Capítulo 1

Dos años después…

Tic, tac, tic, tac.

Está cerca; puedo sentir sus pasos pesados en el piso de abajo, buscando todo lo que necesita para obtener su deleite personal.

Tic, tac, tic, tac.

Intentando no hacer ruido, caminé de puntillas y me escondí en el lugar más profundo y oscuro del armario, deseando con todas mis fuerzas que desistiera de su oscuro deseo, que me dejara descansar una vez.

Por hoy... Solo por hoy.

Un clic resonó por toda la casa y mi cuerpo se tensó al saber qué era lo que estaba a punto de sonar. Cada vez falta menos. ¿Por qué tuvo que salir temprano del trabajo? Ni siquiera tuve oportunidad de cenar.

¿En qué momento mi vida se convirtió en esta tétrica rutina?

¿Por qué tengo que esconderme y rezar internamente para no ser encontrada?

¿Cuál fue mi error?

Y entonces, de las bocinas instaladas por toda la casa, comenzó a sonar aquella melodía que conocía a la perfección. De inmediato, comencé a temblar y me encogí abrazando mis piernas, cerrando los ojos y tratando de pensar en otra cosa.

Será algo rápido, Cass. Podrás soportarlo; siempre lo logras. Si no lloras o gritas, él te dejará en paz rápido y podrás dormir un poco.

Mientras la inconfundible voz de Sinatra envolvía todo el lugar, con aquella icónica canción llamada My Way, mi corazón repiqueteaba tan fuerte que podía jurar que lo escucharían a miles de kilómetros de distancia, pero no. Nadie escuchaba.

Nadie sabía lo que pasaba detrás de estas paredes.

Escuché pasos y el sonido de la inconfundible cadena de castigo, siendo arrastrada con lentitud, subiendo por las escaleras. Apreté un poco más los ojos y seguí murmurando las oraciones que mi mamá me había enseñado, esperando que de alguna manera mis súplicas fueran escuchadas, pero nunca lo eran.

Dios se había olvidado de mí.

Tic, tac, tic, tac.

Cada vez se escuchaba más cerca. Cada vez estaba más cerca de mí. Mi cuerpo lo sabía; estaba aterrado, quería que todo esto finalizara de una vez, que un día finalmente perdiera el control y terminara con mi sufrimiento. Sin embargo, él no era tan tonto.

¿Por qué acabaría con lo único que le daba placer en la vida?

Piensa en tu lugar feliz, Cassia. Ve a ese lugar hasta que todo haya acabado.

Y mientras Sinatra seguía dejando el alma en aquella canción que tenía una sensación agridulce para mí, detuve mis oraciones y pensé en aquel momento, horas antes de casarme. La última vez que sonreí de verdad en mi vida.

La última vez que fui feliz.

¿Cómo fue que la canción que me trajo tanta felicidad alguna vez ahora me aterrorizaba hasta lo más profundo de mi ser?

Todavía recordaba a la perfección aquel momento durante el vals, después de compartir el primer baile con mi esposo.

La última vez que bailé con Donovan Gavrilov, mi mejor amigo y el medio hermano de mi esposo.

El hombre al que le había entregado mi virginidad la noche anterior.

—¿Me permites? —mi cuerpo se tensó al ver cómo Donovan miraba fijamente a su medio hermano, intentando no perder el control frente a él.

Para nadie era un secreto lo mal que se llevaban e incluso durante la ceremonia habían tenido un altercado, pero Donovan se había alejado, ya que no quería hacer una escena en mi boda. Sabía lo importante que era para mí que todo saliera bien.

Jamás había visto a mi madre tan feliz y quería mantener ese momento el mayor tiempo posible. Por primera vez en mis veintisiete años de vida, no había sido criticada ni una sola vez por ella. Estaba feliz porque pronto la familia Vance volvería a resurgir, gracias a este matrimonio.

A mi unión con un Gavrilov.

No con él que yo quería, pero tampoco podía quejarme. Mi nuevo esposo era todo un galán.

Aunque después de lo que hice anoche, no debería estar pensando de esa manera. Seguía sin poder procesar correctamente lo que había pasado... Lo que Donovan y yo habíamos hecho.

No voy a mentir; fue todo un sueño para mí.

Y aunque todavía sentía un poco de molestia en mi zona íntima, no me arrepentía de absolutamente nada. Bueno, sí, de algo sí.

De no haberme casado con él.

—Por supuesto... Hermano. —Casi a regañadientes, mi esposo, Adrik Gavrilov, soltó mi mano y la colocó en la de su hermano mayor.

La tensión entre ambos era palpable; teníamos todos los ojos puestos en nosotros, pero ninguno podía permitirse armar una escena frente a tantas personas. Los Gavrilov los matarían... Y yo también.

Nada podía arruinar esto, ni siquiera ellos.

