Capítulo 9

Nunca camine tan rápido para llegar a casa como hago ahora mismo, donde a mi alrededor el sol ya se esconde para dar paso al reinado de la luna en el cielo. Donde la oscuridad daba la suficiente privacidad para que podamos ir a casa sin obstáculo alguno, sin viejas groseras que nos molestan.

Al momento de llegar a casa abrí la puerta, un silencio sepulcral habitaba en ella. Supuse de inmediato que Rayn ya debería de estar dormido, su enfermedad lo llevo a comenzar a dormir temprano debido al cansancio que se apoderaba de su cuerpo. Así que estos últimos días a pesar de ser una especie de pordiosera ya que mi esposo no me proporcionaba dinero, contaba con el preciado descanso de que apenas y se mantenía despierto y no tenía que preocuparme de hacer la cena a pesar de que la exigiera.

Cerré la puerta de la casa detrás de mí. El frío recibimiento de mi hogar no fue nada comparado al que me dió Raphael, quien me envolvió entre sus grandes brazos y me estrecho tal cual como un guerrero a su princesa después de salvarla.

Nuestras risas se mezclaron unas con las otras como una dulce melodía, un sonido que jamás pensé escuchar entre las paredes de este lugar.

Sus labios se fundieron en los míos, un beso apasionado del que disfrutamos ambos y nos llevo a danzar juntos hasta el pequeño y humilde salón de esta casa.

Arranque por delante, tome un poco de atrevimiento y lo empujé sobre el sillón. Una acción que desencadenó más risas y me permitió observar cómo Raphael paseaba su mano por su cabello, desordenando este mismo y abriendo el camino a ver sus ojos.

Un hermoso escenario azul que podría teñirse de fuego del puro placer. Una imagen que combinaba a la perfección con ese labial rojo que ahora manchaba sus labios.

—Ven aquí, querida.

—Querido. ¿Quieres degustar de este manjar con tranquilidad? —Mi mano se paseó por mi cuerpo, presumiendo un poco de este.

—Siempre me gusta comer tranquilo.

—En ese caso, debes esperar a que revise que cierto hombre no vaya a molestar.

Mi burla llegó hasta el, siendo en ese momento cuando se comenzó a reír y me hizo suaves señas con su mano de que fuera a ver.

Al tenerlo ahí y tener su permiso, dar un vistazo rápido a la habitación, o al menos acercarme a ella fue lo siguiente que hice. Así que con total sigilo comencé a subir por las escaleras de casa y me acerqué hasta la puerta de la habitación en donde se suponía que duerme mi esposo.

Al escucharlo roncar, sumergido en un sueño del que posiblemente no va a salir hasta que el sol vuelva a tener su apogeo en los cielos. Célebre en mis adentros, moviendo un poco mi cuerpo en pequeños pasos de baile de felicidad.

Volví a bajar las escaleras corriendo, yendo hacia la cocina a buscar entre los cajones el único perfume que tengo a la mano. Comenzando a echar este mismo en ciertas partes de mi cuerpo, para desprender un buen olor.

Acomode un poco mi cabello. Y use una cereza para pintar un poco mis labios de rojo e incluso hasta mis mejillas. Ya al estar nuevamente un poco más presentable, corrí hacia el salón. Dedicando una hermosa sonrisa a mi acompañante al volver a verlo.

Me extendió su mano, haciendo una invitación a que llegue hasta el. La cual no rechace, en su lugar acepté y dejé que me jalara para terminar de llegar a el, hasta que me hizo sentarme en su regazo y tuvo la posibilidad de dejar caricias en mi espalda. De pasar su extremidad por la curvatura de la cintura que me hacía ese vestido, subir hasta mi espalda alta y después pasar por mis hombros. Hombros un semi cubiertos por las mangas abultadas del vestido, que poco a poco fueron apartadas por el hombre hasta tener gran parte de mi piel desnuda para su merced.  Era como un plato de comida caliente recién servido para que el degustará. Una oportunidad que el hombre no perdería.

