Una jaula de oro, un matrimonio cruel y el regreso de un fantasma del pasado. Cassia Vance conocía muy bien las reglas: ser una esposa obediente, una buena y abnegada futura madre y una mujer sacrificada por la reputación de su apellido. Obligada a casarse con Adrik Gavrilov, Cassia sacrificó el amor por el deber, dejando atrás a Donovan, su mejor amigo, el único hombre que le ofreció una salida. Creyó que podría soportar un matrimonio frío, que el peso de su apellido la haría fuerte y que todos esos sacrificios valdrían la pena si su madre se sentía orgullosa de ella. Jamás imaginó que se convertiría en la presa de un hombre despiadado, alguien que no solo disfrutaba su sufrimiento, sino que lo exhibía como una prueba de su poder. Cuando por fin logra escapar, se aferra a la única oportunidad de reconstruirse lejos de los fantasmas de su pasado. Una nueva vida, una identidad silenciosa y un temor siempre presente. Pero el destino no la deja respirar. En su primer día como secretaria de una influyente empresa de arquitectura, Cassia se encuentra con Donovan Gavrilov, el mejor amigo que alguna vez le pidió que huyera con él. El amante de una sola noche. Y el hombre que nunca dejó de pensar en ella. Él no conocía la verdad. Los secretos que Cassia llevaba en la piel. Las marcas invisibles de un pasado que aún la acechaba. Para Cassia, estar allí significaba enfrentar el secreto que la había consumido en silencio: el peligro de Adrik seguía acechándola. Y mientras la pasión enterrada entre ellos amenazaba con resurgir, Cassia deberá decidir si esta vez romperá las reglas… o si el pasado, las mentiras y los secretos los consumirán antes de que puedan escapar.
Leer más—Feliz cumpleaños, Cassia. —Sorbí por la nariz y miré hacia otro lado, intentando no echarme a llorar de nuevo. Tomé un largo trago de vinotinto de mi copa y volví a rellenarla al instante.
Llevaba una hora llorando sin parar. ¿Por qué tenía que hacer esto cuando le dije que no era necesario? ¿Acaso no notaba que me estaba rompiendo el corazón? —No es gracioso, Donovan. Te acabo de contar mi dilema familiar, ¿y pretendes que celebre mi cumpleaños? —le dije, con la voz constipada por haber llorado tanto tiempo. Ni siquiera podía respirar con normalidad. Donovan sonrió e, ignorando mis palabras, colocó en mi mano libre aquel pastelito de chocolate que tenía una pequeña velita encendida a punto de apagarse. ¿Se puede ser tan tonto? —Pide un deseo, Cass. —¿Para qué? Mi deseo no se cumplirá por más que lo pida. —Me negué y dejé el pastelito a un lado y suspiré. Aquí podía darme el lujo de ser malagradecida y sin una gota de educación con quien yo quisiera. Después de todo, estábamos en el techo de la casa de descanso de mi mejor amigo, en medio de la madrugada, después de escapar de mi casa. Este era el único lugar donde podía permitirme estar en completa soledad y tranquilidad. —Tu deseo puede cumplirse con solo una palabra. —Respondió, esta vez sin sonreír. Ya no había rastro del amigo divertido y comprensivo de siempre—. Di que no. —No es tan fácil. Ojalá lo fuera; no estaría en este dilema. —Sí lo es. —Volvió a insistir y yo resoplé, mucho más frustrada que antes. Se suponía que vine a relajarme. Tomé otro sorbo de vino y, de pronto, comencé a sentir mis mejillas calientes—. Párate frente a tu madre y dile que no quieres casarte. Haz lo que tú quieras por primera vez en la vida. Lo que yo quiera. En mi familia, lo que yo quiera o anhele no importa en absoluto. —Si pudiera hacer eso, ¿no crees que ya lo habría hecho? —le respondí, rodando los ojos. No comprendía por qué me decía esas cosas ahora; él sabía las razones por las cuales había decidido casarme. Bueno, decidir, como tal, no. Sin embargo, mi deber como miembro de la familia Vance era devolverle el prestigio que alguna vez tuvo mi familia en el pasado. Y este matrimonio era lo mejor que podía hacer para lograr ese objetivo. Después de todo, el hombre con el que me había prometido mi madre no era cualquier persona. Estaba a punto de casarme con nada más y nada menos que con un Gavrilov. Más específicamente, con el medio hermano de mi mejor amigo aquí presente. —Puedes hacerlo, solo tienes