Renne Brooks es caprichosa, la típica chica que siempre consigue lo que quiere. Pero su vida cambiará cuando se enfrente a problemas que no sabrá cómo manejar, como haber regresado cientos de años al pasado. Ahora, no solo deberá luchar para volver al presente, sino también contra fuerzas oscuras que la desean y que fueron las causantes de que terminara en ese lugar. Viggo Eirikson es un soldado nato y cruel, que no le teme a nada, hasta que Renne aparece en su vida. Ella le hará comprender que hay algo más allá de la guerra, y encontrará en su amor la salida que tanto necesitaba.
Leer másHabía firmado un muy buen contrato para ser la imagen de una de las mejores marcas de maquillaje. A mi edad, conseguir algo así era demasiado bueno.
—No deberías salir hoy —me dijo Camil, mi asistente.
La miré y la ignoré por completo. Claro que saldría, tenía que celebrar este gran logro, y ella no iba a amargarme este momento.
—Mis amigas me esperan, así que por favor, deja de molestarme. Quiero celebrar —le dije.
Ella solo asintió, pero se veía enojada.
—Te ha llegado algo —me dijo, entregándome una pequeña cajita.
Se la arrebaté de las manos y la abrí. Dentro había una especie de amuleto horrible.
—¿Quién envió esto? Qué mal gusto tiene —dije.
Fui hasta la cocina y tiré a la basura el amuleto; no me interesaba tener algo tan feo.
—Por favor, revisa los regalos que me envían —le pedí.
Tomé mi bolso y, sin mirar atrás, salí de mi apartamento. Estaba tan feliz que nada podía amargarme esta noche.
Cuando estaba a punto de llegar al bar, el flujo de coches se volvió más lento, hasta que el tráfico se detuvo. Miré por la ventanilla para ver qué estaba pasando, y vi a una chica peleándose con algunos policías. Empecé a sonar el claxon; ya iba tarde y estaba un poco desesperada.
De repente, un toque en la ventanilla me asustó. Miré y era una anciana que me observaba con una sonrisa siniestra. ¿Qué le pasaba a esta gente?
Tomé algo de dinero y bajé el vidrio de la ventanilla, entregándole un par de billetes.
—No quiero tu dinero —me dijo.
¿Qué? Entonces, ¿para qué estaba haciendo perder el tiempo? Puse los ojos en blanco e intenté subir el vidrio, pero la anciana rápidamente metió la mano dentro, tirando de mi cabello con fuerza, y luego huyó al instante. Me quedé helada. ¿Qué carajo había pasado?
Me toqué el lugar donde esa mujer me había agarrado el cabello y me quejé.
—¡La gente está loca! —dije con rabia.
El sonido de los coches me sacó de mis pensamientos, y continué mi rumbo al bar, donde me esperaban varias de mis amigas.
Dias despues.
Odiaba las sesiones de fotos al aire libre, especialmente cuando se llevaban a cabo en bosques. Los zancudos y otros insectos eran repugnantes, y me hacían sentir incómoda. Mi asistente y yo íbamos rumbo a la ubicación en su coche, ya que el mío se había descompuesto hace un par de días.
—Después de esto, quiero darme un descanso —le dije a mi asistente. Ella solo asintió con la cabeza, sin hacer comentarios.
Como modelo, todas las marcas querían tenerme como imagen de sus productos, y me encantaba. Nací para ser el centro de atención, pero eso no significaba que disfrutara de los ambientes como este.
Miré por la ventanilla y observé cómo nos alejábamos cada vez más de la ciudad. Ahora solo se veían árboles y más árboles.
—¿El lugar es muy lejos? —le pregunté, con una nota de impaciencia en mi voz.
Ella me miró y, aunque no lo dijo, pude notar lo molesta que estaba. Me encantaba molestarla.
—Solo son un par de metros. Ya todos están listos, solo faltamos nosotras —me dijo con un tono que mezclaba paciencia con frustración.
Asentí con la cabeza. Ella aparcó el coche y salió. Yo también salí y empecé a caminar con ella, adentrándonos en el bosque. Miré a mi alrededor y lo único que veía era musgo y cosas asquerosas. El ambiente era aún peor de lo que había imaginado.
—Si una rana me cae encima, te juro que no hago la sesión de fotos y me voy a casa —le dejé en claro, mientras el fastidio se reflejaba en mi rostro.
Ella sabía que no me gustaban estos lugares, lo mas logico, era que alguien hubiese ido por mi, asi me hubiera evitado todo esto. Me adelante un poco, dejando atras a Camil.
—¿Dónde están? No veo a nadie —reproché, el disgusto claramente presente en mi tono.
—Eres tan desesperante —me dijo, con disgusto.
Me di la vuelta para mirarla y me quedé paralizada al ver que sostenía un arma en sus manos, apuntándome al pecho.
—¡Baja esa cosa! ¿Acaso estás loca? —le pregunté, el nerviosismo colándose en mi voz.
