Carlos Mario Duque es el CEO de un importante consorcio colombiano de Café. Es un hombre: frío, calculador, solitario, guarda oscuros y sombríos secretos que lo han llevado a la amargura. La muerte de la mujer que alguna vez amó en el pasado, lo convierte en un ser ambicioso y sin escrúpulos. Para convertirse en Senador está dispuesto a lo que sea, y decide comprarse una esposa, sin imaginar que la mujer que tanto extraña, está por regresar a hacer justicia y darle una lección a él. Elizabeth Trujillo, bajo otro nombre, y otra piel, logrará acercarse a él, la atracción es inmediata, y el amor volverá a resurgir, sin embargo, el guarda sus reservas. Varios errores de ella, llevará a Carlos a atar cabos y descubrir que Elizabeth fingió su muerte, se casó con su hermano menor, y tuvo un hijo. Él desconoce que todo eso fue un plan para precautelar la existencia de aquel pequeño que lleva su sangre. Lleno de rencor tomará decisiones equivocadas, decide cobrar venganza, del mismo modo que ella lo hizo: Jura volver a enamorarla, para luego dejarla, sin imaginar que en aquel juego el que puede terminar perdiendo es él. ¿Será el resentimiento y el deseo de venganza más fuerte que el amor? ¿Logrará ella rescatarlo del infierno en el que vive, o juntos arderán en las llamas del averno? SENADI: ©Angellyna Merida, 2019. Safe Creative: 1912192706754 Queda prohibida la distribución de este libro, copias, adaptaciones, sin la autorización de la autora.
Leer más«Y hoy te vuelvo a enamorar y aunque creerlo te cueste. Si fuiste mía una vez tú lo serás para siempre…» Diego Vargas.
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Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón.
Rememoró entonces parte de su tormentoso pasado:
«—¿A dónde pensás que vas? —preguntó él, tomándola con fuerza del brazo, lo presionó por varios minutos. Elizabeth, se mordía los labios soportando el dolor, cuando él se dio cuenta de que le hacía daño, la soltó, en la piel de la joven quedaron las marcas de sus dedos—. Aún no he terminado de decirte todo lo que opino de vos —repuso. —¡Eres la más cruel y falsa de todas las mujeres! ¡Mírame! ¿Te reías de mi verdad? —La chica con el semblante lleno de tristeza, nada más negaba con la cabeza, no podía hablar, temblaba y lloraba sin cesar, sentía que sus fuerzas la abandonaban. —¡Deja de fingir! —gritó. —¡No vengas con lamentaciones! —exclamó, rechinando los dientes. —¡Ojalá te murieras! — pronunció sin saber lo que decía»
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Desde lo alto de aquel edificio, en los grandes ventanales, la joven de ojos marrones y larga cabellera castaña, sosteniendo una humeante taza de café en sus manos, divisaba a lo lejos la ciudad.
Suspiró profundo inhalando el delicioso aroma de aquella bebida, que le recordaba tanto a él, entonces su memoria regresó al pasado a aquel nefasto día en el cual: Carlos Duque le deseó la muerte.
—¡Ojalá te murieras! —pronunció él sin saber lo que decía.
Ella abrió sus ojos con sorpresa, aquella última frase se clavó como un puñal en su corazón.
—¡No diga eso! Yo sé que me odia... pero no me desee la muerte —murmuró muy dolida.
—¡Mami! —exclamó el pequeño ingresando a la oficina sacando a la mujer de sus cavilaciones—.Mi papá me llevó por un helado, y luego me trajo a saludarte.
La joven inhaló profundo, limpió con el dorso de su mano sus lágrimas, entonces esbozó en sus labios una amplia sonrisa, se inclinó para saludar a su hijo.
—Me da gusto que hayas venido a verme —expresó y sus ojos se clavaron en los del infante, en aquella mirada que tanto le recordaba a la de Carlos, abrazó al chiquillo con fuerza, rememorando que todo lo que hizo fue para salvar su vida.
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Carlos Duque regresó al presente gruñendo como una fiera herida, se puso de pie y caminaba de un lado a otro por su oficina.