que superar el temor tan grande que le tienes a tu madre. —Bufé por segunda vez, ya que el tema me estaba sacando de mis casillas. Incluso quería irme a casa—. Ven conmigo. Vente conmigo a Italia; cuando regresemos, serás una mujer nueva, perfectamente capaz de depender de ti misma, sin necesidad de tener a ningún hombre a tu lado. Sonreí con ternura al escuchar las palabras de mi mejor amigo. Donovan Gavrilov fue el mejor descubrimiento que obtuve en la secundaria; desde que nos conocimos, habíamos sido inseparables y ahora estaba aquí, a mi lado, intentando persuadirme de que asistiera a mi propia boda. Una boda con un hombre al que no quería, pero que le iba a devolver el brillo que había tenido el apellido Vance en años anteriores. Mi madre y mi hermano esperaban mucho de mí. Habíamos tenido tiempos complicados desde que papá falleció. De alguna u otra forma, esta unión era el único modo de poder salir de todas las penumbras que habíamos sufrido durante muchos años. No podía simplemente irme y dejarlos a la deriva; no era propio de mí. Además, el hermano de Donovan no era malo conmigo. Está bien, no estaba enamorada de él, pero durante el tiempo en que nos obligaron a salir, ya que debíamos conocernos, había sido extremadamente atento y dulce conmigo. Durante los últimos meses, me había obligado a adaptarme a la idea de que, con el tiempo, terminaría enamorándome de él y sería completamente feliz. Eso quería creer. Necesitaba creer en ello. —Sabes que no haré eso; mañana me casaré y no hay nada que puedas hacer, Donovan. —Respondí resignada y esta vez el que bufó fue el castaño de ojos verdes. Él realmente estaba en contra de mi unión con su medio hermano—. Además, todo esto es culpa tuya. Aquel arrebato lo tomó por sorpresa y me miró frunciendo el ceño. —¿Yo? A ver, dime, ¿por qué es mi culpa? Que yo recuerde, no fui el que te puso el anillo y te obligó a casarte. —Precisamente eso fue lo que no hiciste. —Donovan me miró aún más confundido que antes y yo chasqueé la lengua después de beberme el resto de mi copa de un solo golpe. Ya me sentía un poquito mejor, pero la tristeza y la impotencia que sentía por no poder elegir a la persona con quien compartiría mi vida eran enormes. ¿Por qué todos tenían derecho a ser felices menos yo? Cassia Vance siempre tenía que sacrificarse por los demás y tomar la decisión correcta sin importar qué. —¿Querías que te pusiera un anillo? —Preguntó de forma burlona mientras bebía un sorbo de su gaseosa. Él no podía permitirse beber; después de todo, tenía que llevarme de vuelta a casa antes del amanecer. Me encogí de hombros y miré la botella de vino a la mitad. Olvidando mi copa, tomé el cilindro medio lleno y me llevé el pico a la boca, probando aquel delicioso sabor que en esos momentos me estaba tranquilizando mucho más que las palabras de mi mejor amigo. El mencionado sonrió al verme beber alcohol de una forma tan poco femenina, muy diferente a lo que era frente a los demás. —Al menos sé cuáles son tus intenciones, Van. —Confesé en voz baja después de un rato y él me miró en silencio—. Sé que él no es malo, jamás me ha tratado mal y ha sido muy comprensivo con el tema. Sabe que soy la chica trofeo perfecta para él, pero... Si tan solo hubieras decidido quedarte en el país y aceptar el cargo, nada de esto estaría pasando. —No nací para dirigir una empresa, Cassia. —Respondió tajante y yo asentí, sintiendo la tristeza crecer de nuevo dentro de mí. Lo sé, Van. —Aun así, me habría gustado que fueras tú la persona con la que mi mamá me hubiera comprometido. Después de todo, eres el Gavrilov reconocido, el primogénito. Mamá no habría dudado y yo no estaría devanándome el cerebro por pensar en pasar mi noche de bodas con un total desconocido que no... Me detuve de inmediato al darme cuenta de la gran cantidad de estupideces que estaba diciendo. Este vino definitivamente me había afectado. Sin embargo, ya era demasiado tarde; Donovan había captado lo que realmente me tenía afectada. Después de todo, él no estaba tomando alcohol. —¿Te habrías casado conmigo solo porque sabes que no sería capaz de tocarte sin tu consentimiento? —Cerré los ojos con fuerza. En