El ruido de algo detrás de mí la distrajo, así que salí corriendo sin mirar atrás. Sus gritos llamándome eran aterradores, si salía con vida de esto, ella terminaría en la cárcel por intento de asesinato.
—¡Detente, Renee! —me gritó ella, pero yo, claramente no estaba dispuesta a detenerme. Sí, era tonta, pero no hasta ese punto.
Seguí corriendo, adentrándome aún más en el bosque. Necesitaba llamar a la policía. Corrí hasta que vi a lo lejos una cueva. Aunque mi instinto me decía que no entrara en ese lugar sucio y oscuro, no tenía otra opción: era entrar o morir.
Entré en la cueva y saqué el celular de mi bolso, pero, para mi mala suerte, no había señal. Escuché un ruido, y con la linterna de mi celular iluminé la penumbra. Frente a mí había una cosa monstruosa, observándome con una mirada vacía y aterradora. Abrí la boca intentando gritar, pero no salió ningún sonido. La cosa, que olía a podrido, comenzó a arrastrarse hacia mí. Con desesperación, me levanté y salí corriendo de la cueva.
Grité con todas mis fuerzas al estar afuera, pero me quedé en silencio al ver a Camil, que aún me apuntaba con su pistola. En ese momento, la m*****a pistola ya no me importaba.
—¡Un monstruo! —grité, tratando de hacerla entender la gravedad de la situación.
Ella me miró como si estuviera loca.
—Arrodíllate y pídeme perdón por todo lo que me has hecho —me dijo, con una frialdad que me sorprendió.
¡Por Dios! ¿Acaso no me había escuchado?
—Después, ahora larguémonos de aquí —le pedí con desesperación.
La expresión de Camil cambió por completo; su semblante se volvió sombrío y su piel se tornó pálida. Su boca comenzó a abrirse lentamente.
Me di la vuelta y vi que la cosa se acercaba a nosotras. Corrí hacia Camil y me puse a su lado.
—¡Disparale! —le ordené, mi voz llena de urgencia.
Ella comenzó a disparar, pero la criatura no se detenía. El monstruo corrió hacia nosotras con una furia indescriptible, agarró a Camil del cuello y lo partió con un sonido aterrador. Escuché el crujido de sus huesos mientras la criatura la lanzaba lejos.
Luego, la cosa me miró a mí. Yo retrocedí un par de pasos, intentando ganar tiempo para huir. ¿Pero de verdad podría escapar de esa cosa?
—Tengo mucho dinero, te pagaré si me dejas ir. Puedo llevarte a un buen cirujano. No porque yo haya necesitado uno, soy completamente natural, pero tengo contactos —le propuse, tratando de sobornar al monstruo con mi última carta.
La criatura gritó con fuerza, y residuos de su saliva se estrellaron en mi rostro. Quise vomitar, pero me contuve.
—¿Eso es un no? —le pregunté.
La cosa levantó su enorme brazo y me golpeó con él. Yo caí al suelo, la vista se me nubló por completo. Sentí cómo la criatura me agarraba de la pierna y empezaba a arrastrarme. Mi visión se volvió completamente negra, y el miedo y el dolor se apoderaron de mí mientras todo se desvanecía.
Desperté con un dolor punzante que me atravesaba el cuerpo. Mi cabeza latía con fuerza, mis costillas parecían hechas añicos y apenas podía moverme. Abrí los ojos lentamente, recibiendo el frío resplandor de las luces del hospital. El pitido constante de las máquinas a mi alrededor me hizo querer escapar, pero ni siquiera tenía fuerzas para levantarme.Intenté recordar qué había pasado. Los recuerdos llegaron en ráfagas confusas: Viggo, su rostro, su partida… Me dolía tanto pensar en él que, por un momento, deseé que todo hubiera sido un mal sueño.La puerta se abrió de golpe, y mi madre entró. Sus ojos estaban enrojecidos, el maquillaje corrido, y su expresión de angustia me rompió el corazón. Corrió hacia mí y tomó mi mano, apretándola con fuerza.—¡Renee! —sollozó—. ¡Dios mío, mírate! Estás tan golpeada…Quise calmarla, decirle que estaba bien, pero las palabras se atoraron en mi garganta. Solo pude mirarla, sintiendo cómo el peso del pasado me aplastaba. No era solo mi dolor físic
Viggo y yo continuamos nuestro camino a través de aquel lugar oscuro, en busca del corazón de Gytha. Cada paso que dábamos resonaba en el vacío, mientras el aire húmedo parecía envolvernos. Las paredes, deformadas por el paso de los siglos, parecían cambiar y retorcerse, como si intentaran esconder algo de nosotros, algo que no debíamos encontrar.Finalmente, llegamos a un pequeño claro en medio de la oscuridad. Al principio, solo vimos sombras, pero algo en el aire nos alertó. Y entonces, lo vimos.Gytha estaba allí, en el suelo, su cuerpo cubierto de sangre. Sus lágrimas caían como gotas de lluvia, y su sollozo resonaba en la quietud de ese lugar tan extraño. La imagen de la mujer que habíamos estado buscando, la que había provocado tanto caos, ahora parecía frágil, rota. Lamentaba la pérdida con una desesperación que nos estremeció a ambos.Antes de que pudiéramos movernos, Gytha levantó la vista, y sus ojos se encontraron con los de Viggo. En un parpadeo, su dolor se transformó en