Plantó un beso en mi piel. Mi vientre sintió un vuelco divino de emociones que me hizo pensar porque no conocía a este hombre antes, que no habría pasado todos esos años experimentando un mal sexo donde incluso a veces era forzada a tener que hacerlo por mucho que no lo deseara. Pero era mi obligación hacerlo, para poder darle un hijo a ese hijo de perra que duerme allá arriba.

Le heriría el orgullo profundamente enterarse de que su esposa se acostó con otro hombre por voluntad propia bajo su propio techo. En su propia casa, en el sillón que le regaló su miserable madre el día de nuestra boda.

Lo lastimaría, justo como deseo que lo lastime.

Y quizás hasta lo terminaría de matar. Lo acabaría de matar saber que disfrutaba de cómo ese hombre besaba mi piel, como su mano se paseaba con atrevimiento por cada parte de mi cuerpo que no llega a tapar la tela, justo como lo estaba haciendo ahora.

Que susurraba el nombre de otro hombre con gozo, en lugar de susurrarle como súplica para que apague el dolor en mi cuerpo por cada vez que me toca.

—Oh Raphael... —Gemi con gusto ese nombre, el nombre del hombre que apretó sus dedos en mi cintura y pego mi cuerpo desvergonzadamente al suyo.

Me tocaba con pasión, una calentura que jamás experimente hasta que llegó el y que solo provocaba que lo deseara más que al principio.

Una pasión en la cual nos hundimos toda la noche. Una pasión que me hizo sentir más mujer, un hombre que conocía hace tan solo seis días en lugar de mi esposo que conocía hace seis años y juro amarme hasta que la muerte nos separe.

Vaya mentira.

Vaya patraña.

───────────────

El sol dio justo en mis ojos. Una nueva mañana había llegado y el como cierta estrella en los cielos brillaba, era la muestra de ello.

Extrañamente hoy no sentía el frío de la mañana calar en mis huesos. Hoy mi cuerpo sentía una calidez anormal gracias a la piel desnuda que se pegaba a la mía. A esa piel llena de cicatrices por parte de ese hombre de cabello blanco como la sal.

Aunque quisiera decir más como la azúcar, ya que su dulzura nuevamente me está haciendo sentir viva después de tantos años donde solo fui un saco de hueso más en este mundo.

Sonreí para mis adentros, Agusto de tenerlo aquí. Para mi.

Solo para mi.

—¿Ya te despertaste? —Me pregunto, haciendo que me dé cuenta de que en realidad permanecía despierto cuando yo como toda una ilusa pensaba que aún dormía.

Supongo que me equivoqué. No, Supongo no. Estaba equivocada.

—Recien lo hice. —Avergonzada di mi respuesta, recibiendo un fuerte abrazo por parte del hombre que solo me apretó contra su pecho en busca de más contacto de mi piel. —¿Te tienes que ir?

—Sí. Pero no quiero. —La pereza gobernaba en su voz a medida que apretaba más el abrazo, haciendo que unas cuantas risas terminen por escapar de mis labios. —Quiero estar aquí contigo. No quiero trabajar.

—Oh vamos Raphael, debes irte. —Le recordé, plantando un beso en su mejilla mientras daba pequeñas palmadas a su hombro para que me suelte.

Una acción que hizo a regañadientes, tal como un niño pequeño que era privado de su postre favorito a pesar de que ya comió de el tanto como le vino en gana.

Me levanté con algo de pesar, no deseaba quitarme de encima de tan exquisito hombre pero debía comenzar mi mañana. Una mañana atendiendo al estúpido que se encontraba arriba, lo más seguro ya despierto y esperando su desayuno sin saber el contexto de lo que ocurrió bajo sus narices.

Estiré un poco mi cuerpo, sintiendo como algunos huesos llegaban a tronar. Quizás una señal de que ya estaba algo vieja para estas cosas, aunque según lo que me contó mi compañero, en verdad esta es la edad perfecta para poder hacerlo.

¿No será que en verdad a el le gustan un tanto viejas?

No creo. O bueno, no lo sé.