definitiva, había dicho una enorme estupidez. —¿Podemos olvidarlo, por favor? —No. —Donovan sonrió y mi rostro se puso rojo—. El idiota no lo sabe, ¿cierto? Nadie se lo imaginaría; después de todo, tenía 27 años. No era tan común encontrar chicas en mi situación. —Donovan... —No quieres que él sea el primero, ¿cierto? ¿Por qué tuve que mencionar eso frente a él? No había querido pensar mucho en ello; después de todo, para mañana en la tarde ya estaría unida de por vida a un completo desconocido. Sin embargo, debía admitir que me aterraba la idea de pasar mi primera vez con alguien por quien no tenía ningún tipo de sentimiento, mucho menos deseo. Y aunque el medio hermano de Donovan no era nada feo, no sentía ningún tipo de atracción hacia él. En cambio por Van… ¡Olvida eso, Cassia! —Se terminó el vino, iré por otra botella y... —Hice el intento de levantarme del techo plano, tambaleándome un poco en el proceso, pero apenas pude dar un paso, ya que la enorme mano de mi mejor amigo se aferró a mi muñeca. No puede ser. —Cass, espera. —La respiración se me cortó en cuanto escuché su tono de voz bajo y tranquilo. Definitivamente no estaba en condiciones para tener este tipo de conversación con él—. Respóndeme. —No quiero. —¿Por qué no? ¡¿Acaso no es obvio?! —Porque no es asunto tuyo, Donovan. —Respondí y él se quedó en silencio, dejando libre mi muñeca con extrema lentitud. No me gustaba hablarle así, pero tampoco podía permitirme seguir metiendo la pata y acabar con la poca dignidad que me quedaba. Al menos frente a mi mejor amigo debía mantenerme lo más cuerda posible, mucho más ahora que mi mente estaba decidida a crear escenarios eróticos con el que... ¡Ya basta, Cassia! Con demasiada dificultad y sin poder tranquilizar mi acelerado corazón, bajé del techo y terminé en la azotea. Luego seguí bajando hasta llegar al solitario y oscuro piso. Donovan había hecho que todos los empleados se fueran de casa para evitar que mi visita en medio de la madrugada creara algún malentendido entre ellos. Irónico, ¿no? Cuando llegué al lugar donde tenían la licorera, me acerqué más tranquila, en busca de un poco más de aquel delicioso vino. Necesitaba mucho para poder seguir pensando en todo lo que iba a cambiar mañana, sin perder la cordura en el intento. Sin embargo, no fui capaz siquiera de poner la mano en la manija, ya que una enorme mano sobre mi muñeca me hizo girar de golpe, encontrándome con aquellos ojos verdes que, por alguna extraña razón, se habían oscurecido. De nuevo, mi corazón se aceleró. ¿Qué pasa? —¿Estarías dispuesta a aceptar que yo sea el primero en estar contigo? —me dijo con voz aún más baja, acortando cada vez más el espacio entre los dos, logrando que comenzara a sofocarme por el calor. ¿Por qué siento mi piel arder? ¿Qué pasa con el aire acondicionado de este lugar? —¿Qué quieres...? —Ya lo escuchaste, Cassia. —Respondió y yo me quedé en completo silencio. Mi cerebro intentaba decodificar aquello que acababa de decir mi mejor amigo. En quince años de amistad, jamás me había dicho algo como eso. Ni siquiera por accidente. ¡Jamás!—. Puedo ser el primero en tener sexo contigo si eso es lo que quieres. ¿Acaso estoy soñando? Esto tiene que ser un maldito sueño. ¿Por qué Donovan se está comportando así? —Mañana me caso, Van. ¡¿Y por qué demonios le respondí eso en lugar de darle una bofetada y salir huyendo lejos de aquí?! —Y yo me iré a Italia después de la boda. —Respondió y mi corazón se rompió un poco al darme cuenta de que estaría un tiempo sin saber de él, pero esa había sido su decisión. Ahora yo tenía que tomar la mía—. Solo te estoy dando una solución a tu dilema. No quieres entregarte a un desconocido y yo no lo soy. ¿No crees que soy la mejor opción? —Eres mi mejor amigo. —Mencioné como si esa fuera la explicación correcta a todo lo que me había dicho. —Y tú eres mi mejor amiga. Es por eso que quiero ayudarte. —Susurró en mi oído, provocando que los vellos de todo mi cuerpo se erizaran en simultáneo. Si dijera que Donovan Gavrilov no me provocaba absolutamente ningún tipo de deseo, estaría mintiendo descaradamente. Mi mejor amigo estaba buenísimo y él lo sabía—. Sin sentimientos, sin preguntas, sin