Capítulo 2

—Mamá, ¿cómo estás? —Hice un gesto de dolor cuando me senté en el sofá, pero intenté por todos los medios que ella no se percatara de ello.

Una vez más me encontraba sola en mi casa, con el cuerpo adolorido y marcado por todos los golpes que había recibido anoche por parte de mi marido. Al menos esta vez no había sido cortada o incluso quemada; solo habían sido unos puñetazos y latigazos.

Algo bastante común en mi vida desde que me casé, por muy horrible e impactante que sonara.

—Cassia. —Su voz era firme, ya no era "cariño" o "mi preciosa hija". Desde que Adrik había perdido todo el control de la empresa Gavrilov, había dejado de ser la querida hija de mi madre. Desde ese momento había empezado mi calvario, el infierno dentro de mi propia casa—. Por favor, dime que tienes buenas noticias.

Buenas noticias.

Serían buenas el día que finalmente lograra salir de esta cárcel. De mi propia jaula de oro.

Si algún día logro tener las llaves, el código de seguridad de la casa y también burlar a los guardias alrededor, claro.

Mamá estaba inquieta; desde que Adrik había sido relevado del cargo de presidente hacía un año y dos meses por su pésima gestión y por haber logrado que la empresa perdiera una gran cantidad de dinero, todo había cambiado para nosotros.

La abuela de Adrik y Donovan nos había enviado lejos para que mi esposo tuviera la oportunidad de administrar una pequeña subsidiaria y comenzar desde cero, mientras que Donovan sería el nuevo presidente a cargo. Sin embargo, eso no le gustó para nada a mi esposo, quien frustrado y en desacuerdo con la decisión de su abuela, tomó nuestras cosas y nos llevó a otra ciudad, donde comenzó todo mi calvario.

Adrik Gavrilov vivía una vida doble, donde para el mundo exterior era el hombre perfecto e intachable que estaba haciendo todo lo posible por salir adelante, mientras que dentro de nuestra casa era el mismísimo diablo.

El hombre que, con toda intención, me había provocado varias heridas, tanto físicas como psicológicas y emocionales.

El hombre que me había destruido poco a poco.

—No, mamá. —Le respondí, soltando un suspiro pesado. Luego me moví un poco, pero un fuerte dolor en mi costado me hizo detener—. Adrik y yo seguiremos aquí por un tiempo más. Él necesita encargarse de la subsidiaria.

¡Maldición, me duele todo!

—Mierda... —Escuché una maldición al fondo y de inmediato supe que mi hermano mayor estaba cerca, probablemente a su lado.

—Mamá, voy a colgar. Adrik me invitó a almorzar y tengo que...

—Eso es, ponte bonita y seduce a tu esposo. Quizás si quedas embarazada, la vieja Susan termine devolviéndole el puesto. —Me tensé al escuchar la palabra "embarazo" y de inmediato mi vista se nubló. Mi mente se llenó de oscuros pensamientos y recuerdos que no querían salir a la luz. Ya había derramado demasiadas lágrimas por ese tema—. Envíame foto de lo que usarás, te diré si estás acorde.

¡No!

Ella no puede verme así.

—Eh, mamá, estoy algo apurada. Te enviaré una foto luego. Te amo. —Me despedí rápido y finalicé la llamada antes de que pudiera decir algo más.

Solté un largo suspiro y me quedé inmóvil por unos minutos. Realmente estaba adolorida; incluso me dolía respirar. Sabía que no tenía ningún hueso roto, pero eso no significaba que no me dolieran los magullones que tenía.

Ni siquiera pude preguntarle a mamá por Donovan. No es que ella tuviera mucha información sobre él, pero al menos estaban en el mismo país. Desde que Adrik me había prohibido contactar con él, no tuve oportunidad de saber absolutamente nada de su vida. Mamá tampoco sabía mucho, solo que había regresado al país cuando su abuela lo llamó por el tema de la sucesión, pero que él se había negado a asumir el cargo de presidente.

La verdad es que no me sorprendió aquello. Donovan no quería seguir los pasos de su padre; no quería cometer los mismos errores. Estaba obsesionado con forjar su propio futuro y es por eso que había decidido irse a Italia a trabajar con uno de sus amigos en una empresa especializada en arquitectura. Nunca supe más sobre aquello; esa era toda la información que había logrado reunir. Tampoco podía ser tan obvia y delatarme frente a mamá, quien estaba completamente engañada por Adrik.

Para ella, la que hacía todo mal era yo, y estaba segura de que, si en algún momento llegaba a descubrir todas las atrocidades que me provocaba su yerno, seguramente me echaría la culpa, acusándome de cualquier clase de cosas. Sabía que no era culpable; yo no había hecho nada malo.

No tenía de qué avergonzarme.

Mi único error había sido no aceptar la propuesta de Donovan aquella noche antes de mi boda. Estaba segura de que a su lado no me habría pasado nada de esto.

Él realmente tuvo razón cuando me dijo que no confiaba en su medio hermano, que me cuidara de él. Ojalá le hubiera hecho caso en aquel entonces. Donovan siempre tuvo razón; no debí aceptar este matrimonio solo para complacer a mi madre. Me arrepentía tanto de haber caído en las manos de ese monstruo.

De pronto, me entraron unas fuertes ganas de ir al baño, y con toda la dificultad y dolor del mundo, me levanté del sofá y caminé hacia el baño de la planta baja. No estaba en condiciones de subir las escaleras. En cuanto llegué, me encerré con llave y no pude evitar mirarme en el espejo.

Oh, Dios mío.

¿Qué fue lo que me hizo este hombre?

No pude evitar que cientos de lágrimas se acumularan en mis ojos. Estaba irreconocible.

