Por un instante, Emma se perdió. Porque él lo dijo con sinceridad, con esa mirada que no era la de un príncipe lejano, sino la de un hombre curioso.Y eso era peligroso.Se apartó un paso, recomponiendo su postura.—Deberías acostumbrarte a la nueva Violeta, entonces. Soy toda una caja de sorpresas.—Lo estoy notando —dijo Leonard, más para sí que para ella.Antes de que pudiera agregar algo, una melodía de flauta se elevó desde el fondo del salón. Era la señal de que el baile reanudaría pronto.—Alteza —dijo Emma, con una ligera reverencia—. Si me disculpas.Él asintió, pero cuando ella pasó junto a él, notó cómo su mirada la siguió. No con deseo. No aún. Pero sí con algo más letal: interés.Y eso era lo último que Emma necesitaba.Porque si Leonard comenzaba a mirar más allá de la fachada, podría descubrir que Violeta ya no existía. Y que, en su lugar, había una forastera... que lo había criticado en otro mundo, lo había llamado galán de cartón... y que ahora, contra toda lógica, se
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