complicaciones, sin ataduras. Solo nosotros dos debajo de este techo, pasando un buen momento. Prometo ser cuidadoso. Después de todo, debes ser capaz de caminar mañana. Le di un pequeño golpe en el hombro que lo hizo sonreír divertido. Sin embargo, mi cabeza estaba hecha un lío. ¿Acostarme con mi mejor amigo? ¿Solo por esta ocasión? ¿Permitirle que él sea el primero antes de convertirme en la esposa de la persona que él más detestaba? —Sin sentimientos, sin preguntas, sin complicaciones, sin ataduras. —Repetí sus primeras palabras y él asintió, esta vez, su nariz olisqueando el largo de mi cuello—. Después de esto me casaré y seguiré siendo la hija perfecta que mi madre necesita. Tú te irás y seguirás viviendo en la soledad que tanto amas. Nunca más volveremos a mencionar esto. Jamás pasó. Todo morirá en el instante en que pongamos un pie fuera de esta casa, ¿entendido? Solo por una vez. Por una única vez, quiero sentir qué se siente hacer algo incorrecto. Qué se siente dejar de ser tan perfecta. Vivir mi vida y dejarme llevar por mis deseos más carnales. ¿Quién mejor que mi mejor amigo para lograr aquello? No había nadie en quien confiara más que en él. —Trato hecho, Cass.[Donovan]La cena ya estaba servida, el vino que pedí en mi copa, y la creciente tormenta que amenazaba con inundar el comedor: Cassia.La chica de ojos oscuros y cabello castaño, ahora recogido en una coleta descuidada, seguía furiosa e intentaba ignorarme de todas las formas posibles.Lo mismo ocurrió cuando vinimos de regreso de la compañía. No hubo tema de conversación, ni dulces, ni mucho menos flores que la hicieran mirarme aunque fuera medio segundo.Había herido su orgullo y lo sabía muy bien, pero Cassia debía comprender que no podía dejarme llevar por mis sentimientos en asuntos de la compañía. Debía ser firme e imparcial sin importar con quién fuera.Ella se equivocó y tuvo que ser advertida.Y ahora el ignorado era yo.Cuando aquella muñeca de piel clara y hermosa —marcada injustamente por un maldito— se sentó frente a mí con una gracia tan afilada que podría haber cortado la porcelana del plato, por primera vez sentí temor de ella. No me miró ni una sola vez y había dejad
—Gracias por su tiempo, señor Villenfort. —Ambos hombres se estrecharon las manos, y luego el abogado vino hacia mí y se despidió de la misma forma—. Estaremos en contacto.—Siempre es un placer, señor Gavrilov. Señora. —Se despidió de ambos y salió de la sala privada, donde minutos antes estuvimos discutiendo los detalles para recuperar mi antigua vida.O bueno, casi... Porque después de escuchar que Donovan pensaba casarse conmigo tras mi divorcio —sin siquiera consultármelo—, ya no estaba tan segura de nada.Durante el resto de la comida, ni siquiera presté atención. Me perdí en mis pensamientos, tratando de organizar todo lo que quería decirle al castaño cuando el abogado nos dejara a solas.¿Quién se creía Donovan?Sí, está bien... Habría preferido casarme con él en lugar de con su hermano, pero ahora que tenía mi libertad tan cerca, no pensaba unirme a nadie más.No porque creyera que Donovan sería como Adrik. Sabía que a su lado sería la mujer mejor cuidada del universo, pero n
—¿Me puedes explicar por qué tengo un correo con un video de las cámaras de seguridad donde claramente estás agrediendo a dos de mis trabajadoras? —Donovan giró su teléfono hacia mí, y efectivamente el video de mí lanzándoles el tazón de sopa me saludó sin vergüenza.Debería tener una copia de eso. Me sentí bastante bien.Ni siquiera respondí. Seguí revolviendo mi jugo de maracuyá con una pajita, concentrándome en el movimiento del líquido entre los hielos. Donovan gruñó.Estábamos en un restaurante bastante lujoso; ni siquiera yo había venido alguna vez. Era casi imposible conseguir una reservación aquí, pero Donovan lo logró con una sola llamada. Los dos estábamos en una sala privada, esperando al abogado.Aún quedaban varios minutos antes de que llegara, así que el regaño era inminente.Rayos.—Cassia.—¿Cambiaría algo si te lo dijera? —respondí con un gesto cansado, lo que hizo que frunciera el ceño.—¡Por supuesto que sí! —exclamó de pronto, haciéndome pegar un brinco del susto—.
