Franco Garibaldi estaba decidido a ser un buen hombre, tanto que se había alejado de su familia y se había convertido en médico. Un hombre hecho para salvar vidas. Pero por desgracia ser el único heredero de la ´Ndrangheta es algo de lo que no se puede escapar. Tres años atrás, su padre lo drogó de tal manera que terminó violando y matando a una muchacha… quería demostrarle que él también podía ser un monstruo, y lo consiguió. Franco jamás pudo recuperarse de eso, y Santo Garibaldi supo que en el mismo momento en que lo declararan Conte, Franco ordenaría su muerte. Sin embargo, cuando le llega de regalo un ataúd con una chica herida dentro… la misma chica que creía muerta, ¿qué será capaz de hacer este señor de la mafia para vengarse? ¿Qué será capaz de hacer para recuperar todo lo demás que le quitaron?
Ler maisA porta pesada do The Black Room se fechou atrás deles, selando Sophia em um mundo que não lhe pertencia, mas que, de alguma forma, parecia ter sido feito para ela.
Seu coração batia frenético contra o peito, não por medo, mas pela promessa do desconhecido. O ar era carregado, denso com uma eletricidade que parecia vibrar em sintonia com seu próprio corpo. O perfume amadeirado de Giovanni envolvia seus sentidos, um lembrete constante da presença dominante dele, enquanto sua mão firme a guiava com precisão, pressionando a base de suas costas nuas.
Ela sentia o calor dele, a força silenciosa que exalava de cada movimento, de cada toque, de cada palavra não dita.
— Confie em mim, Sophia. — A voz dele veio baixa, um sussurro grave que reverberou por sua espinha como uma promessa perigosa.
Ela engoliu em seco, seus dedos tremendo levemente, mas não recuou. Porque, apesar do desconhecido, apesar da tensão quase insuportável entre eles, ela queria aquilo.
O quarto era um santuário de controle e desejo, um espaço onde os limites eram testados e o prazer era moldado pela entrega. As paredes escuras absorviam a pouca luz vinda de velas estrategicamente posicionadas, criando sombras dançantes que faziam cada detalhe parecer ainda mais intenso.
Mas não eram as sombras que capturavam sua atenção.
Eram os objetos.
Algemas de seda, vendas de veludo, chicotes finos, cordas trançadas. Uma coleção cuidadosamente organizada de instrumentos de prazer e submissão.
Sophia sentiu o peito subir e descer com mais força.
Um universo completamente novo se abria diante dela.
Giovanni parou atrás dela, e antes que pudesse absorver tudo ao seu redor, seus dedos deslizaram lentamente por seu braço desnudo fazendo ela arfar.
O toque dele era firme, porém provocante.
Cada deslizar dos dedos parecia uma pergunta silenciosa, um convite para atravessar um limite invisível.
—
Está pronta para me pertencer esta noite?O calor dele irradiava contra sua pele, um contraste hipnotizante com o frio sutil do ambiente. Sophia fechou os olhos, tentando controlar a avalanche de sensações que ameaçava consumi-la. Mas já era tarde demais.
— Sim… — Sua voz saiu como um sussurro, carregada de uma necessidade que a assustava e a excitava na mesma medida.
Giovanni sorriu, satisfeito com a rendição implícita nas palavras dela. Pegou uma venda de veludo e a deslizou suavemente sobre seus olhos. O mundo ao redor desapareceu. Nada além do som de sua respiração e do calor da presença dele restava.
— No escuro, você sentirá mais, Sophia.
Sua voz roçou sua orelha, enviando um arrepio intenso por sua pele. O desconhecido aguçava cada sentido, cada expectativa. Ela estremeceu quando sentiu a textura das fitas de seda envolvendo seus pulsos, delicadas, mas firmes, atando-a à mercê dele. A sensação de imobilização fez sua pulsação disparar.
— Agora, apenas sinta.
Ela ouviu o farfalhar da roupa dele, o som rouco dos sapatos se afastando e depois voltando. Então, um toque quente, dominado pela precisão de alguém que sabia exatamente o que estava fazendo, deslizou por seu ombro, descendo lentamente pela curva de sua coluna.