—¿Estás bien? —me tensé un poco al escucharlo y, por un segundo, me concentré en no tropezar con mis tacones y caerme en medio de nuestro baile.

Donovan y yo no habíamos hablado mucho desde lo que pasó anoche; de alguna manera se sentía algo... extraño. Sin embargo, los demás estaban comenzando a notar la notable distancia entre ambos y, aunque nosotros sabíamos cuál era la verdadera razón, los demás lo atribuían a la evidente rivalidad que tenían los hermanos y herederos Gavrilov.

Aunque, siendo sincera, prefería que fuera así. Jamás sería capaz de salir si alguien descubriera que había engañado a mi esposo un día antes de la boda.

—Lo estoy.

—¿Estás satisfecha? —mi sonrisa flaqueó un poco al escuchar aquello. Él estaba decepcionado de mi decisión—. Lograste lo que tu madre quería.

—Donovan... —cerré la boca en cuanto el castaño de ojos verdes soltó una de mis manos y me dio una vuelta elegante, logrando que mi vestido blanco brillara bajo todas las luces del salón.

Por primera vez desde que llegué, me sentía como una princesa. Donovan tenía el don de hacerme sentir así, aun si lo que usara fuera un costal de papas viejo y roto por los lados.

—Ya, lo sé. —Volvió a girarme y, en cuanto nuestros cuerpos volvieron a estar tan cerca el uno del otro, mi corazón se aceleró. Estaba nerviosa y me preocupaba que alguien se diera cuenta de ello—. Te ves hermosa, Cass.

—Gracias. —respondí bajito y sonreí ante sus palabras; no podía dejar que los demás se dieran cuenta del enorme efecto que tenían sus palabras en mí, pero me emocionaba cada vez que me decía cosas como esas.

¿Por qué no fue él?

¿Por qué tuvo que ser su hermano?

Mientras en el salón los demás invitados bailaban con sus respectivas parejas, Donovan y yo estábamos embelesados por la voz del cantante, interpretando la canción favorita de mi mejor amigo. My Way. Cada vez que le ocurría algo bueno, la colocaba para celebrar, y realmente era bastante irónico que la pusieran justo el día de hoy.

Sin embargo, Donovan no iba a desperdiciar aquella oportunidad. Era su último baile conmigo, quién sabe por cuánto tiempo.

—Esta noche saldrá mi vuelo, así que me iré un poco antes. —Mi sonrisa flaqueó un poco y mi corazón se sintió herido. No quería que Donovan se fuera; él era mi zona de confort, pero lo entendía.

Él no quería hacerse cargo de la empresa familiar y tenía que marcharse para poder cumplir sus objetivos. Es por eso que la persona que iba a asumir, aún siendo tan joven, era Adrik Gavrilov.

Mi esposo.

—¿Te veré pronto? —pregunté, pero él no me respondió—. ¿Volveremos a vernos?

—Sigo sin confiar en él, Cassia. —Se refirió a su hermano menor, cambiando por completo de tema y yo suspiré cansada del mismo tema.

Yo solo quería disfrutar de esta última canción a su lado.

—Donovan, por favor. No me hagas esto. —Supliqué porque ya no sabía qué más hacer. Esto también era difícil para mí.

—Solo escúchame... Si alguna vez, no importa cuándo, Cassia. Si en algún momento quieres huir de él, necesitas ayuda o simplemente un compañero... Llámame. —Oh—. Cassia, jamás estaré de acuerdo con esta decisión que tomaste, pero soy tu amigo y te apoyaré en cualquier locura que escojas. Es por eso que te pido que mantengas mi número cerca.

¿Por qué tantas advertencias?

—Estaré bien, Donovan. Creo que estás exagerando un poco.

—Tal vez... Sigo sin fiarme de él y lo sabes.

—Adrik no te ha hecho nada.

—Aún no, Cassia. —Respondió desviando la mirada de mis ojos hacia los de él y luego regresó a verme—. Aún no me ha hecho nada y es por eso que debo cuidarme. Llámame, ¿sí? No importa dónde esté, vendré a ti enseguida... Promételo, Cass.

Cass...

Promételo...

Promételo, Cass.

¡Cass!

—Cassia... —Y entonces las puertas del clóset se abrieron y la música se hizo más fuerte.

Un toque.

Dos toques.

Y de un solo tirón fui jalada hacia afuera del armario, cerrando los ojos con fuerza cuando la luz me dio de lleno. De inmediato dejé de respirar y me preparé para lo que se venía. Cada fibra de mi cuerpo lo sabía y sufría con él.

Todos los días eran iguales.

Nunca cambiaba.

Nadie venía a ayudarme.

Me dejaron sola.

¿Por qué no lo llamé?

¿Por qué dejé que me quitara cualquier tipo de comunicación con Donovan?

¿Por qué me está pasando esto a mí?

¿Por qué me está castigando de esta forma?

—¡Te encontré!

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP