Emma Valmont, crítica literaria implacable, se burló del cliché de una novela romántica… hasta que despertó atrapada en su historia como Violeta Lancaster, la villana destinada a morir. ¿Podrá reescribir su final antes de que la sentencia del libro caiga sobre ella? Entre intrigas de palacio, un compromiso político y un príncipe que empieza a mirarla diferente, Emma tendrá que demostrar que incluso la villana puede ser la protagonista.
Leer másPor un instante, Emma se perdió. Porque él lo dijo con sinceridad, con esa mirada que no era la de un príncipe lejano, sino la de un hombre curioso.Y eso era peligroso.Se apartó un paso, recomponiendo su postura.—Deberías acostumbrarte a la nueva Violeta, entonces. Soy toda una caja de sorpresas.—Lo estoy notando —dijo Leonard, más para sí que para ella.Antes de que pudiera agregar algo, una melodía de flauta se elevó desde el fondo del salón. Era la señal de que el baile reanudaría pronto.—Alteza —dijo Emma, con una ligera reverencia—. Si me disculpas.Él asintió, pero cuando ella pasó junto a él, notó cómo su mirada la siguió. No con deseo. No aún. Pero sí con algo más letal: interés.Y eso era lo último que Emma necesitaba.Porque si Leonard comenzaba a mirar más allá de la fachada, podría descubrir que Violeta ya no existía. Y que, en su lugar, había una forastera... que lo había criticado en otro mundo, lo había llamado galán de cartón... y que ahora, contra toda lógica, se
La sala del trono resplandecía como un escenario cuidadosamente preparado. Candelabros de cristal, alfombras bordadas con hilos de oro, y un centenar de nobles vestidos con sus mejores galas. Esa noche no era una simple recepción: era una declaración al reino. Una promesa ante la corte.Emma—dentro del cuerpo de la infame Violeta Lancaster—entró al salón con la espalda recta, el rostro imperturbable y un vestido rojo intenso que parecía hecho de brasas. Los murmullos crecieron como una ola de asombro. El color, el porte, el momento. Todo era una declaración de guerra… o de poder.“Dios mío… ¿cómo terminé aquí?”, pensó Emma mientras avanzaba, deseando esconderse y no ser el centro de atención. Pero en esta historia, eso era imposible.Violeta, en la novela, había manipulado durante más de diez capítulos cada ocasión para alejar al príncipe Leonard de su verdadero amor, Lady Arabella. Y lo había logrado. No con cariño, no con bondad, sino con astucia, mentiras y chantajes.Y ahora, Emma
El eco de las voces aún resonaba en los pasillos de piedra.Emma se apoyó contra la fría pared del corredor, el corazón latiéndole con fuerza tras lo que acababa de escuchar. Un fragmento de conversación robada tras los tapices.Así que ya empiezan a planear mi caída, pensó con amargura.Y todavía faltaban diecisiete capítulos para su muerte oficial.Consciente de que permanecer oculta demasiado tiempo solo levantaría sospechas, Emma alisó su vestido —un profundo azul noche con bordes de hilo plateado que resaltaban sus ojos, aunque no era momento de pensar en eso— y avanzó hacia el salón principal. Las puertas de madera tallada se abrieron como alas pesadas, y el sonido del laúd y los murmullos del baile volvió a envolverla.Sabía lo que tenía que hacer: regresar, fingir, actuar. Nada nuevo. Era buena en fingir entusiasmo frente a libros mediocres. Esto no debía ser tan distinto.Pero el destino —ese escritor torpe y dramático que guiaba las novelas románticas que tanto criticaba— te
Emma respiró hondo.Ahí estaba. El guion original. El protagonista torturado, noble, pero comprometido con otra.Y ella… la figura obstáculo. La villana elegida para perder.—Lo comprendo —respondió con calma—. Puede estar tranquilo, no tengo intención de interponerme entre usted y… sus afectos.Leonard alzó una ceja, como si no esperara tanta docilidad. Luego se levantó.—Esta noche debe sonreír, bailar y fingir que este compromiso es deseado. Sé que es capaz de fingirlo mejor que nadie.Otra daga.Ella se inclinó con elegancia.—Al fin y al cabo, fingir es un talento que se afina cuando se es mujer entre hombres poderosos.Él se detuvo un instante. Luego salió sin mirar atrás.Cuando las puertas se cerraron, Emma soltó el aire contenido.Genial. Comprometida con un príncipe que la desprecia, en un mundo donde su personaje original muere traicionada y sola. Y lo peor de todo: en un cuerpo que, por muy hermoso que fuera, venía con una sentencia de muerte marcada en la trama.Se apoyó
Había libros malos. Y luego estaba Llamas de traición, una novela tan cargada de drama artificial que Emma Valmont juró haber desarrollado una alergia a las palabras "mirada intensa" y "suspiro contenido".Lo terminó pasada la medianoche, cerrándolo con la misma expresión que uno hace tras beber café frío pensando que estaba caliente. Se recostó en su silla giratoria, exhalando fuerte. La portada aún brillaba bajo la lámpara: una silueta de mujer entre llamas, con un vestido rojo escarlata que parecía derretirse entre pasiones mal escritas.Suspiró, se frotó el rostro, y encendió su laptop. Los dedos encontraron el teclado como una pianista frustrada: lista para componer una sinfonía de destrucción."Llamas de traición pretende ser una novela romántica medieval de alto voltaje emocional. Lo que entrega, en cambio, es un batido de clichés mal mezclados y personajes que no resistirían una conversación real sin colapsar."*"La protagonista, la dulce y virginal lady Arabella, no tiene una