Aunque las clases la agotaban, Constanza se sentía feliz en su nueva escuela. No solo sus compañeros eran más amables, también las clases le resultaban más interesantes, más acordes a sus intereses y talentos.
Era una lástima que solo le quedara poco tiempo para disfrutar de aquello, pues vendría la graduación, pero se había propuesto hacer el mayor esfuerzo posible, y al ver esa excelente nota en su examen de economía, se dio cuenta de que estaba valiendo la pena.
—Dios santo, ¿cómo hiciste para sacar esa nota? —le preguntó David, el compañero que se sentaba a su lado—. Eres la única que…
—Estudiando, ¿de qué otra forma iba a hacerlo? —se rio de forma encantadora—. La verdad es que no tengo mucho que hacer, así que estudio.
—Oh, sí, tu familia —respondió él con tristeza—. ¿Y si vamos hoy a tomar algo?
—Mmm… No creo que pueda —dijo nerviosa—. Es que siempre pasan por mí.
Y tampoco sabía si Cillian lo tomaría de buena manera. Sin embargo, nunca le había dicho que eran novios y siempre