Cada toque era um comando silencioso.
Cada suspiro, uma rendição inevitável.
Os lábios de Giovanni a tocaram, explorando-a sem pressa, sem hesitação. Sua língua traçou um caminho torturante pelo seu pescoço, sua respiração quente provocando um contraste entre prazer e expectativa.
As mãos dele desceram por seu corpo, explorando-a com um domínio absoluto, como se ela já lhe pertencesse há muito tempo.
— Você é fascinante assim, entregue-se a mim… — A voz dele soou rouca, carregada de desejo contido, de uma fome que ela sabia que não era apenas dela.
O mundo ao redor se dissolveu.
Sophia já não sabia mais onde terminava e onde começava.
A venda privava sua visão, mas seus outros sentidos estavam mais aguçados do que nunca. Cada toque dele era fogo e gelo ao mesmo tempo, desenhando nela um caminho sem volta.
O prazer e a excitação se misturavam à adrenalina de estar à mercê de um homem que a fazia sentir-se simultaneamente protegida e vulnerável.
— Eu poderia devorá-la inteira esta noite. — Ele sussurrou contra sua pele, os dentes roçando levemente em seu ombro.
O corpo de Sophia estremeceu, e ela sentiu o calor líquido do desejo se espalhar dentro de si.
Ali, naquele quarto escuro, nas mãos de um homem que sabia exatamente o que fazer com ela, Sophia teve certeza de uma coisa.
Ela nunca mais seria a mesma, porque Giovanni Bianchi acabara de marcá-la.
E ninguém jamais a tocaria do mesmo jeito novamente.
15 años después—¿De verdad no te da curiosidad? ¿Nada de nada? ¿Salir a ver el mundo, ir por Europa? Viajar, conocer… —preguntó Diana Hellmand mientras balanceaba los pies desde la popa del yate de los Garibaldi. Estaban todos anclados cerca de las Islas Griegas, los Garibaldi, los Hellmand y los Easton. Los tres señores de la mafia Europea con sus respectivas familias.Massimo se puso las manos detrás de la cabeza y se recostó con una mueca de satisfacción.—Ya no —respondió—. No somos iguales, mocosita. Yo ya he viajado mucho con mi padre y con Karim, ya hice mis estupideces, ahora es mi tiempo de ser juiciocito.—¡Pues vaya un aburrido que te has vuelto! —rezongó Diana—. Felicidades por tu vejez prematura, creo que le voy a preguntar a Karim si me quiere acompañar.Pero solo era una amenaza vacía, porque Diana sabía que Karim solo tenía ojos para todo lo que fuera tecnología, y que era incluso más centrado que Massimo.—¡Oye, oye, mocosa! —Massimo la retuvo de un brazo—. Para empe
Tres años después.Victoria sonrió mientras le daba un beso a su madre y otro a su hijo. Al final habían ido todos a vivir con ellos a Italia, a Regio de Calabria. Los abuelos, para entretenerse, se habían apropiado de la cocina de la mansión, y tenían su propio restaurancito interno porque ¡vamos! ¡los Silenciosos serían silencioso pero bien que comían!Contarles un poco más a fondo sobre la familia Garibaldi y el resto de las familias que tenían alrededor fue un poco difícil para Victoria y para franco, pero finalmente sus padres habían aceptado que se estaba haciendo un esfuerzo ímprobo por cambiar la esencia misma de la mafia calabresa, así que se quedaron con la mayor disposición.Y por supuesto, porque así son las cosas cuando son del alma, Franco y Victoria siempre acababan peleándose por ver a quién consentían más. Sobra decir que el más consentido era Massimo y cuando las noonas los miraban feo ellos se comportaban mejor.Amira había regresado a sus vidas como una amiga entra
