Mundo ficciónIniciar sesiónÉl me hizo mujer, me mostró el placer y lo adictivo que es. Me subió al cielo con su forma de tomarme y me lanzó al infierno con su elección. Él me enseñó su juego sucio, uno que ahora sé jugar muy bien. Ahora estoy dispuesta a todo por casarme con su sobrino y ser su amante. Voy a volverlo loco de deseo y luego desecharlo sin más. Pero él y yo somos iguales y puede que mis planes no salgan como espero. ¿Alguno de los dos destruirá al otro o nos condenaremos juntos por ese deseo que corre por nuestras venas?
Leer másConstanza
—Esto se terminó. No podemos seguir con esto.
Seguido de esas palabras tan crueles, me coloca una tarjeta negra en las manos. Un cúmulo de sensaciones contradictorias y, al mismo tiempo, lógicas, se arremolina en mi bajo vientre. Estoy tan enfadada que quiero golpearlo, pero tan desesperada que no puedo hacer otra cosa que mirarlo con lágrimas en los ojos.
—No te cases —suplico—. Sé… sé que no soy como ella, pero…
—No, no lo eres —me interrumpe, sujetándome de la barbilla—. Eres mucho más hermosa e irresistible, pero eres solo una jovencita. No podemos exponernos al público. Gané las elecciones y no puedes ser primera dama.
—Puedo aprender a comportarme —gimoteo—. Prometo aprender a arreglarme mejor para no avergonzarte. Solo dame tiempo.
—Puedes aprender modales, arreglarte, pero no tienes un apellido —replica, limpiando mis lágrimas con suavidad—. Y solo tienes dieciocho años.
—No me dejes, Cillian —imploro—. Yo te amo. Me dijiste que no me enamorara, pero…
—Cometiste un error —responde, negando con la cabeza—. Siempre supimos que un día llegaría a su fin.
Me alejo, sollozando desesperada porque no tengo forma alguna de hacer que se quede. No estoy embarazada; él siempre ha controlado eso de una forma tan exacta que hasta lleva las cuentas mejor que yo. Tampoco guardo la esperanza de que algún pariente lejano me dé el apellido que necesito para ser considerada apta.
Estoy perdiéndolo y no hay nada que pueda hacer para impedirlo.
—Por favor —ruego una vez más—. Por favor…
—Usa la tarjeta —me pide—. No importa que no nos volvamos a ver, no dejaré de velar por ti.
—¡No quiero tu dinero, te quiero a ti! —grito—. ¿Por qué tienes que cambiarme por…?
—Es lo mejor para ti —me asegura, acercándose de nuevo—. No debes exponerte al escrutinio público.
Cuando me abraza, los dos nos estremecemos. Cillian no puede resistirse y me besa de una forma asfixiante y posesiva, pero no me toma como siempre; en cambio, se aleja de mí.
—Más vale que sigas usando la tarjeta —me advierte—. Aunque retires efectivo, sabré que…
—No quiero tu asqueroso dinero. No quiero nada de ti. Métetelo por el maldito culo, señor presidente.
Llena de odio, le lanzo la tarjeta al pecho y huyo de aquel hotel, negándome a subirme al auto que él siempre dispone para mí.
Por desgracia, no me puedo liberar de su presencia, no del todo. Él consigue que me envíen mi tarjeta y me devuelve todo lo que me compró mientras fui su «dulce nena». A cambio, tengo que ver cómo se casa, cómo sonríe con esa mujer, mientras que yo me quemo por dentro.
—¿Estás segura? —me pregunta mi hermano cuando por fin me atrevo a pedirle ayuda—. No hay vuelta atrás si decides salir del país de esta forma. Bueno, solo hasta que ese tipo deje de buscarte. Sigue obsesionado, no deja de enviar cosas y dinero.
—Estoy completamente segura, Omar —le aseguro, aunque por dentro me sienta morir—. Cillian se va a arrepentir de haber arrancado todo el amor que tenía para darle.
—Constanza…
—Nunca, hermano —afirmo con vehemencia, tanta que Omar me mira asustado—. Jamás volveré a amar a ningún hombre ni permitiré que me vuelvan a destruir. A partir de hoy, seré yo quien los use.