Acomode un poco mi cabello desordenado después de la apasionada noche que tuve. Y con la sensación de una última caricia en mi piel me levanté del sillón, acercándome hasta el cesto de ropa sucia y tomando mi vestido desgastado, el cual me coloque con pena en mi corazón. Ya que volver a usar este vestido después de usar uno bonito, no era nada agradable.

De fondo escuchaba a Raphael vestirse entre quejas. Quejas como que no deseaba ir a trabajar, que quería quedarse aqui conmigo.

Me saco algunas risas escucharlo así, pero no podría hacer nada por el.

—¿Vendrás a almorzar más tarde? —Pregunte tomando mi vestido del suelo, doblando este mismo y dejándolo sobre la mesa para lavarlo más tarde.

—Si, ten eso por seguro. —Se levantó al estar casi vestido, acercando su cuerpo al mío para dejar un suave beso en mi mejilla.  —Nos vemos mas tarde.

Se despidió con pena, sin desear separarse de mí a pesar de que el paso de los segundos lo obligó a ello. Lo obligó a irse de casa, pero no por siempre, ya que al final terminaría por volver dentro de un rato. Ya que no creo que falte mucho para la hora de almuerzo.

Fui directamente a la cocina, como desayuno para mi esposo le cocinaría simplemente un caldo de verduras hervidas. Para el almuerzo ahora sí me tocaría ir al mercado y sacrificar uno de mis francos para poder preparar algo de almuerzo.

Después de que el caldo estuvo listo, lo servía en un bol y fui directamente a llevarlo a la habitación de mi esposo. El cual justo cómo lo pensé, estaba esperando en la cama a que le llevara el desayuno.

Pero al entrar a la habitación no pude evitar sorprenderme por un sorprendente detalle que había en ella. Algo muy díficil de ignorar para mi.

Parece ser, que la comida no es lo único que se está pudriendo.

Ya que la gran cantidad de moscas que volaban por la habitación era preocupante, es como si un muerto habitará dentro de ella y las moscas lo estuvieran degustando como yo al pan de chocolate.

Lo peor vino cuando dirigí mi vista a la cama, llena de asquerosas larvas que se movían sobre la cama e incluso sobre la piel de Rayn, comiendo de la misma y adentrándose a su piel como si el cuerpo del moribundo hombre, fuera su hogar.

Pero que al parecer Rayn no se inmutaba de ello, lo ignoraba por completo. Como si para el, esas moscas o larvas no existieran.

Ni siquiera reaccionó a mi presencia, solo miraba un punto fijo en la ventana hasta que una arcada escapó de mi garganta. Era inevitable no desear vomitar con la escena que tenía al frente de mi.

Pero mi arcada lo saco de su mundo, hizo que esos ojos achocolatados me mirarán con extrañeza. Esa mirada debería de tenerla yo, bueno, la tengo, ya que era el quien se rodeaba de todos esos asquerosos bichos.

—¿Que te sucede? ¿También te sientes mal?

Pregunto, su cordialidad fue extraña. Tan extraña como su mirada aún pérdida a pesar de que ahora me miraba a mí.

—Yo... ¿Acaso no te diste cuenta de las moscas?

El hombre frunció sus cejas, su reacción me dice que piensa que estoy loca y decido no darle más vueltas al asunto cuando soy consciente de su próxima respuesta.

—¿Que moscas? ¿Te estás volviendo loca?

—Yo... Olvídalo. —Le acerque el plato junto a una cuchara, y el lo tomo con tranquilidad.

Logré ver lo delgado que era ahora, el brillo de ese hombre presumido desapareció por completo para mostrar ahora solo a uno completamente destruido por la enfermedad, aunque no se veía tan mal como en el tercer día. Supongo que es una especie de karma por todo lo que me ha hecho pasar. Un karma que pasara a segundo plano... Cuando él se recupere de esta enfermedad.

Ya que lo lograba, o eso parece. Su cuerpo se recuperaba lentamente a pesar de que todos los días coma de esa comida que se pudre en menos de lo esperado por muy frescos que sean los ingredientes.