«Volviste para vengarte de mí» se repetía en su mente, mientras el pecho le sangraba de dolor; por su cerebro trastornado una y mil ideas se le cruzaban.
El odio, el rencor, el resentimiento de nuevo afloraron en su corazón, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, se sentía burlado, humillado, golpeó con sus puños, con fuerza el escritorio.
—¡Maldita sea! ¡Pase años llorando por vos! —exclamó dolido— mientras te reías y burlabas de mí, de mi dolor, de mi sufrimiento —gruñó.
Leía una y otra vez el expediente que le entregó su amigo, y hombre de confianza: Mondragón, a su mente se venía la imagen de ella, entonces carcajeó mofándose de él mismo.
—Pensaste que podías engañarme —vociferó apretando sus dientes con fuerza.
De inmediato algo muy importante se le vino a la memoria, tomó su móvil con las manos temblorosas.
—Carlos ¿En qué puedo servirte?
—Mondragón, necesito que averigües si la doctora Robledo posee familia, quiero saber si tiene un hijo y la edad del pequeño.
—Ella tiene un niño —afirmó Mondragón. El corazón de Carlos se aceleró con fuerza descomunal, aquel hombre sentía que estaba a punto de enloquecer—. Creí que como sos amigo de ella lo sabías —comentó Francisco.
—No, jamás me ha dicho nada —respondió Carlos, con la respiración entrecortada— ella nunca habla de ese pequeño... ¿Conoces la razón?
—Parece que a la doctora Robledo, le gusta tener su vida privada, oculta.
—Quiero saber qué edad tiene ese niño —indagó Carlos.
—No estoy seguro de eso, sé qué es pequeño, no lo conozco, y no consideré algo importante como para informarte, tal vez tiene cinco o seis años.
La mirada de Carlos se oscureció, bebió un sorbo de agua para calmarse, entonces le dio órdenes precisas a Mondragón, sobre algo que tenía en mente, y colgó la llamada.
—Si es lo que estoy pensando... Te juro que te vas a arrepentir Elizabeth Trujillo, te haré pagar con lágrimas de sangre todo mi sufrimiento —afirmó presionando sus puños sin poder razonar. En ese momento el dolor jugaba en contra del entendimiento—. Me vengaré de vos. —Cerró sus parpados—. Te cobraré con la misma moneda, volveré a enamorarte —sentenció, creyendo que sería fácil engañar a su corazón, sin imaginar que, en aquel juego, él podría terminar siendo la víctima, y aquellos muros que irguió dentro de su corazón desde que era un niño, terminarían derrumbándose de un momento a otro.
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Queridos lectores si has llegado por casualidad a este libro te recomiendo leer antes: Si me ves llorar por ti, y Un café para el Duque, es importante para que puedan entender este libro.
Por otro lado, les pido no ser tímidos, dejar sus comentarios en las reseñas.
Las chicas, al escuchar la suave melodía, también sedujeron a los misteriosos caballeros que las acompañaban. María Paz empezó a pasar su lengua por el cuello de su bailarín. —Señora, compórtese por favor —probablemente su acompañante—, además nosotros venimos a dar un show, no a que ustedes nos estén manoseando. —No te hagas papacito, que yo sé que ustedes dan shows privados — refutó María Paz, pasando las yemas de sus dedos por el rostro del joven y su lengua por el cuello de él. —¡Por favor, señora! —jadeó él. — Busquemos un lugar privado para que estemos solitos —sugirió María Paz, bajando su mano a la entrepierna de su acompañante, entonces sonrió y se mordió los labios—. Tú quieres lo mismo que yo...—susurró al oído de él, restregando su cuerpo al chico. El compañero de María Paz, apretaba con fuerza la cintura de la dama, respiraba con dificultad tratando de contener sus deseos. De improvisación se puso de pie.