—Vaya… ¿decidiste hacerme caso? —tuve que obligarme a no rodar los ojos en cuanto escuché esa voz. Lo último que necesitaba eran las tonterías de Leila—. Ya no pareces la pordiocera de hace unos días, casi ni te reconozco.Con cuidado, bajé el tenedor y lo dejé en la bandeja. Lo poquito que me había obligado a comer desapareció al instante con su presencia. Apenas era mediodía, y la cita con el abogado sería en dos horas. Conociendo a Donovan, seguro estaríamos allí media hora antes.Ni siquiera logré concentrarme bien durante todo el día. Cometí demasiados errores. Varias personas me regañaron e incluso levantaron una queja a Recursos Humanos por mi falta de experiencia. Sin embargo, Max se encargó de que aquello no procediera, ni de que Donovan se enterara, y se lo agradecí con el alma.También me ayudó a corregir los errores y se quedó a mi lado durante toda la jornada. Aunque Max no tenía conocimiento del vínculo real entre su jefe y yo, ya había tenido suficientes oportunidades p
—Donovan... —intenté echarme un poco hacia atrás para calmar mis ganas de saltarle encima y devorar sus labios, pero me terminé golpeando la cadera con el borde de su escritorio, cosa que lo hizo reír bajito.Una vez más, no sería capaz de escapar.—¿Qué pasa, Cassia? —su rostro estaba tan cerca del mío. La mano que tenía apoyada en el escritorio comenzó a deslizarse lentamente hasta alcanzar la mía, rozando nuestros dedos con lentitud. Provocando que un fuego peligroso comenzara a crecer dentro de mí.Dios, Cassia, detén esto.Es tu mejor amigo. Estás casada. ¡No viniste a esto!¡Controlate!—Tienes que continuar con los planos. Tu cliente...—¿Debería concentrarme, ¿no? —dio un paso más, y ya estaba prácticamente pegado a mí. Mi corazón estaba a punto de estallar, y sudaba a mares. No entendía cómo habíamos llegado a este punto… ni por qué Donovan se estaba comportando así—. Eres una distracción. Una grandiosa distracción. Desde que me fui a Italia no pensé en otra cosa que no fuera
—Buenos días a todos —saludé con voz firme pero educada, llamando la atención de todos en el piso.Hoy sería diferente.Lo supe por cómo se detuvieron los teclados.Por cómo los ojos se levantaban, uno a uno, como si el aire hubiera cambiado súbitamente.Mientras caminaba por el pasillo, con los tacones altos repiqueteando, haciéndome notar, supe que algo se había transformado.Ya no me miraban con indiferencia. Ni con lástima.Sino con sorpresa.Con juicio.Evaluándome en silencio.—¿Es Cassia? —escuché a una de las chicas preguntarle a la otra en voz baja. Su tono cargado de asombro me hizo sonreír.Varios recuerdos de la Cassia pasada cruzaron mi mente. La había extrañado más de lo que pensaba.—Wow, no la reconocí... Se ve hermosa.—Eso es Armani, ¿verdad? —escuché decir a otros mientras llegaba a mi puesto y comenzaba a preparar mi área de trabajo—. ¡Lo es! Es lo más reciente… Vaya, todo lo que lleva seguro costó una mini fortuna.Oh, vaya…Escuchaba más murmullos de los que hubi
Último capítulo