez.
Kristin vivía en Monreal, un pueblo hermoso y pacífico en la región volcánica de la Eifel, Alemania.
Un día de primavera, tan luminoso y cálido que parecía imposible que escondiera un destino tan cruel.
La mañana había empezado como cualquier otro, Kristin se duchó, eligió un vestido morado que resaltaba sus ojos y bajó al primer piso, donde estaba el pequeño restaurante de su abuela, con cariño se ató el delantal blanco y abrió las puertas para recibir a los primeros clientes.
No imaginó que ese día todo cambiaría.
La campanilla sonó, y un hombre muy atractivo entró, tenía un aire misterioso, elegante y reservado… una mezcla extraña para alguien que visitaba un pueblo pequeño. Su mirada se cruzó con la de Kristin, y por un instante a ella se le detuvo la respiración, era la primera vez que sentía ese extraño sentimiento dentro de ella.
—Buenos días —dijo él con una voz cálida—¿Es este el famoso restaurante del pueblo?
Kristin parpadeó, sorprendida —¿Famoso?… gracias pero solo es un restaurante pequeño—respondió con una sonrisa tímida.
El hombre sonrió, brillantemente, una sonrisa que más tarde aprendería a reconocer: suave, encantadora… ¿peligros?
—Soy Noah —dijo extendiéndole la mano.
Ella la estrechó nerviosa —Kristin un gusto.
La vida pacifica de Kristin desde ese dia se volvio inesperada, Noah regresó una y otra vez, siempre elogiando la comida de Kristin, al principio como cliente; luego, como alguien que buscaba excusas para verla.
—Tus platillos son maravillosos, no puedo dejar de comerlos —decía él, exagerando para hacerla reír.
—No creo que sean para tanto —respondía ella ruborizada.
—Créeme, viajaría un océano entero solo para probarlas.
Las risas eran constantes, y el cariño creció como algo inevitable.
Un día de primavera, mientras caminaban por el sendero que rodeaba el lago, Noah se detuvo frente a ella.
—Kristin… —sus ojos brillaban— No sé cómo explicarlo, pero… me haces querer quedarme aquí para siempre, contigo... te amo Kristin.
Kristin no pudo hablar, noah tan calido como el sol, la miro con profundo anhelo y amor, sintió su corazón apretándose de felicidad —Yo también… —susurró al fin.
Desde entonces, el lago se convirtió en su refugio un lugar especial, Noah vivía en una pequeña y hermosa casa frente al lago. Allí la invitaba a cenar, a ver el atardecer, a hablar de sueños que ahora parecen una cruel ilusión.
La abuela de Kristin estaba feliz por ella. Verla reír, verla ilusionada, creía que por fin la vida le estaba devolviendo algo bueno. Después de todo, Kristin había sido abandonada a los cinco años con una simple nota:
“Lo siento, pero no estamos listos para esto.”
Su abuela la tomó de la mano ese día y nunca la soltó.
Por eso, verla ahora tan bien acompañada, la llenaba de paz.
Pero el destino tenía otros planes para Kristin, probablemente difícil.
Kristin vio a Noah a lo lejos, de pie junto al lago donde siempre se encontraban, sonrió ampliamente y corrio hacia él.
—¡Noah! —exclamó.
Él la recibió con un abrazo, pero había algo extraño… su cuerpo estaba rígido.
—Kristin… —dijo él, apartándose apenas— ¿Podemos vernos esta noche en el lago? Necesito contarte algo muy importante.
Había una seriedad en su voz que ella nunca había escuchado, un tono tan firme, tan frío, que la dejo muy preocupada y nerviosa.
—Claro… pero ¿estás bien?, Estás muy extraño hoy, ¿Paso algo?
—Solo ven, por favor, te lo explicaré toda esta noche
Ella asintió y Noah la abrazo.
Pero aquella noche, Noah, nunca llegó.
Kristin ansiosa esperó horas sentada frente al lago, mirando el reflejo de la luna sobre el agua, preguntándose qué estaba pasando.
El teléfono nunca sonó, Noah desapareció.