Su piel ya no era tan pálida, sus ojeras ya no parecían un saco negro bajo sus ojos. Solo ojeras normales.

Y hasta sus labios recuperaron un poco de color.

Y cuando él se termine de recuperar, de nuevo me va a tocar enfrentarme a los crueles días junto a este hombre. Donde me maltrata hasta que mi piel queda más manchada de morado que de su propio color natural, las humillaciones eran el plato que se servía de forma principal y mi cuerpo sufría de su mala mano en el acto sexual.

Odiaba siquiera la idea de tener que volver a todo eso.

Tendría que evitarlo, a toda costa.

Solo... Que no se cómo.

—Ire a preparar el almuerzo.

—Anda.

Después de que me dio ese permiso, por mucho que no lo necesitaba para poder irme. Termine por salir de la habitación a un paso apresurado, aún con esa desesperante idea en la cabeza de cómo podría hacer para evitar que volvieran esos días con el cielo gris para mi, por mucho que para los demás siempre sea de un hermoso color azul.

"Quizás debería escapar" fue la principal idea que llegó a mi cabeza, tenía algo de dinero. Podría ir junto a Raphael, se que él no se negaría. El seria el primero en tomarme en brazos y robarme a otro pueblo o hasta llevarme a una de las ciudades de las que tanto habla.

Si no lo hacía por amarme a mí, lo haría por que somos amigos. Aunque los amigos no hacen nada parecido a lo que hicimos anoche.

Pero era ridículo, Rayn me buscaría bajo cada piedra. Papá lo haría, mi mamá lo ayudaría y mi suegra... Bueno, ella solo estorbaria, pero con su suerte, sería la primera en encontrarme.

Mordi mi labio con impaciencia, sin ninguna idea para poder hacer algo al respecto hasta que el llamado en la entrada de mi vivienda me sacó de mis pensamientos.

Aleje mi cabeza de mis ideas sin sentido que solo se perdían en el aire y los centre en ese llamado, en las posibles personas que puede haber tras de ésa puerta de madera. A la cual me acerqué y abrí para toparme con un hombre vestido completamente de negro y un semblante de pura tristeza.

Lo reconocí de inmediato, es el hijo de la señora Penelope.

—Oh... Hola, Gutiérrez. —Lo saludé haciendo uso de su apellido, al no recordar su nombre.

—Señorita Idelia, un gusto verla. —Saludo el hombre con la voz quebrada, una mala señal que me indicaba que algo sucedió. —Disculpa que la moleste cuando debe estar ocupada con el almuerzo, pero deseaba entregarle esta invitación.

Un sobre fue extendido hasta mí. Y yo con algo de desconfianza lo tome, recordaba a la perfección que ayer pelee con su mamá. No entiendo por qué hoy me estarían invitando a algún evento.

Lo más seguro es que ni siquiera debe de saber que peleamos.

—Muchas gracias, Gutiérrez. ¿Puedo preguntar qué sucede? Te noto algo desanimado.

El hombre carraspeo un poco su garganta, como si se preparará para decir lo que sea que suceda.

—Mi mamá falleció esta mañana al momento de desayunar. Esa es la invitación a su funeral.

Y que bueno que se tomó su tiempo, ya que la noticia en verdad me golpeó por completo.

Recordaba a esa mujer llena de vida ayer, criticandome por estar junto a Raphael en las calles del pueblo e insultándome.

Jamas llegaría a pensar que moriría de tal forma de la noche a la mañana. Jamas... Lo pensé.

Y eso solo me hizo darme cuenta de dos cosas.

Que... Wow. La vida da muchas vueltas, recuerdo a la perfección como justo ayer mi querido Raphael le dijo que no era merecedora de llegar viva para disfrutar su mañana siguiente. Hasta recuerdo como le dije que deseaba que se muera esa mujer, algo de lo que debería arrepentirme, pero no lo hago.

Y segundo.

Que ya tenía el plan perfecto para deshacerme de mi esposo.

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