Un día a la vez, Cassia... No te agobies... No pienses.
No sientas culpa.
Ahora eres libre.
El tiempo en el hospital se había convertido en un pasar de días borrosos. Días y noches en los que apenas veía la luz del sol, solo el cegador color blanco de las paredes, el incesante sonido de los monitores, y el dolor que a veces llegaba de golpe a mi cuerpo.
Los primeros días fueron los más difíciles.
De verdad.
Tal y como los doctores le habían advertido a Donovan, mi salud mental había sido la más afectada. Los ataques de pánico llegaban sin previo aviso, a veces provocados por una pequeña sombra o cualquier ruido cerca de donde estaba. Incluso el simple hecho de que una enfermera se me acercara demasiado rápido.
Cada uno de ellos activaba de inmediato aquel frío que me paralizaba, y luego los recuerdos; el cuchillo en mi mano, los ojos sin vida de Adrik.
Era horrible.
Pero no tanto como las pesadillas nocturnas. Esas no me dejaban dormir después, tanto que hasta me daba miedo cerrar los