Dos meses después.Victoria abrió los ojos despacio, mientras miraba por la ventana del avión y se daba cuenta de que habían aterrizado. Sin embargo el paisaje no le resultaba familiar, o mejor dicho, sí le resultaba vagamente familiar pero muy lejano, como si perteneciera a otra vida.Habían pasado una semana entera en Inglaterra, mientras Franco se reunía con Ruben Easton, el mayor capo de la mafia de Reino Unido y decidía el futuro económico de la ´Ndrangheta.—Dinero por dinero es dinero, amigo mío —le había dicho Ruben—. Lo importante es que lo obtengas y si es de una manera relativamente legal pues mucho mejor. Italia es una panacea el negocio legal mal explotado, solo hace falta que lleguen hombres inteligentes que sepan aprovecharlo.—¿A qué te refieres? —había preguntado franco con curiosidad.—Pon por ejemplo, la droga más usada en el mundo…—El alcohol —dijo Franco.—La tecnología —lo corrigió Ruben—. Italia exporta un equivalente a noventa y dos mil millones de dólares anu
Franco miró de nuevo aquella maleta. No lo hacía particularmente feliz los planes de Victoria para ella, pero si era honesto, tampoco era algo que les perteneciera.Volvió a meterla en la caja de seguridad y salió al corredor, avanzando despacio hasta que escuchó las voces de Amira y de Victoria.Habían pasado una semana en Ucrania, pero no podían extenderse más, porque finalmente eran el Conte y la Mamma de una familia que necesitaba estabilidad de nuevo. Así que habían regresado y apenas dos días después la Ejecutora había ido a visitarlos.—¿Y cómo está? —preguntaba la Mamma.—Silencioso —respondió Amira—. Desde que salió del hospital apenas despega los labios. Primero creí que estaba enojado, pero según han pasado los días creo que solo… creo que solo está triste.Victoria suspiró mientras tomaba una de las manos de su amiga.—Sabes que puedes venir a vivir con nosotros. ¿Verdad? —aseguró la muchacha, pero aquel asentimiento de Amira solo era una negativa llena de amabilidad.—Lo
El vuelo era demasiado corto, pero a Victoria le pareció eterno, llegaron amaneciendo a Ucrania y a la muchacha se le antojaron hermosas las calles de Odesa mientras el sol salía.—¿Estás nervioso? —preguntó.—¡Mucho, estoy nerviosísimo!—¡Mateo, le preguntaba a Franco! —se rio Victoria y el italiano entornó los ojos.—¡Oye! ¿Qué uno no se puede poner nervioso por ver a su marido? —replicó Mateo y Victoria le lanzó un beso.—Claro que sí. ¡Pero nosotros tenemos derecho a más nervios porque vamos a buscar a nuestro hijo! —dijo Franco y poco después estaban atravesando las puertas de la mansión del Eric Hellmand.El hombre le dio un abrazo a Franco y luego inclinó la cabeza con respeto frente a Victoria.—Mamma, un gusto conocerla…—¡Ay no te pongas protocolar, que ya me dijeron quién eres y de qué pata cojeas! —se burló Victoria mientras tiraba de él y le daba un abrazo—. De hecho quería hablar contigo de algo importante: ¿Qué es eso de organizar jaulas solo para hombres? ¡Sé que mi Ej
Franco apoyó los codos en las rodillas y se echó hacia adelante mientras miraba al rostro de Santo Garibaldi. El hombre parecía demacrado, ojeroso y flaco como si fuera cualquiera de los indigentes que había en los callejones del centro de la ciudad.Tenía una manta gruesa, vieja y raída sobre las piernas, pero franco sabía que a la altura de los tobillos solo quedaban muñones. No podía caminar, y sin los hombres o las enfermeras que Rossi había estado pagando hasta ese momento, no tenía forma de sobrevivir.—Estaba seguro de que ibas a reflexionar sobre lo que hiciste —murmuró Franco, viendo que su padre lo miraba con un odio concentrado—. De verdad esperaba que fueras capaz de cambiar, o al menos de aceptar la vida que te perdoné, y aislarte, perderte, desaparecerte sin causar más daño. Pero veo que eso es imposible contigo —terminó con rabia.—No sé de qué estás hablando —siseó Santo y Franco negó con tristeza.—Claro que sabes. Estabas en la nómina de los Rossi, vi tu nombre y cuá
Último capítulo