Después de una larga y agotadora travesía, en la que tuvimos que cambiar de taxi varias veces para lograr despistar a mi esposo, nos detuvimos frente a una especie de área rural. La mujer, quien se había mantenido inmersa en su teléfono, no había dicho ni una sola palabra, solo que nos llevara al centro de reposo "Mujer Feliz".
Al parecer, ya habíamos llegado.
Después de que le pagó al taxista, con cuidado me ayudó a bajar del auto y dimos un par de pasos más cerca de aquel viejo edificio. Sin embargo, me detuve después de avanzar un poco más.
¿Dónde estamos?
—Espera... ¿Qué es esto? —pregunté un poco temerosa. Esta mujer podría ser incluso más peligrosa que Adrik; ni siquiera sabía su nombre aún.
Ella sonrió, emanando un poco de ternura, y me miró intentando no asustarme.
—Aquí podrán ayudarla, señora.
—¿Es una estación de policía?
¡No!
Si denunciaba a Adrik, volvería a terminar bajo su dominio. La policía jamás me ayudaba y solo se ponía de su parte.
Después de todo, él er