Mundo ficciónIniciar sesiónLas vidas de Keira Olavarría y Dane Bautista chocan el día menos esperado: la boda de sus exparejas. Keira, decidida a cerrar un capítulo que la rompió, llega al casamiento de su ex prometido —el hombre que la dejó por otra después de tres años juntos— con un único objetivo: demostrarse a sí misma que ya no duele. Dane, por su parte, asiste solo para cumplir con un compromiso… hasta que ve entrar a la iglesia a la mujer que lo abandonó por un empresario con más dinero que corazón. En ese instante, Keira y Dane comprenden que tienen algo en común: el desamor, la humillación y las ganas de recuperar un poco de dignidad. Así nace una alianza tan inesperada como peligrosa: fingirán estar en una relación para que Salma y Mauricio —sus infieles ex— vean lo que perdieron. Tal vez así vuelvan arrepentidos… o tal vez terminen solos, como se merecen. ¿Quién sabe? Pero lo que empieza como una venganza cuidadosamente planeada se descontrola cuando las miradas falsas ya no se sienten falsas, cuando los abrazos para la foto dejan huellas reales, y cuando ambos se descubren disfrutando demasiado de una mentira que se vuelve verdad. Entre planes retorcidos, celos inesperados y secretos que salen a la luz, Keira y Dane deberán decidir si realmente quieren recuperar a quienes los lastimaron… o si el destino tenía preparado algo mejor desde el primer “te sigo la corriente”. Porque a veces, la mejor venganza es encontrar justo lo que nunca supieron que buscaban.
Leer másUn vestido largo color borgoña, digno de ser usado en las mejores fiestas. Mi cabello castaño, peinado en ondas perfectas por las manos del mejor estilista de la ciudad, rozando mi espalda descubierta. Y unos zapatos de tacón que podrían ser una trampa mortal para cualquiera que no supiera usarlos correctamente. Ese es el look que decidí llevar al casamiento de mi ex prometido.
Cualquier persona en su sano juicio diría que esto es masoquismo en su expresión más pura; que estoy loca; que no entienden qué sentido tiene presentarme aquí. Pero en mi cabeza no hay espacio para ninguna de esas ideas.
Solo existe la firme determinación de sacarlo de mi corazón, de mi piel, de mis pensamientos. ¿Y qué mejor manera que esta?Uno de los perfumes más sensuales de Yves Saint Laurent acaricia mi cuello mientras me sumerjo en la fragancia de Black Opium. Justo entonces, un golpe en la puerta de la suite —en uno de los hoteles de mi familia— me avisa que mi cita ha llegado. Solo espero que se vea como en la fotografía que me mostró Rolando, pienso mientras dejo la botella de perfume sobre la mesita de noche. Tomo mi bolso negro, pequeño y a juego con mis zapatos, y camino hacia la puerta.
Al abrir, me encuentro con un hombre que roza el metro noventa, cabello castaño claro, ojos grises, una barba perfectamente delineada y un físico capaz de atraer cualquier mirada.
—Dane, bienvenido —digo, comprobando que la fotografía no tenía filtro alguno.
—Señorita Olavarría, un placer —responde, y con ese porte de caballero de otra época, toma mi mano y deposita un beso en el dorso.
—Lo mismo digo. Supongo que tu padre ya te contó de qué va todo esto —comento, y él sonríe ligeramente.
—Por supuesto. Muchas gracias por lo que hizo por él —me agradece, y yo solo asiento.
—No tienes nada que agradecer. Era lo que me tocaba hacer, aunque detesto que cuando me preguntó cómo podía compensarme yo le hablara de esta situación… y terminara pidiéndole este favor. Y gracias a ti también, claro, por aceptar esta especie de trato. No tuve otra salida —me justifico; un novio falso no es precisamente motivo de orgullo.
Él sonríe, inclina la cabeza y me ofrece su mano.
—No tiene por qué justificarse conmigo. Acepté con gusto; después de todo, es lo mínimo que puedo hacer por usted. ¿Le parece si nos vamos? No quiero que llegue tarde a la boda —propone, y vuelve a sonreír.
—Por supuesto. Y por favor, llámame por mi nombre y tutéame, o todos se darán cuenta del trato —aclaro.
Su sonrisa se amplía. Si yo buscaba al candidato ideal para hacerle creer a Mauricio que todo está superado, sin dudas Dane cumple con la misión. Aunque por dentro, esté rota.
—¿Keira? Ese era tu nombre, ¿verdad? —pregunta mientras caminamos por el pasillo rumbo a los ascensores.
—Así es. No sé qué te habrá dicho tu padre, pero lo que debes saber de mí es que tengo treinta años, soy doctora en administración de empresas y actualmente soy la gerente global de los hoteles de mi familia —explico.
Su mirada gris se fija en mí con evidente sorpresa.
—¿Y cómo es que alguien pudo ser tan imbécil de dejarte pasar y casarse con otra? —pregunta sin filtro.
—Eso deberías preguntárselo a él. Yo solo te diré que no soy del tipo de mujeres que se acuestan a llorar por un hombre —respondo.
Dane llama al elevador y me observa, como analizándome.
—¿Eres del tipo de mujer que le hará ver el error tan grande que cometió? —inquiere, sonriendo.
—Exacto —respondo justo cuando las puertas se abren y subimos.
Apoyo mi espalda en la pared metálica; él hace lo mismo enfrente.
—¿Qué tengo que saber de ti? Tu padre es muy reservado, casi nunca habla de su familia —comento.
Él lo piensa unos segundos.
—Bueno, si alguno de tus conocidos te pregunta por mí, puedes decir esto: soy Dane Bautista, treinta y tres años, arquitecto y paisajista. Y si quieres inventarte una historia convincente de cómo nos conocimos, di que fue en la inauguración del hotel en Barcelona. Yo fui el arquitecto del proyecto y estuve en la fiesta inaugural hace un año —me dice.
Me arranca la sonrisa más verdadera de los últimos días.
—¿Tú y yo nos vimos ahí? No recuerdo si antes de eso hubo alguna otra oportunidad —pregunto.
Él se encoge de hombros.
—De lejos, sí. Tú ibas con él y yo iba con ella, como dice la canción —comenta, haciéndome reír.
—¿Y qué pasó con ella? —pregunto.
—Podría responder lo mismo que tú, pero yo sí sé que se fue con otro. Un empresario de familia importante, capaz de llevarla a recorrer el mundo como ella quería —cuenta.
Si alguien puede entender eso… soy yo.
—El dinero y su poder —señalo, y él me mira intrigado.
—¿Lo dice una mujer que lo tiene todo? —pregunta, recorriéndome con la mirada.
Le sostengo la mirada.
—Ya ves que no. Tuve que pedirle a tu padre que te convenciera de esto —respondo. Ambos sonreímos. Este extraño entendimiento entre dos desconocidos es casi inquietante.
—Mi padre solo me dijo que la mujer que le salvó la vida necesitaba un favor y no pude negarme. Lo que no sabía era que eras tú. Me enteré un par de horas antes de venir —confiesa.
—Yo solo estaba con tu padre cuando le dio el infarto, nada más. Ojalá hubiera podido hacer algo más que llamar a la ambulancia y seguir instrucciones —explico.
—Aun así —dice justo cuando las puertas se abren en el lobby—, no siempre alguien como tú se preocupa por uno de sus empleados.
—Tu padre es más que un empleado. Es como un segundo padre. Lleva muchos años trabajando con mi familia, siempre está pendiente de mí, y ha hecho mucho por mi padre —respondo.
—Siempre hablaba de “la niña del señor Olavarría”, pero yo pensé que se refería a tu hermana menor… hasta que me pidió este favor. Ahí entendí que no podía ser ella. Apenas tiene quince años —explica, haciéndome reír.
—No entiendo cómo es que nunca te vi en casa. A tu madre sí la conocí —comento mientras salimos del hotel.
—Es que me fui a estudiar a Inglaterra varios años. Luego regresé a Madrid y empecé mis propios proyectos.
—¿Viniste cuando tu padre se mudó con nosotros aquí? —pregunto justo cuando el chofer abre la puerta de la limusina.
Dane sonríe.
—Sí, vine unos meses después.
—Tu padre quiere demasiado al mío como para dejar Miami por completo —bromeo.
—Yo pienso lo mismo —dice divertido.
Subimos a la limusina.
—Es curioso —digo—. Nuestras familias se conocen desde hace años, pero tú y yo no. Quizás es como dices: tú te fuiste a Inglaterra, y yo volví a Estados Unidos para estudiar. Y recién hace dos años regresé.
—¿Y cómo lo conociste a él? —pregunta.
—En una reunión de negocios. Intentaba que nuestros hoteles compraran los vinos que producían sus viñedos. Entre una cosa y otra, me invitó un fin de semana allí y… bueno, ahí empezó todo —resumo—. ¿Y tú? ¿Cómo terminaste diseñando el hotel de Barcelona?
—Presenté mi proyecto al concurso y gané —dice, riendo.
