Emplatado

EmplatadoES

Romance
Última actualización: 2025-06-14
Lady Santos   Recién actualizado
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Resumen
Índice

Amar su vida no era algo de lo que sirviera en sus platillos diariamente. Por mucho que le duela que sea así. En su lugar, a diario se suele degustar en desayuno, almuerzo y cena el desprecio de su esposo que la hizo odiar todo de si misma a sus tan jóvenes 21 años. Aunque para ella, tener 21 años era estar un paso cerca de la tumba. Un paso que ella dudaba dar conservando en su corazón una adoración por la corta vida de los humanos. En su lugar, pensaba que dejaría este miserable mundo con su corazón lleno de una absoluta devoción hacia la muerte. Esa única escapatoria que veía en vida para todo su sufrimiento. Lo irónico de todo esto... Es que será la misma muerte quien la haga amar la vida, tanto como llegó a amarlo en su día.

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Capítulo 1

Capitulo 1

Estar rodeada de meros miserables al parecer es algo de lo que se caracteriza mi día a día.

Y sonará cruel, pero es asi. Todas estas personas a mi alrededor por muy puros que sean sus corazones, son unos completos canallas.

Gente de baja calaña.

Por que si en verdad su corazón fuera poseedor de alguna dulzura o compasión, me hubieran avisado el día de mi boda que el matrimonio es así de tortuoso. Donde en verdad el único que recibe el goce del mismo es solo el varón, y yo me quedo con las migajas de cada pan que suelo tostar en la mañana.

Donde yo, lo único que recibo son golpes que me dejan sin aire por la fiereza con la cual me los dan. O humillaciones en donde el apellido de mi familia antes de casarme queda bajo horribles comentarios que solo me hacen que mi sangre hierva de la rabia.

Todo eso. Era lo único, o al menos, las pocas cosas que me hacían sentir viva.

Que me recordaban que estoy aquí parada en la tierra. Viva y coleando a pesar de que en el fondo de mi corazón, solo deseo estar muerta.

Porque ya no soporto más está vida de porquería.

—La comida. ¿Donde esta? —Y esa estúpida... Y maldita voz.

Solo logra hacer que soporte menos cada día pisando este lugar que muchos llaman hogar.

—No está lista. —Hable con sinceridad. Y mucho cansancio, un dia tan pesado como hoy no me facilito el hacer la comida como fuera deseado. Ya que directamente se me olvidó que una de mis responsabilidades es preparar las degustaciones de este inservible.

La más crucial e importante, ya que si son tres veces que el come al día. Si se me olvida esas tres veces son tres golpizas aseguradas.

Y yo no podría estar más resignada a recibir esa estúpida golpiza. Ya que ni siquiera me inmute cuando su brazo se elevó al aire dispuesto a golpearme. Recordaba a la perfección la sensación de la primera vez que lo hizo, como mi cuerpo temblaba de miedo y el grito que solté cuando estampó su puño contra mi cuerpo.

Esa sensación ya la olvide por completo.

Ya que ahora ni siquiera tiemblo. Mucho menos grito.

Solo me parece patético.

Porque su carencia de poder es tanta, que debe de hacerme daño a mí, para poder sentir que tiene poder sobre alguien en su vida.

Agradezco todos los días que él tenga una vida tan miserable como esa, ya que solo es el principal gozo que puedo disfrutar mientras él me hace la vida un infierno.

El primer golpe llegó a mi cuerpo. Instintivamente me vi obligada a cerrar los ojos, a dejar a mi templo a merced de ese saqueador que solo busca seguir haciendo daño.

Y otro golpe. Este con más fuerza que el anterior.

Otro.

Otro.

Otro.

Y tantos otros golpes que llegaron a mi piel como palabras lastimeras por su parte. Palabras de odio puro, de asco. Donde recalcan que sería una mejor esposa estando muerta.

Y lo mismo pienso.

Tu también serías un mejor esposo estando muerto.

Dude en soltar esas palabras. Ya que por mucho que estén a salvo en mi mente, sabía que apenas salieran de mis labios desencadenaría algo más grande.

Pero el no soltar esas palabras de mi cabeza me volvía loca. Mi cabeza se veía obligada a eloquecer por no tener nada con lo cual fugar todo lo que siento ahora mismo.

Hasta que vi un cuchillo.

Vamos, era normal. Después de todo era el comedor, los platos y cubiertos colocados sobre la mesa esperaban del almuerzo que nunca preparé.

Era normal ver un cuchillo ahí.

En serio, muy normal.

Y fue esa normalidad lo que desencadenó en mi un arrebato desenfrenado. Mi corazón disponía de la voluntad de tomar ese cuchillo.

Y lo hice, lo tome entre mis dedos. Con fuerza, tanta fuerza que las yemas de mis dedos se volvieron blancas.