Mi rostro estaba completamente hinchado, una parte de mi labio lastimado, los dos ojos con fuertes hematomas que casi me cubrían hasta la mitad de las mejillas. Mi cuello era todo un mapa marcado y maltratado; se notaban los dedos de Adrik estrangulándome e incluso podía ver la silueta de una de las mordeduras que comenzaba a asomarse en mi hombro. Tuve que desviar la mirada hacia un lado; no podía seguir viendo eso.

Si seguía bajando, terminaría derrumbándome una vez más. Sabía lo que había dejado: moretones, marcas... Y cicatrices.

Durante más de un año, Adrik había practicado conmigo todo tipo de torturas. Me había amordazado, golpeado, encerrado por días. Me dejó sin comida ni agua muchas veces, y cada vez que intentaba escapar de casa, simplemente todo empeoraba. Sin comida, ni agua, sin ver la luz del día por días, todo eso tomando en cuenta las enormes palizas que me daba, en las que incluso tenía que llamar a su médico de confianza para que evitara que muriera por los golpes.

No tenía ni idea de cuál era la razón por la cual me trataba así; yo jamás hice algo para que me odiara de tal manera. Salvo lo que pasó la noche anterior a la boda con Donovan, pero eso él no lo sabía. No tenía manera de cómo hacerlo. Aunque tampoco me importaba la razón.

Él era un auténtico monstruo y no había nada que pudiera detener su profunda maldad.

Así que durante todo este tiempo he estado encerrada en estas cuatro paredes, sin posibilidades de salir al mundo exterior, vigilada por cuatro gorilas que nunca dejaban la casa y sin siquiera poder salir al jardín, esperando cada noche a que mi esposo llegara para seguir golpeándome mientras My Way sonaba por toda la casa.

Esa era mi espectacular vida de casada: sufrir y arrepentirme día a día por mis decisiones. Y no podía hacer nada para detenerlo.

Mi familia no me creería, ni aunque les enviara fotos. Mi teléfono estaba intervenido, así que todo lo que enviaba o hablaba por llamada era informado a Adrik. Llamar a Donovan tampoco era opción; Adrik me mataría.

Todavía recordaba la paliza que me había dado y cómo casi me hizo comerme mi teléfono celular cuando lo amenacé la primera vez con llamar a su hermano mayor para que viniera por mí. Fue lo peor que pude hacer; desde ese momento, todos mis movimientos fueron vigilados y controlados. Poco a poco fui perdiendo el rastro a mi mejor amigo y él tampoco vino por mí.

No sabía qué había sido de él... O siquiera si me recordaba.

Después de tantas cosas, ni siquiera tenía esperanzas de algún día poder salir de aquí. Lo había intentado tantas veces, traté de pedir ayuda en tantas ocasiones, pero en todas fue en vano. Adrik siempre se las arreglaba para salir vencedor, dejándome a mí como la loca y aislándome cada vez más de los demás. Al final, mi nombre apenas era una pequeña mención en su familia; él se había hecho cargo de ello.

Y mi familia... Bueno, a ellos solo les interesaba el dinero que Adrik les enviaba mensualmente, por lo que estaba sola.

No tenía a absolutamente a nadie que me protegiera. Ni siquiera yo misma podía protegerme.

Adrik jamás me dejaría salir. Jamás me dejaría ser libre, así que solo tenía dos opciones.

Morir en sus manos... O ponerle fin a mi vida yo misma.

Y francamente, ninguna de esas era una opción para mí. Quería seguir viviendo y de alguna forma encontrar la manera de salir de aquí.

Tenía que haber una forma.

—Cassia... —fruncí el ceño en cuanto escuché la voz de Adrik, arrastrándose. ¿Qué hace aquí tan temprano? ¿Siquiera fue al trabajo?—. ¿Dónde estás, pequeña rata sucia?

Dios... Está ebrio y enojado.

No podré soportar un golpe más. Aún no me he recuperado.

Con extrema lentitud, quité el cerrojo de la puerta del baño y ni siquiera fui capaz de salir cuando sentí la presencia de aquel enorme hombre frente a mí. Él era tan diferente a Donovan; salvo por el color de sus ojos, ambos eran totalmente diferentes.

Donovan jamás me habría puesto un dedo encima.

Mi cuerpo se puso en alerta y comenzó a temblar por el pánico que me ocasionaba la mera presencia de ese hombre.

—Adrik... —apenas y pude susurrar su nombre.

Estaba aterrada; no quería que me golpeara de nuevo.

—¿Ibas a ducharte? —el mencionado preguntó, mirando por encima de mi hombro la bañera llena que había preparado para más tarde. Oh, no—. Estás horrible, Cassia... ¿Cómo fue que acepté casarme con una mujer tan horrible y asquerosa como tú? Mirarte me da asco y me molesta.

¡¿Entonces por qué no me dejas libre?!

—Yo... ¿Tienes hambre? Iré...

Y entonces su enorme mano alrededor de mi cuello me hizo cerrar la boca. Aquella presión era lo suficientemente fuerte como para que me comenzara a faltar la respiración.

No, por favor...

—¿Sabes de quién supe hoy, Cassia? —intenté responder, pero no pude y eso hizo enojar mucho más a Adrik, quien apretó su mano alrededor de mi cuello un poco más, así que al final negué con la cabeza, mis ojos llenos de lágrimas—. Eres una tonta, siempre lo has sido. No sirves ni para adivinar una estúpida cosa... El maldito de Donovan está en la ciudad, la abuela lo envió para que supervisara mi trabajo. Ni siquiera sé para qué se molesta; no es el presidente de la compañía ni nada. ¡Solo es un maldito fisgón!

¿Donovan está aquí?

¿De verdad está aquí

¿Estamos en la mismo ciudad?

¡Está aquí!

¡Él me sacará de este maldito infierno!

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