—¡Felicidades! —respondo. Luego cae un silencio. Miro por la ventana y los recuerdos de Mauricio vuelven como un golpe. Siento cómo mis ojos se humedecen; es esa impotencia de no haber podido hacer nada para evitarlo. Puedo fingir seguridad, pero mi corazón sigue hecho pedazos.
—Te duele, ¿no? —pregunta suavemente.
—Mucho —confieso.
—Te entiendo. Yo tampoco consigo olvidarla —responde, y asiento. Lo entiendo mejor que nadie.
El trayecto no es largo. El chofer anuncia que hemos llegado. Me recompongo, acepto la ayuda de Dane para bajar y tomo su brazo, intentando simular que somos la pareja más enamorada del mundo. Caminamos entre la gente reunida frente a la catedral.
Los murmullos empiezan de inmediato. Todos se preguntan qué hago aquí.
Quisiera gritarles que no soy yo la mala del cuento. Que él me dejó después de tres años y se comprometió con otra apenas seis meses después.
—No los escuches —murmura Dane.
—Lo intento —susurro.
Nos sentamos en uno de los últimos bancos de la iglesia.
—No escatimaron en gastos, ¿eh? —observa.
—Todo esto lo elegí yo —respondo. Él me mira sorprendido—. Cuando nuestra boda se canceló, le dije que hiciera lo que quisiera con lo ya pagado. Así que aquí están las flores que escogí, los candelabros… solo espero que ella no haya usado el vestido que elegí.
—Es un… —murmura, pero se detiene—. Luego te lo digo. Estamos en la iglesia.
—Sí, luego me lo dices con todas sus letras —bromeo.
La ceremonia inicia. El novio —mi ex prometido— entra del brazo de su madre. Cuando me ve, esquiva la mirada.
—¿Ese es tu ex prometido? —pregunta Dane en voz baja.
—Sí. ¿Por qué? —pregunto, pero noto cómo su expresión cambia por completo.
—Esto no puede estar pasando… —murmura.
No entiendo nada.
La marcha nupcial comienza. Salma aparece radiante en un vestido hermoso —no el mío, por suerte—. Cuando pasa cerca, su mirada se cruza con la de Dane. Ambos se quedan helados.
—Dane, ¿qué sucede? —susurro. Cuando lo miro, sus ojos están llenos de lágrimas—. ¿Dane?
Le tomo el rostro.
—¿Qué pasa?
Él respira hondo, roto.
—Es mi exnovia… la que te dije que me dejó por el empresario. Tu ex prometido fue el hombre que conoció aquella noche.
El mundo se me va al piso.
El universo no puede ser tan pequeño. No puede ser tan cruel. Y aun así… lo es.
[KEIRA]No es que Dane tenga mal gusto para vestir, todo lo contrario: se viste muy bien. Sus jeans y sus camisas le quedan perfecto, pero no es el estilo adecuado para el entorno en el que yo me muevo y en el que él tendrá que moverse estos meses.—¿De verdad tenemos que comprar aquí? ¿No hay otro sitio menos…? —intenta decir, pero deja la pregunta en el aire.Observo la vidriera de la boutique en plena calle Serrano y puedo imaginarlo con esos pantalones elegantes, zapatos a juego y accesorios que lo harían ver como un hombre con muchísima clase.—Sí, tenemos que comprar aquí. Además, el gerente es amigo mío —explico.—Keira… —dice, girándose hacia mí, obligándome a mirarlo también—. Yo no tengo dinero para comprar aquí —me aclara, y asiento.—Lo sé, pero nadie dijo que tú ibas a pagar por esto —respondo con calma.De inmediato niega con la cabeza.—No puedo dejarte pagar. Eso no estaría bien —replica, firme.Respiro hondo. No quiero herir su orgullo, aunque en esta situación me par
[DANE]Cuando Keira me habló de un contrato, en mi mente imaginé algo informal: un papel escrito en la computadora, unas cuantas reglas, un par de firmas que dieran a entender que nos comprometíamos a cumplirlas y ya. Pero definitivamente me equivoqué.El documento que estoy leyendo es un contrato en toda regla. Tiene un preámbulo donde figura la fecha de hoy, nuestros nombres, el tipo de acuerdo, la razón por la cual se celebra y cuáles son sus objetivos. Sonrío al leer la frase: “conseguir que Mauricio Rinaldi y Salma Fernández den por terminado su contrato matrimonial”.«Solo espero que nadie nunca lea este contrato», pienso, y sigo leyendo.Realmente pensó en todo. La siguiente parte del contrato detalla las obligaciones, que incluyen pretender ser una pareja por un período máximo de cuatro meses y un plazo de dos semanas de anticipación en caso de querer romper el acuerdo. Después menciona el famoso anexo A, donde están listadas las reglas para llevar a cabo nuestra farsa. Paso r
[DANE]Al día siguienteDespués de que mi mundo se derrumbara por completo ayer, salir de la boda e irme a dormir plácidamente a mi departamento no era una opción. Terminé en un bar, llenándome el cuerpo de alcohol e intentando que eso fuera suficiente para hacerme olvidar lo que había pasado. Las palabras que me dijo Salma siguen ardiendo como una herida abierta a la que le echas alcohol.«¿Cómo pudo hacerme esto? No lo entiendo» es la pregunta que da vueltas en mi cabeza una y otra vez.Intentar borrar su confesión es casi imposible. “Dane, tú eres el amor de mi vida, pero el amor no siempre es suficiente”, me dijo mientras bailábamos en su boda con él.“Si me amas, ¿por qué me engañaste con él? ¿Por qué te casaste?”, le pregunté al instante. Sus dedos acariciaron mi rostro como tantas veces lo habían hecho antes.El recuerdo de su sonrisa me invade de nuevo e intento no caer en esa trampa mortal. “Porque él me puede dar la vida que yo sé que me merezco y tú no”, confesó. Sus palabr
[KEIRA]Había olvidado casi todo lo que tenía planeado para mi boda y cada detalle que en su momento le mencioné al maestro de ceremonias. Pero ahora, como un maldito bumerán, todas esas conversaciones vuelven a mi mente a medida que las voy viendo reflejadas en esta fiesta de la que, por momentos, quiero huir. Sin embargo, sé que no puedo hacerlo si realmente quiero cumplir mi objetivo.—Mi amor, ¿bailamos? —escucho la voz de Dane, suave pero clara, y al voltear a verlo, está de pie a mi lado, ofreciéndome la mano.De reojo noto cómo varias miradas curiosas de los invitados que aún están sentados en nuestra mesa se fijan en nosotros. Entonces, con mi mejor sonrisa de mujer enamorada, llevo mi mano hacia la de Dane y me levanto de la silla.—Claro que sí, nene —respondo, y como la buena actriz que puedo llegar a ser, le dedico una sonrisa luminosa que haría pensar a cualquiera que estoy perdidamente enamorada. Caminamos hacia la pista de baile como si fuéramos la pareja más perfecta d
[DANE]Cuando acepté prestarme a este engaño, pensé que sería una sola noche de favor. Un intercambio justo con la mujer que literalmente le salvó la vida a mi padre; una devolución de cortesías y nada más. Jamás imaginé que terminaría envuelto en esto… presenciando cómo mi exnovia, la mujer con la que imaginé casarme y tener hijos, se casaba con otro hombre frente a mis ojos.Lo peor no es eso. Lo peor es que yo sabía que existía “alguien”. Lo que no sabía era quién. Ni su nombre. Ni su cara. Ella solo me dijo un día: “Dane, conocí a alguien y me enamoré. Él puede darme todo lo que tú no. Lo siento.”Creí que era una manera de presionarme para que me pusiera más ambicioso. Jamás pensé que llegaría a este punto. Y ahora, como dijo Keira, lo único que quiero es demostrarle a Salma lo que perdió al dejarme ir.—Dane, ¿me escuchas? —la voz de Keira me saca de golpe de mis pensamientos, seguido de su mano moviéndose frente a mis ojos.—Perdón, ¿qué decías? —pregunto intentando volver a la
[KEIRA]De todos los escenarios que recreé en mi mente sobre lo que podría pasar esta noche, este es el que menos imaginé. ¿Cuáles eran las posibilidades de que la ya casi esposa de Mauricio resultara ser la exnovia de mi “falso novio”? La respuesta lógica debería ser cero, pero no. Al parecer teníamos todos los números ganadores de este bingo emocional y cantamos “¡línea!” sin vergüenza alguna.—Dane —susurro, porque él está visiblemente más afectado que yo.—Esto es imposible… se casa —murmura como un zombi, sin darse cuenta de que está en medio de una catedral repleta de gente.«Genial. ¿No se suponía que él estaba aquí para sostenerme emocionalmente? ¿Desde cuándo se invirtieron los papeles? Ah… sí, desde el instante exacto en el que vio que su ex está a punto de decir “sí, acepto” al mismo hombre que me dejó a mí.»—Dane, ¿no la sigues en redes sociales? ¿Cómo es que no sabías que se casaba? —pregunto bajito, mientras el cura habla sobre fidelidad y otras cosas que estoy segura e
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