Kristin, nerviosa y sin saber qué hacer, se agachó hacia al hombre desmayado. —Señor, ¿se encuentra bien? —preguntó; al no tener respuesta, logró colocarse por detrás de él para levantarlo con esfuerzo —Dios mío… ¿Cuánto has bebido? —murmuró sin obtener respuesta. Le pasó un brazo por los hombros y lo arrastró poco a poco hasta el sofá más cercano. Una vez allí, lo acomodó con cuidado, asegurándose de que no cayera al suelo otra vez. Estaba jadeando, por el peso, justo cuando se enderezó y pensó que el día ya no podía complicarse más. La puerta volvió a abrirse. Kristin giró la cabeza y se quedó paralizada. Henry estaba allí. De pie, con la respiración agitada como si hubiera recorrido medio edificio buscándola. Sus ojos, encendidos por una mezcla de angustia y determinación, se clavaron en ella. Kristin retrocedió un paso —¿Tú… qué haces aquí? —pregunto, incapaz de ocultar su disgusto. Henry avanzó despacio. No parecía dispuesto a dejar que todo terminara con la conver
Henry la abrazó con fuerza, dejando a Kristin confundida; la voz de Henry temblaba contra su oído. —Kristin… te extrañé tanto… no tienes idea del tiempo que pasé buscándote. Pero de pronto, Kristin reaccionó, se había quedado anonada por un momento, pero al recordar por todo lo que pasó, con un impulso lleno de rabia, odio y resentimiento, lo empujó con tanta fuerza que Henry dio un paso atrás, sorprendido. Henry miro a Kristin, que lo observaba con ferocidad. —¡No me toques! —escupió Kristin enfurecida, sin levantar la voz. Sus ojos estaban llenos de lágrimas —Me dejaste —continuó con una voz que temblaba de furia— Me abandonaste; ahora vienes aquí a decirme que me extrañaste… ¡Eres un cínico!... Te divertiste jugando conmigo. Henry atonito abrió la boca, desesperado —Kristin, no sabes lo que pasó… yo te amo, nunca quise alejarme de ti, te juro que todo este tiempo te estuve buscando. —¡Cállate, mentiroso! —lo interrumpió ella enfurecida —Me usaste para divertirte, mientras te
Berlín amanecía con luces, autos, tranvías y personas caminando con prisa, en medio de la avenida principal, entre tiendas y oficinas, había un pequeño restaurante con una fachada luminosa. El letrero decía Kleiner Wunsch. Kristin abrió la puerta como cada mañana con mucho orgullo; tres años atrás llegó embarazada junto a su abuela y Hannah sin ningún plan previo; empezar desde cero fue difícil para Kristin. —¡Buenos días, Kristin! —saludó Albert, su socio, mientras entraba con una caja de verduras frescas. Albert Schulte era un chef profesional con estudios en gastronomía; había trabajado en varios restaurantes prestigiosos de Berlín, pero había renunciado cansado del ambiente competitivo, Cuando conoció a Kristin y probó su comida, le entusiasmó el talento de Kristin e invirtió en su restaurante. —Kristin, te traje las mejores verduras del mercado —dijo Albert guiñándole un ojo—. Nuestro menú de hoy va a volar. Kristin mirando el inventario, respondió —Gracias, Albert, sin ti n
Kristin camino con paso apresurado hacia la cabaña donde Noah se alojaba, todo el cambio era oscuro, y las piedras crujían bajo sus pasos, al llegar aquel lugar que siempre estaba tan cálido e iluminado, ahora estaba completamente apagada. Kristin tocó la puerta. —Noah… estoy aquí...¿Qué está pasando? —dijo nerviosa. El silencio fue inevitable, Kristin preocupada tocó una y otra vez, cada vez más fuerte. —¡Noah! —insistió, sintiendo cómo el miedo le subía por la garganta. No hubo respuesta. Se acercó a la ventana para ver, pero las cortinas estaban cerradas, miró alrededor, no había señales de él, ni siquiera humo saliendo de la chimenea. —No puede ser… él dijo que nos veríamos hoy… —susurró, con la voz llena de preocupación. Lo llamó, otra vez, el mismo silencio eterno. Kristin tragó saliva, sintiendo que su pecho comenzaba a oprimirse. En ese momento, una voz la llamó desde lejos —¡Kristin! Ella se giró y vio a Hannah corriendo hacia ella. —¡Por fin te encuentro! —Hannah resp
—¡Kristin, Kristin! —la voz preocupada de Hannah, la amiga de la infancia de Kristin se escuchó a lo lejos. Kristin estaba arrodillada en el suelo, con el teléfono aun temblando entre sus manos, sus ojos se llenaron de lágrimas hasta desbordarse por sus mejillas. —Él… él me engañó, Hannah… —murmuró con un sollozo quebrado— Todo fue una mentira... todo … —Se cubrió el rostro— Ni siquiera se llamaba Noah... ¡Ni siquiera su nombre era real! Hannah entristecida la abrazo, mientras mirabas feroz observaba la televisión, el titular brillaba como una cuchillada para su querida amiga. “El joven CEO Henry Schneider anuncia su compromiso con Ayla Hofmann.” La imagen del supuesto “Noah” aparecía sonriente, elegante, con Ayla tomada de su brazo. —Ese desgraciado… —susurró Hannah con rabia e indignación—No puedo creerlo...¿Así que todo este tiempo fingió estar enamorado de ti mientras preparaba su compromiso con otra mujer? Kristin apretó los labios, temblando —Dijo que me amaba… —su voz se
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