Amar su vida no era algo de lo que sirviera en sus platillos diariamente. Por mucho que le duela que sea así. En su lugar, a diario se suele degustar en desayuno, almuerzo y cena el desprecio de su esposo que la hizo odiar todo de si misma a sus tan jóvenes 21 años. Aunque para ella, tener 21 años era estar un paso cerca de la tumba. Un paso que ella dudaba dar conservando en su corazón una adoración por la corta vida de los humanos. En su lugar, pensaba que dejaría este miserable mundo con su corazón lleno de una absoluta devoción hacia la muerte. Esa única escapatoria que veía en vida para todo su sufrimiento. Lo irónico de todo esto... Es que será la misma muerte quien la haga amar la vida, tanto como llegó a amarlo en su día.
Leer másEstar rodeada de meros miserables al parecer es algo de lo que se caracteriza mi día a día.
Y sonará cruel, pero es asi. Todas estas personas a mi alrededor por muy puros que sean sus corazones, son unos completos canallas. Gente de baja calaña. Por que si en verdad su corazón fuera poseedor de alguna dulzura o compasión, me hubieran avisado el día de mi boda que el matrimonio es así de tortuoso. Donde en verdad el único que recibe el goce del mismo es solo el varón, y yo me quedo con las migajas de cada pan que suelo tostar en la mañana. Donde yo, lo único que recibo son golpes que me dejan sin aire por la fiereza con la cual me los dan. O humillaciones en donde el apellido de mi familia antes de casarme queda bajo horribles comentarios que solo me hacen que mi sangre hierva de la rabia. Todo eso. Era lo único, o al menos, las pocas cosas que me hacían sentir viva. Me recordaban que estoy aquí parada en la tierra. Viva y coleando a pesar de que en el fondo de mi corazón, solo deseo estar muerta. Porque ya no soporto más está vida de porquería. —La comida. ¿Donde esta? —Y esa estúpida... Y maldita voz. Solo logra hacer que soporte menos cada día pisando este lugar que muchos llaman hogar. —No está lista. —Hable con sinceridad. Y mucho cansancio, un dia tan pesado como hoy no me facilito el hacer la comida como fuera deseado. Ya que directamente se me olvidó que una de mis responsabilidades es preparar las degustaciones de este inservible. La más crucial e importante, ya que si son tres veces que el come al día. Si se me olvida esas tres veces son tres golpizas aseguradas. Y yo no podría estar más resignada a recibir esa estúpida golpiza. Ya que ni siquiera me inmute cuando su brazo se elevó al aire dispuesto a golpearme. Recordaba a la perfección la sensación de la primera vez que lo hizo, como mi cuerpo temblaba de miedo y el grito que solté cuando estampó su puño contra mi cuerpo. Esa sensación ya la olvide por completo. Ya que ahora ni siquiera tiemblo. Mucho menos grito. Solo me parece patético. Porque su carencia de poder es tanta, que debe de hacerme daño a mí, para poder sentir que tiene poder sobre alguien en su vida. Agradezco todos los días que él tenga una vida tan miserable como esa, ya que solo es el principal gozo que puedo disfrutar mientras él me hace la vida un infierno. El primer golpe llegó a mi cuerpo. Instintivamente me vi obligada a cerrar los ojos, a dejar mi templo a merced de ese saqueador que solo busca seguir haciendo daño. Y otro golpe. Este con más fuerza que el anterior. Otro. Otro. Otro. Y tantos otros golpes que llegaron a mi piel como palabras lastimeras por su parte. Palabras de odio puro, de asco. Donde recalcan que sería una mejor esposa estando muerta. Y pienso lo mismo. "Tu también serías un mejor esposo estando muerto." Dude en soltar esas palabras. Ya que por mucho que estén a salvo en mi mente, sabía que apenas salieran de mis labios desencadenaría algo más grande. Pero el no soltar esas palabras de mi cabeza me volvía loca. Mi cabeza se veía obligada a enloquecer por no tener nada con lo cual fugar todo lo que siento ahora mismo. Hasta que vi un cuchillo. Vamos, era normal. Después de todo es el comedor, los platos y cubiertos colocados