Capítulo 3

—¿Qué? ¿Te emociona eso? ¿Crees que el idiota vendrá a rescatarte? —Cuando no recibió respuesta, apretó un poco más su agarre, pero luego me lanzó contra el suelo, provocando que tosiera y me lastimara aún más que antes. Maldición—. ¡Ja! No me hagas reír, Cassia. ¿Crees que soy imbécil? No dejaré que Donovan te vea. Nadie me va a quitar a mi muñeca de desquite, mucho menos él.

¿Su...? ¿Su muñeca de desquite?

¿Solo soy eso?

—Adrik... Por favor, ayúdame... —le supliqué, levantando mi mano para que me ayudara a levantarme del suelo, pero en lugar de eso, aquel hombre volvió a tomarme del cuello y, haciendo uso de toda su fuerza, me jaló hasta llegar al borde de la bañera, colocando mi cara lo más cerca posible del agua. Sin embargo, jamás me dejó tocarla.

Una vez más, la respiración se me cortó y vi toda mi corta vida pasar frente a mis ojos.

No, por favor. No quiero morir.

—Lo odio tanto —murmuró en medio de su embriaguez—. El maldito de Donovan arruinó mi vida. No sabes cómo deseo que desaparezca de este mundo, así todo sería mío. La maldita abuela no me jodería las pelotas y me entregaría el control absoluto del imperio Gavrilov, pero eso no es posible, no mientras el maldito esté respirando... ¿Sabes qué es lo que más deseo hacerle, Cassia? ¡Respóndeme!

Cerré los ojos con fuerza al escuchar su grito demandante, pero apenas pude hablar, así que me limité a negar con la cabeza.

—No...

—¿De verdad no lo sabes?

—No... —volví a responder con la voz entrecortada, temerosa de lo que pudiera hacerme este hombre.

—Quiero matarlo, Cassia... Quiero tomarlo del cuello y... —Y entonces, de un solo movimiento, Adrik hundió mi cara dentro del agua, en un intento por ahogarme.

¡No!

Haciendo uso de toda mi fuerza, intenté liberarme de aquel agarre y salir del agua, pero no pude. Cada vez que lo intentaba, Adrik simplemente apretaba mucho más y me hundía, seguramente imaginando que era Donovan.

No quiero morir... ¿Por qué tengo que morir?

No podía ver nada, más que lo turbio del agua y sus burbujas. Con mis manos chapoteaba y trataba de quitar las manos de Adrik de mi cuello, pero no podía. También había tragado demasiada agua; ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado en esta posición. Solo que después de un rato de lucha y terror por lo que estaba viviendo, el hombre de cabello rubio que era mi esposo llevó sus manos hacia arriba y me sacó del agua, arrojándome a un lado de la bañera, como si fuera un pedazo de basura insignificante.

¿Por qué?

¿Por qué me hace estas cosas?

Arrastrándome lo más que pude, me aparté de Adrik y comencé a toser, tratando de respirar con normalidad. Me dolía respirar y tenía miedo de que intentara volver a meterme en el agua.

Sus ojos estaban inyectados en sangre; estaba parado frente a mí, mirándome como si fuera su peor enemigo. Como si fuera la persona a la que más odiaba. Él en estos momentos creía que era Donovan.

Dio un paso hacia mí y de inmediato me alejé, pegando mi espalda contra el costado de la bañera.

—No, por favor... —sabía que suplicar sería peor para mí. Él odiaba que hiciera algún ruido mientras me lastimaba y casi siempre lo instaba a golpearme más.

—¿No? —Dio otro paso y yo temblé, presa del pánico. No sería capaz de soportar otra golpiza; estaba segura de ello—. ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo? Dime, Cassia... ¿Habrías escogido al imbécil de Donovan? ¡Contesta!

—No... —apenas pude soltar un débil murmullo. No entendía a qué venía su pregunta.

Adrik soltó una larga carcajada que me heló los huesos. Dio un par de pasos hacia mí y se arrodilló. Sus ojos seguían demostrando aquel incesante odio que le profesaba a su hermano mayor, pero al no tenerlo cerca, solo podía lastimarme a mí.

—¿Sabías que preguntó por ti? —Mis ojos se abrieron de par en par en cuanto escuché aquello. Realmente me sorprendía que Donovan hubiera preguntado por mí; ya había dejado de esperarlo hace mucho tiempo. Una de las manos de Adrik se dirigió a mi cabeza y me quitó un mechón de pelo mojado de la cara. Durante todo ese momento, solo pude quedarme congelada. Si hacía cualquier movimiento brusco, él me mataría—. Está preocupado, así como tú lo estás por él. ¿Debería dejar que lo veas? Al menos una vez. ¿Qué dices? ¿Quieres ver a Donovan?

