Bajo las entrañas del castillo de Theros, donde ni siquiera las ratas se atrevían a merodear demasiado, se encontraba un túnel olvidado por el tiempo. Una construcción de siglos, sellada entre capas de historia y sangre, usada en tiempos de guerra para esconder rehenes o transportar mensajes secretos. Hoy, servía a un propósito mucho más siniestro.
Las antorchas chisporroteaban en la humedad del túnel mientras una figura encapuchada avanzaba con paso firme. Era Lady Isolde, Reina Madre del Reino del Este, madre de Leonard, y guardiana de una ambición que había echado raíces en su alma desde el momento en que parió a su heredero.
Su vestido oscuro ondeaba levemente con el movimiento. No vestía como una reina esa noche, sino como una conspiradora. Su corona dormía en un cojín de terciopelo en sus aposentos. Esta era una reunión que debía ocurrir sin que el trono se enterara. Un encuentro donde las apariencias serían despojadas como piel muerta.
En la cámara del fondo, un hombre esperaba