ConstanzaCillian termina aceptando que me retoque el maquillaje antes de salir del baño. Damon me abraza con fuerza en cuanto me ve.—¿Estás bien, mi amor? —me pregunta, preocupado—. ¿Todavía tienes náuseas?—No, cariño, ya se me está pasando —le aseguro—. Seguro que algo me cayó mal.—O podría ser otra cosa —bromea, mirándome el vientre.—No lo creo, pero si así fuera, yo encantada —respondo con una sonrisa—. ¿Te imaginas la cara que pondría tu tío?—Mi vida, perdóname por la actitud de mi tío —dice muy serio—. No sé qué le pasa.—Seguramente tiene alguna bajada de azúcar —me río—. La madre de mi jefa también tiene diabetes y me ha contado que se pone de mal humor cuando le baja el azúcar.—En ese caso, es mejor que se revise —masculla mi prometido—. De todos modos, no voy a permitir que vuelva a faltarte al respeto.—No te preocupes, que no me siento ofendida. Te dije que era probable que me trataran así.—No quiero que la pases mal por su culpa, amor —añade, bajando la voz.—Es in
CillianSabía de antemano que volver a verla me afectaría y traté de prepararme mentalmente para permanecer impasible durante esta maldita cena.Pero verla así, con ese maldito vestido y en brazos de otro hombre, me está volviendo loco. Su aroma, su piel, todo es mucho mejor de lo que recordaba, y me hace sufrir mucho más de lo que pensé que sufriría.Ahora solo sé que quiero arrancarle la cabeza a mi sobrino. ¿Cómo un niñato como él pudo enamorarla?—Así que quieres jugar —murmuro, rozando su pierna con la punta de los dedos.—No, lo quiero. Ya lo estoy haciendo —responde, colocando su mano sobre la mía para que la toque de lleno—. ¿Sientes mi piel? ¿Te gusta?—Tal vez ya no tanto —me burlo.—Lo que siento en mi espalda te delata, cielo —jadea.Esta maldita mujer sabe cómo volverme loco. ¿Qué demonios pasó con mi dulce Constanza?—Esto que estamos haciendo también te delata. ¿Qué crees que dirá Damon cuando sepa que eres mía? —replico, sujetando sus caderas y dando una embestida.—¿S
Cillian caminaba de un lado a otro, tratando de que sus celos no lo atormentaran más. Por supuesto, sus intentos eran todo un fracaso. Necesitaba sentir sus manos alrededor del cuello de ese infeliz muchacho, que no se rendía en sus intentos por conquistar a Constanza, que era incapaz de rechazarlo con la firmeza que él exigía.Las excusas no servían. Ella debía mandarlo al demonio, decirle que había otro hombre capaz de aniquilarlo con solo chasquear los dedos.No volvería a citar a Constanza en ese departamento hasta que no lo obedeciera.Al oír pasos en el pasillo, Cillian se sentó en la cabecera de la mesa. Tenía que fingir calma, negociar las opciones para que ella entendiera.Sin embargo, su cordura se evaporó al verla entrar por la puerta y notar que llevaba la falda más corta de lo habitual y el cabello un poco alborotado.—¿Qué fue lo que hiciste? —le preguntó.—¿A qué te refieres, Cillian? —contestó ella, nerviosa—. ¿Por qué nos estamos viendo aquí y no en el departamento?C
ConstanzaLos vuelos en primera clase ya no son algo que me impresione demasiado, luego de haber estado en ellos con muchos de mis mejores clientes, pero las atenciones de Damon durante el viaje sí me parecieron de lo mejor. Él no tiene ojos para otra mujer que no sea yo, y su conversación no me resulta desagradable.Damon, aunque no sea un hombre maduro y viva pendiente de las redes sociales, es culto, educado y tiene una inteligencia superior al promedio.Darle lo que quiere no es nada difícil.—¿Te sientes cansada, mi vida? —me pregunta cuando aterrizamos—. Te veo un poco…—Sí, un poco —admito, bostezando—. Creo que en cuanto lleguemos al hotel quedaré frita.—No te preocupes, mi amor, te voy a consentir mucho.—¿Todavía más? —pregunto con tono sarcástico, y él se ríe.—Es mi actividad favorita —responde contento—. Solo quiero que estés feliz, cariño.—Y yo —suspiro, acariciando su rostro—. Solo quiero estar a tu altura. Tengo claro que seguiré a tu lado, aunque ellos no me quieran
Aunque las clases la agotaban, Constanza se sentía feliz en su nueva escuela. No solo sus compañeros eran más amables, también las clases le resultaban más interesantes, más acordes a sus intereses y talentos.Era una lástima que solo le quedara poco tiempo para disfrutar de aquello, pues vendría la graduación, pero se había propuesto hacer el mayor esfuerzo posible, y al ver esa excelente nota en su examen de economía, se dio cuenta de que estaba valiendo la pena.—Dios santo, ¿cómo hiciste para sacar esa nota? —le preguntó David, el compañero que se sentaba a su lado—. Eres la única que…—Estudiando, ¿de qué otra forma iba a hacerlo? —se rio de forma encantadora—. La verdad es que no tengo mucho que hacer, así que estudio.—Oh, sí, tu familia —respondió él con tristeza—. ¿Y si vamos hoy a tomar algo?—Mmm… No creo que pueda —dijo nerviosa—. Es que siempre pasan por mí.Y tampoco sabía si Cillian lo tomaría de buena manera. Sin embargo, nunca le había dicho que eran novios y siempre
No podía dejar de mirar a la jovencita a la que embestía, y que tenía lágrimas en los ojos debido al segundo orgasmo que alcanzaba en pocos minutos. Había estado con infinidad de mujeres en su vida, pero ninguna lo llenaba como ella.Constanza se entregaba sin reservas, siempre dispuesta a aprender todo lo que él deseaba enseñarle. Sus enormes ojos azules siempre lo observaban con emoción, incluso si no tenían sexo..Esa joven lo llenaba de vida, aunque no fuera del todo consciente de ello.—Preciosa, me encanta ver cómo te corres —gruñó, perdido en el calor de su cuerpo.Por un instante deseó no haberle puesto anticonceptivos, atarla a él para siempre, pero eso solo era una fantasía que se permitía en esos momentos.—Cillian, por favor —sollozó ella, clavándole las uñas en la espalda—. Creo que…Y un tercer orgasmo la sacudió. Cillian, incapaz de resistir más, la besó y se dejó ir junto a ella, temblando de alivio. Solo había pasado un día sin verla, pero lo había sentido como una et
Último capítulo