Lady Violeta Lancaster, o mejor dicho Victoria de Siberia, estaba terminando de organizar los documentos de la mañana. Había pasado las últimas horas controlando cada detalle de su vida con Leonard, como si todo fuera parte de un tablero de ajedrez donde ella misma movía las piezas. La rutina de aquel día se perfilaba tranquila, hasta que el sonido estridente de su teléfono rompió la calma.
Contestó con un gesto de molestia, pues detestaba que interrumpieran su tiempo con Leonard.
—¿Sí? —dijo con tono seco.
Del otro lado, la voz de su asistente sonaba agitada, incluso desesperada.
—Señora Victoria… algo urgente ocurrió en la editorial. No podemos resolverlo sin usted. Debe venir inmediatamente.
Victoria frunció el ceño, molesta.
—¿Qué clase de emergencia no puede esperar? —replicó con impaciencia.
Hubo un silencio breve, y luego la voz respondió con temblor—. El comité de revisión adelantó la junta. Quieren los informes finales ahora mismo, y han detectado inconsistencias en los manus