sobre la mesa esperaban el almuerzo que nunca preparé. Era normal ver un cuchillo ahí. En serio, muy normal. Y fue esa normalidad lo que desencadenó en mi un arrebato desenfrenado. Mi corazón disponía de la voluntad de tomar ese cuchillo. Y lo hice, lo tome entre mis dedos. Con fuerza, tanta fuerza que las yemas de mis dedos se volvieron blancas. La voluntad de mi corazón de tomar el cuchillo me llevo a hacerlo. Me llevo a ver como Rayn se burlaba de mi por la poca valentía que tuve al tomar el cuchillo. Pero ahora que llegue tan lejos. Es cuando debía preguntarme. ¿Acaso en verdad soy capaz de matarlo? Creo pensar que si soy capaz. Mi corazón lo deseaba, lo anhelaba. Veía la sangre de este maldito hombre derramándose sobre mi como la muestra de mi nueva libertad en este mundo. La muestra de cómo se acabarían todos sus maltratos y humillaciones. Un baño rojo de libertad. En mis fantasías, veía una vida hermosa donde sobrevivía mi día a día cocinando de mis deliciosos platillos de comida sin tener que preocuparme de que en algún momento llegue un hombre a menospreciar mi existencia. Pensar en esas fantasías me hicieron empuñar el cuchillo, lista para clavar su filo en el pecho de ese hombre que se movía de forma discontinua por las risas de lo patética que debía de verme. Eso solo me llevo a la realidad. A la realidad de que si llegaba a matarlo, en verdad no iba a tener esa vida de mis fantasías. Su muerte no desencadenaría encanto, ni mucho menos una libertad llena de gozo donde pueda vivir tranquila. Si le clavo este cuchillo ahora mismo. Aseguro de que el me deje en paz, pero nadie en las calles del pueblo me dejaría en paz a mi. O al menos no hasta que yo sea la siguiente en caer muerta. Y no era grato para mí, tener que afrontar el hecho de que lo mataré para tener libertad y será lo de menos que voy a tener. Ya que viviré la privación de todo en vida, para terminar en el infierno junto a la alma de ese hombre. Que va a dedicar el resto de su eternidad para volver mi eternidad una total pesadilla en vez de un descanso. Y no creo que exista algo después de la muerte de la muerte. Así que decidí rendirme. Bajar ese cuchillo y dejar que caiga contra el suelo del comedor. Lo dejé ganar, con mucha pena en mi corazón y una gran vergüenza por qué no pude lograr mi objetivo de cesar ese desprecio en mi corazón. El cual ahora no dudaré en cesar con palabras. Otro golpe llegó a mi cuerpo. Un golpe que me dejó desorientada, no me hizo darme cuenta del momento que mi piel se lamento del frío que el suelo impregnaba en ella con fiereza porque mi ropa fue arrebatada por tan maldito hombre. Me di cuenta de que no tenía nada que perder. Que ya mi corazón permanecía vuelco de sus emociones negativas, que ya mi vida carecía de algún sentido para poder seguir con mi tan miserable existencia. ¿En que podrían empeorar mis palabras esta lamentable situación que vivo día a día? Nada. Solo me proporcionarían ese alivio que necesito. Ese alivio que necesita mi corazón, mi mente. Todo mi cuerpo. Y con dificultad tome algo de aire por lo mucho que mi cuerpo dolía después de tan mal rato de golpes. Donde seguramente quedarían plasmados en mi piel como un crudo recuerdo de este día hasta que se vuelvan a borrar y otros golpes marquen más recuerdos en mi piel hasta el día de mi muerte. Y al final, solo me quedo soltar esas palabras para mí misma. Para mi alivio, para mi tranquilidad. Y quizás, para el lamento del hombre al frente de mí. —Tu también serías un mejor esposo estando muerto. —Solte con apenas un hilo de voz. Un hilo que no le permitió escucharme, hecho que solo sembró en mi corazón una emoción que desde hace tiempo no sentía. Enojo. Porque deseaba que me escuchará. Y por una vez que quería que lo hiciera, mi voz no era lo suficiente como para lograr tal hazaña. Me tocó soportar todo ese rato con ese enojo plasmado en mi corazón. Ya que al menos si no sentía nada todo pasaba más rápido, sentirme un simple cadáver solo me