No podía dejar de mirar a la jovencita a la que embestía, y que tenía lágrimas en los ojos debido al segundo orgasmo que alcanzaba en pocos minutos. Había estado con infinidad de mujeres en su vida, pero ninguna lo llenaba como ella.Constanza se entregaba sin reservas, siempre dispuesta a aprender todo lo que él deseaba enseñarle. Sus enormes ojos azules siempre lo observaban con emoción, incluso si no tenían sexo..Esa joven lo llenaba de vida, aunque no fuera del todo consciente de ello.—Preciosa, me encanta ver cómo te corres —gruñó, perdido en el calor de su cuerpo.Por un instante deseó no haberle puesto anticonceptivos, atarla a él para siempre, pero eso solo era una fantasía que se permitía en esos momentos.—Cillian, por favor —sollozó ella, clavándole las uñas en la espalda—. Creo que…Y un tercer orgasmo la sacudió. Cillian, incapaz de resistir más, la besó y se dejó ir junto a ella, temblando de alivio. Solo había pasado un día sin verla, pero lo había sentido como una et
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