Elizabeth salió del cuarto de baño, las ondas de su cabello caían como cascada por su espalda, mientras Carlos, la exploró con la mirada.—¿Se le perdió algo, doctor Duque? —preguntó, mientras se ponía la chaqueta, para cubrir sus hombros desnudos.—¿Vos pensás salir así? —cuestionó Carlos.—¿Tiene algún problema? —indagó—. Porque si es así, déjeme decirle que así sea mi marido, yo no pienso permitir que me imponga su moda — reclamó—. Segundo...—¡Suficiente! —exclamó Carlos—, ya entendí pues.—¡Qué carácter! —refutó—. Mejor dígame que no quiere que vaya y listo.Elizabeth se cruzó de brazos, muy enojada con su esposo. Carlos se acercó despacio a ella.
Una semana antes.Las sombras cubrían el bosque, las hojas secas de los árboles crujían al sentir sobre ellas las pisadas de aquel misterioso hombre que, con una linterna en mano, atravesaba el sendero caminando entre los arbustos.Hizo una pausa para acomodar la capucha de su chamarra y continuar el trayecto hasta llegar a la importante reunión que tenía en medio de la penumbra.Un sentimiento de temor se apoderó de él, sacudió su cabeza para no pensar lo que podía suceder si su esposa se llegaba a dar cuenta de esa salida nocturna.****En una hacienda cercana, un hombre bajó lentamente las escaleras de su casa sin hacer ruido, el azul de su mirada se posó en su compañero.El hombre de cabello castaño y ojos verdes abrió despacio la puerta de la entrada principal.Respiró agitado cuando la puerta rechinó, por suerte nadie
Carlos, en el escenario, volvió a tomar la palabra. —Ahora quiero brindar mi sincera felicitación a mi gran amigo, el doctor Francisco Mondragón, quién días antes a este evento fue nombrado Canciller de la República. —Mondragón se puso de pie, agradeció el gesto de Carlos—. Auguro muchos éxitos en tus funciones. —Gracias —respondió Francisco. —Por esa razón quiero pedirle a la esposa de nuestro Canciller, que nos acompañe en el escenario. Angélica se quedó paralizada. —¿Qué voy a decir? —preguntó a Francisco. —Vos siempre encuentras que decir mi amor —sonrió él. —Vos sos muy inteligente mamá —aseveró Samantha, quién aprendió a querer a Angie como si fuera su propia madre. Angélica suspiró, besó a su esposo, a sus hijos, subió al escenario, se acercó a Carlos. —Me voy a encargar que te destierren —susurró mientras le daba un beso en la mejilla, él tan solo sonrió ante el comentario de ella. —Buenos
El siguiente turno era de Carlos, quién ahora ya no tenía la mirada triste y sombría del pasado, la soledad de su alma, ahora era llenada del inmenso amor que su esposa e hijos le profesaban.«Soy Carlos Duque, y cuando era niño fui víctima de maltrato físico y psicológico por parte de la persona que se hacía llamar mi madre, en este video quiero decirles que no están solos y que no deben callar cuando son víctimas de cualquier tipo de maltrato, yo no hablé porque me sentía rechazado, abandonado, humillado, consideraba que la vida no era justa.» Tuve que pasar por muchos momentos difíciles a lo largo de mi vida, desde los ataques de pánico y ansiedad que me provocan los roedores; hasta llenar mi alma, mi mente, mi corazón de sentimientos negativos.» Han sido años de terapia, de acudir a grupos de apoyo, de narrar mi experiencia y ho
Cinco años después.Los niños corrían por el prado verde, felices, libres, risueños, mientras su madre perseguía a Carol, la más pequeña de la casa.La mirada de él se concentró en el rostro de su esposa, en sus ojos llenos de alegría, en su sonrisa.El cálido viento le acariciaba el rostro y mecía su cabello castaño como las hojas de los árboles.Carlos sonrió con satisfacción, estos años junto a su familia aprendió a superar la adversidad; de aquel sombrío y triste hombre que llegó hace años atrás no quedaba nada.Mientras observaba la fachada de aquella casa, se transportó al pasado, y recordó el momento de su llegada a Colombia, cuando Ely, lo bañó con una cubeta de agua con desinfectante.Las manos de su esposa, lo rode
Último capítulo