daba la ventaja de que para mí el tiempo era lo de menos. Pero con la sensación de enojo, con la sensación de que hay algo en mi que me hace sentir viva. Todo eso solo duro innecesariamente demasiado. Por eso cuando me dejó tranquila en el suelo, pude soltar un suspiro de tranquilidad. Pude volver a plasmar un alivio en mi corazón que se lamentaba de sentir demasiado y pude mirar a mi alrededor. La oscuridad era el antagonista de mi historia, ya que la noche permanecía en su apogeo al punto de que ni siquiera la luna brillaba a través de las desastrosas cortinas de la habitación que ya ameritan un cambio. Y a pesar de que la oscuridad hacia de las suyas y apenas me dejaba ver a mi alrededor, aún así a través de las sombras de las ventanas una figura llegó a postrarse; Una figura siniestra, con un aire a misterio que provocó que el aire saliera de mis pulmones debido a una buena impresión de puro deseo. La muerte. Mi querida y adorada muerte, la cual anhelo con tanta adoración desde el momento que mi vida se fue abajo al casarme con este hombre. El se acercó a la ventana y como muestra de su poder traspaso la estructura de la pared como si fuera una simple neblina, imponente pero a su vez con una pizca de humanidad en su aura, como si se estuviera apiadando de una ridícula humana como yo. Extendí mi mano hacia el, deseando que tomara mi alma y me lleve a ese descanso eterno que promete a muchos. —Idalia... —La muerte se arrodilló ante mi, su voz mostraba pena por mi situación acompañada de una inexplicable ternura. Las palabras no salieron de mi garganta para rogarle que me salve, solo solté lágrimas saladas de mis ojos que cayeron por mis mejillas hasta el suelo, ante el me sentía vulnerable, inevitable no poder expresar todas las emociones que siento en lo interior. Emociones que solo fueron calmadas cuando plantó un beso en mis nudillos, un beso colmado de ternura que no fue suficiente para advertirme que a partir de ese día... Me volvería la querida de la muerte.Después de la muerte de la diosa de la naturaleza, a quien perfectamente podría llamar la diosa de la estupidez al no conocer aún su nombre, incluso después de matarla, llegó mi amiga al lugar. No juzgue su grito de horror al verme herida, trató de acercarse a mí para atenderme, pero la detuve de inmediato y le encargué que atendiera a los niños.Después de todo, uno de ellos dejó de llorar desde hace rato, por mucho que trate de atenderlo no fui capaz de nada.Un escándalo se armó en la habitación cuando comenzaron a llegar las ancianas, varias de ellas trataron de ayudar a Moyra y ella solo ordenó que se alejen.Unas cuantas se acercaron a mí, trataron de ayudarme pero mis quejas solo hicieron que se gane de inmediato un regaño por parte de Moyra, quien ordenó que se alejen de mí si no tienen conocimientos médicos.—¡La intrusa! ¿Dónde quedó?—Se escapó, no vi por dónde se fue. —Menti de inmediato, imposible confesar que mate a una diosa, en especial una hija de la diosa de la vida
La noticia encendió de inmediato nuestras alarmas, nos hizo correr a mí y a mi amiga desde su nuevo local de floristería hasta nuestro edificio donde alquilamos la habitación. No llego a recordar con exactitud. En qué parte del camino, perdí uno de mis tacones, solo recuerdo la parte en donde mi amiga, se cayó de lleno al suelo y ella gritó que siga adelante en vez de ayudarla. Cuando llegué al edificio habían varias personas paradas abajo, más en específico ancianas que miraban asustadas en dirección a las escaleras que daban al segundo piso.—Idalia, que bueno que llegas. Mi esposo subió hace un momento y no ha bajado, me preocupa…—Estaba armado, no creo que le haya pasado algo malo.—Subire de inmediato. —avisa a las mujeres, ninguna de ellas me detuvo. En su lugar solo me dedicaron palabras de motivación y que tuviera algo de cuidado, eso solo quedó en el aire, cuando di grandes zancadas hacia el segundo piso.Al llegar lo primero que pude divisar era la puerta de mi habitació