La voluntad de mi corazón de tomar el cuchillo me llevo a hacerlo. Me llevo a ver como Rayn se burlaba de mi por la poca valentía que tuve al tomar el cuchillo.

Pero ahora que llegue tan lejos. Es cuando debía preguntarme.

¿Acaso en verdad soy capaz de matarlo?

Creo pensar que si soy capaz. Mi corazón lo deseaba, lo anhelaba.

Veía la sangre de este maldito hombre derramándose sobre mi como la muestra de mi nueva libertad en este mundo. La muestra de cómo se acabarían todos sus maltratos y humillaciones. Un baño rojo de libertad.

En mis fantasías, veía una vida hermosa donde sobrevivía mi día a día cocinando de mis deliciosos platillos de comida sin tener que preocuparme de que en algún momento llegue un hombre a menos preciar mi existencia.

Pensar en esas fantasías me hicieron hasta empuñar el cuchillo, lista para clavarlo en el pecho de ese hombre que se movía de forma discontinua por las risas de lo patética que debía de verme.

Eso solo me llevo a la realidad.

A la realidad de que si llegaba a matarlo, en verdad no iba a tener esa vida de mis fantasías. Su muerte no desencadenaría encanto, ni mucho menos una libertad llena de gozo donde pueda vivir tranquila.

Si le clavo este cuchillo ahora mismo. Aseguro de que el me deje en paz, pero nadie en las calles del pueblo me dejaría en paz a mi. O al menos no hasta que yo sea la siguiente en caer muerta.

Y no era grato para mí, tener que afrontar el hecho de que lo mataré para tener libertad y será lo de menos que voy a tener.

Ya que viviré la privación de todo en vida, para terminar en el infierno junto a la alma de ese hombre. Que va a dedicar el resto de su eternidad para volver mi eternidad una total pesadilla en vez de un descanso.

Y no creo que exista algo después de la muerte de la muerte.

Así que decidi rendirme. Bajar ese cuchillo y dejar que caiga contra el suelo del comedor.

Lo dejé ganar, con mucha pena en mi corazón y una gran vergüenza por qué no pude lograr mi objetivo de cesar ese desprecio en mi corazón. El cual ahora no dudaré en cesar con palabras.

Otro golpe llegó a mi cuerpo. Un golpe que me desorientó, no me hizo darme cuenta del momento que mi piel se lamento del frío que el suelo impregnaba en ella con fiereza porque mi ropa fue arrebatada por tan maldito hombre.

Me di cuenta de que no tenía nada que perder.

Que ya mi corazón permanecía vuelco de sus emociones negativas, que ya mi vida carecía de algún sentido para poder seguir con mi tan miserable existencia.

¿En que podrían empeorar mis palabras esta lamentable situación que vivo día a día?

Nada.

Solo me proporcionarían ese alivio que necesito. Ese alivio que necesita mi corazón, mi mente.

Todo mi cuerpo en si.

Y con dificultad tome algo de aire por lo mucho que mi cuerpo dolía después de tan mal rato de golpes. Donde seguramente quedarían plasmados en mi piel como un crudo recuerdo de este día hasta que se vuelvan a borrar y otros golpes marquen más recuerdos en mi piel hasta el día de mi muerte.

Y al final, solo me quedo soltar esas palabras para mí misma. Para mi alivio, para mi tranquilidad.

Y quizás, para el lamento del hombre al frente de mí.

—Tu también serías un mejor esposo estando muerto. —Solte con apenas un hilo de voz. Un hilo que no le permitió escucharme, hecho que solo sembró en mi corazón una emoción que desde hace tiempo no sentía.

Enojo.

Porque deseaba que me escuchará. Y por una vez que quería que lo hiciera, mi voz no era lo suficiente como para lograr tal hazaña.

Me tocó soportar todo ese rato con ese enojo plasmado en mi corazón. Ya que al menos si no sentía nada todo pasaba más rápido, sentirme un simple cadáver solo me daba la ventaja de que para mí el tiempo era lo de menos.

Pero con la sensación de enojo, con la sensación de que hay algo en mi que me hace sentir viva. Todo eso solo duro innecesariamente demasiado.

Por eso cuando me dejó tranquila en el suelo, pude soltar un suspiro de tranquilidad. Pude volver a plasmar un alivio en mi corazón que se lamentaba de sentir demasiado y pude mirar a mi alrededor.

La oscuridad era el antagonista de mi historia, ya que la noche permanecía en su apogeo al punto de que ni siquiera la luna brillaba a través de las desastrosas cortinas de la habitación que ya ameritaban un cambio.

Y a pesar de que la oscuridad hacia de las suyas y apenas me dejaba ver a mi alrededor, aún así a través de las sombras de las ventanas una figura llegó a postrarse; Una figura siniestra, con un aire a misterio que provocó que el aire saliera de mis pulmones debido a una buena impresión de puro deseo.

La muerte.

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