Sí, quiero verlo. Donovan me sacaría de aquí de inmediato, pero eso jamás sería posible, no sin descubrir primero qué estaba pasando y, por obvias razones, no podía ser yo la que se lo dijera. Mi esposo tampoco lo haría.

—No.

—¿Qué? —Aquello pareció sorprender a Adrik, quien sonreía divertido con toda esta situación—. ¿Acaso escuché bien? ¿La tonta de mi esposa no quiere ver a su entrañable Donovan? —Negué con la cabeza después de un rato y él solo soltó una fuerte carcajada que me hizo echarme un poco hacia atrás—. ¿No será que no quieres que te vea así? Bueno, no te culpo; te ves asquerosa. Ya no queda ni una sola parte de la hermosura que eras hace un año. Lástima que no puedo deshacerme de ti; podría ir a donde quisiera con Jessica, esa sí que es una mujer. Una mujer que me complace en lo que quiera.

¿Ese es su problema?

¡Joder, si desde el día número uno he sido incondicional con él!

¿Por qué diablos no me deja en paz?

Yo solo quiero irme y vivir lejos de toda esta locura. Lejos de la familia Gavrilov. Gracias a ellos y por cumplir con los estúpidos caprichos de mi madre, ahora estaba sufriendo las peores consecuencias que existían en la faz de la tierra. Adrik se estaba asegurando de eso.

—Adrik, yo...

—No te preocupes, horrible esposa mía. —Una vez más me encogí cuando lo vi acercarse, aún en cuclillas hacia mí, hasta quedar demasiado cerca. Mi corazón de inmediato comenzó a latir como loco, muerto de miedo. Sin embargo, cuando pensé que ya no iba a lastimarme más, el mencionado me tomó del mentón y me atrajo hacia él, obligándome a mirarlo fijamente—. No voy a dejar que él te vea. Le dije que estabas fuera del país, así que no podrás verlo y, como me aseguraste que no estás interesada en él y que me amas solo a mí, no debería haber ningún problema con eso. Haremos lo mismo que todos los días: te quedarás aquí, esperándome después de un largo día de trabajo, cenaremos y luego... la hora feliz.

No...

La hora feliz no.

La hora diaria de mi tortura, no.

Me removí un poco, en un intento porque me soltara y así buscar una forma para poder salir de aquí, pero Adrik, a pesar de estar ebrio, tenía en alerta absolutamente todos sus sentidos, por lo que engañarlo no sería fácil.

—¿Qué? ¿No quieres tener una nueva hora feliz? —preguntó y una lágrima solitaria comenzó a correr por mi mejilla hasta perderse bajo mi mentón. Lo odio tanto—. Pues lo lamento, Cassia. La hora feliz, para mí, es mi momento de relajación. El momento donde me siento un verdadero depredador cazando a su presa... ¿Y sabes quién es mi presa? —No respondí; ya conocía la respuesta—. Así es... tú. Voy a destrozarte, cariño. Acabaré contigo y luego te enviaré con Donovan.

—¿Qué?

Realmente no me esperaba eso. Él nunca había sido tan directo conmigo.

—Cuando haya acabado con toda esa belleza interna y externa que tienes, estarás lista para que vuelvas con Donovan... cuando él ya no te pueda reparar... o revivir, lo que llegue primero. —Comenzó a decirme y yo solo abría la boca, completamente desconcertada. Y entonces lo sentí: un fuerte golpe contra una de mis mejillas, que me llevó hasta el suelo. Ni siquiera levanté el rostro; me quedé allí, esperando que se marchara u otro golpe, pero nada de eso llegó. Entonces lo escuché—. Recuérdalo, Cassia... tú eres mía y lo seguirás siendo hasta el día que yo lo decida... incluso si terminas muriendo en mis manos. Ni siquiera se te ocurra pensar que descansarás de mí. Seguirás siendo mía, incluso después de la muerte, así que deja de estar esperando que algo pase. Donovan no va a venir a buscarte; él ya se olvidó de ti y no es para menos, su nueva novia es una belleza... Menudo bastardo. Bien, ahora tengo que irme; dúchate o haz algo, apestas, Cassia. Hueles muy mal.

Y entonces se marchó, dejándome sola en el enorme baño, mojada por el desastre que había provocado con la bañera. Había tantas cosas de las que quería hablar, pero solo una se había mantenido en mi cabeza.

Donovan.

¿Realmente te olvidaste de mí?

¿Aquella promesa de buscarme en cuanto lo necesitara fue falsa?

O... ¿Acaso te enamoraste de tal manera que ya no te interesa saber absolutamente nada de mí?

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