Toda una tarde bastó para limpiar ese lugar de pies a cabeza, así como para llamar a Moyra a venir al lugar a través de uno de los niños que trae el periódico, quien aceptó tal pedido solo con ofrecer unos 10 francos.No hubo mucha diferencia entre el cielo de la tarde al de la noche, ambos eran oscuros y sin mucha vida en ellos, con la presencia de grandes truenos sin fin.Una eterna tormenta de desgracias.—¡Llegué y traje algo de comer! —Grito Moyra en la entrada, gozando de una gran emoción mientras miraba a su alrededor. —¿Otro local? Es más pequeño que el otro local. Sonreí a mi amiga al verla llegar, abriendo mis manos y señalando todo mi alrededor con ellas.—Felicidades señorita Moyra, todo esto será suyo. —Hable de inmediato, el rostro de mi amiga se deformó ante el poco entendimiento de la situación. —Solo por el costo de su firma. La apunté con mi dedo, el bolso con la comida cayó de las manos de la mujer quien solo miraba a su alrededor y después a mí persona, sin saber
A la mañana del día siguiente, el día comenzó con el recibimiento de una gran bolsa llena de dinero por parte de Moros.Una acción que me hizo verlo con una suave sonrisa, después de todo al final si cumplió con lo dicho.—Es mucho.—Solo 200.000 francos. ¿Crees que sea suficiente para una casa? —preguntó con ignorancia, después de todo sus días en el mundo de los humanos son contados.—Pues… hasta para dos. —Eso es bueno. Podríamos ir a comprar una ahora, así puedes salir de este lugar.Pestañee unas cuantas veces, rebosante de incredulidad ante los planes de Moros.El orden de sus prioridades es diferente al mío, claro está.—Deja que yo lo administré. —Comencé a contar el dinero, separando este en dos partes iguales. —Siendo rey de todo un reino, pensé que serías mejor administrando.—Los muertos no necesitan que les administre negocios, ni mucho menos que les compré un hogar. Ellos descansan eternamente siendo arrastrados por las corrientes del gran río del inframundo.—Eso debe
Atrapada entre la pared y la muerte, no tenía ninguna intención de escapar.En su lugar me serví a la merced del hombre, quién comió de ello dando suaves caricias a mi cintura y brazo.—No podemos seguir así. Debemos hablar. —Susurro de nuevo contra mis labios, dejando en claro desde un principio que sus intenciones al venir aquí no eran solo para algo meramente carnal.—Tu eres quien está extraño desde que llegamos de la ciudad. —Afirme, acercando mi rostro al suyo con tal de gozar del pequeño placer que proporciona su simple respiración contra mi piel. —Ni siquiera correspondes mis “te amo”, solo apartas el rostro y los respondes como si estuvieras obligado.—Jamás me sentí obligado a responderlos, Idalia. No pienses así.—No me besas.—Yo…—Mucho menos me tocas. O bueno… Era así hasta ahora. —Trate de acercar mi mano a su rostro para dejar una caricia, algo que solo fue posible cuando él acercó su rostro a mi mano, moviendo un poco su cabeza en busca de mi contacto. —¿Qué te sucede
La ciudad de la eternidad fue abandonada por nuestras presencias. Las historias que se pueden plantear dentro de ella quizás nunca serán conocidas por nosotros.Norman para mi, una simple humana.Anormal para Moros, un dios que debería plantarse a dar su lugar en la batalla.Ya hoy se cumplen tres días desde que llegamos de vuelta a la ciudad de París, mi amado todo este tiempo se ha hecho pasar por un humano, que vive en la habitación de al lado, junto a sus dos hijos recién nacidos. Y desde el momento que salimos de la ciudad de la eternidad, el cielo no ha vuelto a tener su característico color azul. En su lugar, vivimos en una eterna noche, ya que las nubes se encargan de cubrir el sol, siendo el único rastro de luz en el cielo los relámpagos retumbar sin piedad.—No puedes quedarte en el mundo humano eternamente. —Reclame a Moros, quien jugaba con ambos niños.—No volveré a la ciudad de la eternidad.—¿Y qué será de tu reino? Sedna no te guarda rencor, por algo te encargó a tus
Último capítulo