Corrí sin pensar, atravesando el espejo con una rapidez frenética, hasta que me encontré en un lugar oscuro, distante. El aire era denso, como si una pesada sombra lo impregnara todo, y el silencio lo envolvía todo. Cada paso que daba resonaba con eco en la inmensa oscuridad, y algo, intangible pero presente, me empujaba a seguir adelante, algo que no lograba comprender.Fue entonces cuando lo vi. Un niño pequeño, encadenado a un pilar de piedra, inmóvil. Su rostro era pálido, y sus ojos, enormes y oscuros, reflejaban una tristeza tan profunda que me atravesó el alma. Su mirada me atrapó, y aunque su tristeza me desbordaba, había algo más en esos ojos, una súplica callada, una chispa de esperanza que aún persistía.—Ayúdame… —dijo, su voz quebrada, casi inaudible.No pude resistirme. Algo en su voz, una necesidad urgente, me arrastró hacia él como si fuera un imán. Me acerqué, paso a paso, con el miedo comenzando a escalar por mi espalda, pero incapaz de detenerme. Estaba demasiado ce
Empecé a caminar para salir de la habitación, pero Viggo apareció detrás de uno de los espejos, se veía mal, así que me detuve.Corrí a él y mis manos ensangrentadas mancharon el cristal, Viggo se acercó y me sonrió.—Vete, esta es tu oportunidad de acabar con todo —me dijo. Yo negué con la cabeza, no iba a dejarlos aquí, ellos no merecían acabar así.Volteé a ver a Gytha, pero su reflejo ya no estaba, y eso me llenó de rabia. Me aparté del espejo y corrí a la mesa, la levanté y con fuerza empecé a golpear el cristal donde estaba Tiana. Si el demonio quería salir, yo lo sacaría y lo mataría.El cristal empezó a ceder, yo grité de rabia mientras lo destruía. Tiana y Viggo me gritaban que me detuviera, pero yo no quería hacerlo.“Mi corazón está dentro, destrúyelo”, dijo la voz de Gytha. Eso me dio más fuerza y seguí golpeando hasta que ese cristal cedió, explotando, haciéndome daño con los fragmentos.Grité con todas mis fuerzas, levanté un pedazo de cristal y me lancé al demonio frent
Mire hacia arriba y vi cómo el enorme agujero se cerraba sobre mi cabeza. Grité de frustración mientras intentaba escalar para volver hacia arriba.La oscuridad me envolvió. Me quedé por un par de minutos allí, sumida en el dolor. Cerré los ojos y acaricié mi vientre, intentando calmarme. Si estaba en lo correcto, esto que sentía podía ser una amenaza de aborto, y yo no quería perder a mi hijo.—Por favor, ayúdame, Gytha. Sé que me escuchas. Por favor —le supliqué.Una luz blanca me cegó, haciendo que apareciera en otro lugar. Era el bosque, y a la vista se veía una cueva. Me levanté como pude y me arrastré hasta la cueva. Miré dentro, y allí estaba ella, llorando con las manos ensangrentadas. Sus gritos de dolor eran espeluznantes.—¡Te odio! —gritó ella con tanto rencor que todo mi cuerpo tembló.El sonido de pisadas resonó en el lugar. Al darme la vuelta, vi a muchos hombres, y entre ellos estaba Mikkel. Su expresión era de odio. Caminó con rapidez hacia la cueva para después sacar
Kieran me obligó a correr, aunque mis pies ya no podían más. No nos detuvimos hasta que estuvimos lo más lejos posible. Al detenernos, volteé a mirarlo y, sin pensarlo, lo golpeé con todas mis fuerzas.—¡No debimos dejarlo! Eres un hijo de puta —le grite, mi voz desgarrada.Kieran me agarró por los hombros y me estrujó con rabia, sus ojos ardiendo con frustración.—¿Querías morir? Si volvíamos por él, los tres moriríamos —me espetó.Asentí con la cabeza, pero las lágrimas no podían dejar de salir. Sentía un vacío aplastante en el pecho, una culpa que me quemaba por dentro. Kieran se alejó un poco y miró de un lado a otro, su expresión endurecida.—Tenemos que encontrar a mi padre —dijo con frialdad, evitando mi mirada.—¡No debimos dejarlo! —grité de nuevo, mi voz quebrada por el dolor.—¿Quieres volver? —me preguntó con amargura, su mirada finalmente encontrándose con la mía. Pero no había consuelo en ella, solo una determinación implacable—. Viggo sabía lo que hacía.—Eran muchos, é
Último capítulo