Capitulo 3

Dar la bienvenida a mi esposo a casa fue algo... No grato. E incluso lo considero un evento en mi vida un poco frustrante, en especial, después de haber recibido la compañía de un hombre poseedor de un considerable encanto y cierto magnetismo.

Hombre que desapareció como la neblina cuando el sol del medio día ataca, justo como eso.

Un joven que abrió paso al misterio. Que sin esforzarse logro hacer que sienta curiosidad por el, al punto de que sería capaz de hablar por horas en conjunto de cómo era su ciudad, su vida.

Simplemente hablar de su persona y su entorno, la ciudad, la maravillosa vida allá afuera de mi pequeño mundo; de este pequeño pueblo invadido por imbéciles. Ya que me parece tan maravilloso y raro que las mujeres hasta puedan estudiar en la universidad. Yo no puedo ni salir de casa sin permiso. O al menos lo necesito si la razón de mi salida no es ir al mercado a comprar los alimentos del día.

Un interés que nunca sentí por nadie, pero que de pequeña tuve la dicha de escuchar como mi madre siempre describía lo afortunada que fue al sentirse así con papá.

Yo no tuve esa fortuna, no fui poseedora de la fortuna de sentirte atraída por un hombre; de que su simple presencia sea un deleite del que nunca desees oerderte. No hasta ahora.

Y por eso, cuando vi a mi desafortunado pasado llegar a casa y sentarse directamente en la mesa a comer después de ignorar el falso cariño en mí "Bienvenido a casa, amor". No solté otra palabra más, solo lo deje ser. Lo deje quejarse de que la comida carecía del calor de las brazas de la estufa. Que la carne permanecía sin un rastro de humedad, que al morderla carecía de jugosidad. De que un alimento era más salado de lo que debería o que el arroz no tenía la suficiente sal.

Todo esto bajo mi mirada. Siempre tan llena de desprecio hacia el como suele ser usual.

Y el era conocedor de ese odió, ya que mientras comía solo era capaz de verme a mí para continuar sus reclamos. Llevando las cucharadas de comida hasta su boca sin siquiera ver si era huevo del desayuno o arroz del almuerzo lo que se iba a comer, supongo que le agradaba más el factor sorpresa de saber que era hasta que su lengua logré reconocerlo.

¿Será que reconocerá el sabor del escupitajo que tire en su plato? No lo creó.

Al final, con tal de no verlo para no tener que atentar contra la mayor parte de mi estabilidad mental con la asquerosidad de su rostro, decidí que era mejor ver la asquerosidad que ocurría en el plato de comida.

Si, solo un plato. Ya que si antes eran al menos cuatro platillos diferentes de comida, este asqueroso hombre se encargó de desarmar mis emplatados perfectos para mezclar todo en un solo desastre de asquerosidades.

En como troceaba las verduras, la carne. Esparcía la amarilla del huevo sin cocinar por completo en el arroz. La miga del pan cayendo sobre la comida cuando el lo parte en pedazos lo suficientemente pequeños como para que entre a su boca sin esfuerzo.

La forma de su boca de masticar, completamente abierta, dejando a la vista toda esa porquería mezclada. Como hasta los granos salían de su boca, todo intencional solo por molestarme.

La mosca salir de entre los granos de arroz.

Muchas moscas.

La carne con... ¿Larvas?

Abrí mis ojos de sobremanera al notar eso. Al presenciar como el maldito de mi esposo comía de esos alimentos podridos, echados a perder.

A pesar de que sean alimentos frescos. Que incluso lo cocine hace poco y recordaba perfectamente como el humo se esparcía a su alrededor.

Todo mostraba un asqueroso estado. Podrido es la palabra más acertada.

El se lo llevaba a la boca con un gusto indescriptible, como si no se diera cuenta de ello.

Y yo la verdad, no tenía ni un poco de ganas de detenerlo.

Por mi, que se muera consumiendo esa porquería.

───────────────

Un nuevo amanecer llegó, con ello un nuevo día de mercado y de cocinar.

Por ello, me encontraba aquí en el mercado de mi pueblo. De nuevo haciendo la pequeña fila para comprar pan ya que Rayn y Raphael se lo acabaron todo ayer. Así que me tocaba surtirme un poco más para el día. Y lamentablemente hoy no podría comprarme un pan de chocolate, ya que no me alcanzaría.

Esto de vivir del día a día no me gusta. Ni siquiera papá me mantenía viviendo así.

—Idalia. ¿Que va a pedir hoy?

—300gm de pan de flauta.

—¿Hoy no llevarás pan de chocolate?

—Oh no. No llevaré, hoy estoy algo justa.

—Oh vale. Pues aquí tiene. —La bolsa me fue entregada, y yo agradecida por el servicio le pagué al hombre y le dedique un agradecimiento antes de irme.

Hoy debía llegar temprano. Cierto hombre desagradable no se levantó en la mañana y en su lugar se quedó en cama con la excusa de que se sentía algo mal. Así que debía llegar, preparar su desayuno y llevárselo a la cama para que tenga la posibilidad de alimentarse.

Aunque a medio camino en dirección a casa, un grito me detuvo. Más en específico de una voz, que a pesar de haber escuchado una sola vez. Ya era capaz de reconocerla con facilidad.

—¡Idalia! ¡Para! —Me di la vuelta ante ese llamado, logrando ver a Raphael correr en mi dirección con lo que parecía una bolsa de papel en mano.

Me detuve, dando unos cuantos pasos a un lado para no quedar justo en medio de toda la calle. Y cuando me termine de apartar, el logro llegar hasta mi formulando una sonrisa tan bonita como la de ayer.

—Toma. Un agradecimiento por la comida de ayer. —Me extendió la bolsa de papel.

—No era necesario, Raphael. —Tome la bolsa de papel entre manos. Sorprendida por su peso un poco elevado, decidí ver el contenido de la misma. Una imagen deléitante que hizo brillar mis ojos.

Resultó ser al menos unos ocho panes de chocolate, que impregnaron de inmediato su olor en mis fosas nasales de forma divina.

En serio, que gozo.

Ahora no me negaré a aceptar el regalo.

—Estaba en la fila del pan cuando escuché al panadero. Supuse que te gustaba, asi que te los compré.

—Muchas gracias. En serio es un detalle encantador. —Volvi a agradecer, acercándome al joven y pegando mi mejilla a la suya, además de imitar el sonido de que dejaba un beso en ella. Cuando en realidad no es así.

Después de esa pequeña acción como agradecimiento me volví a alejar, dedicando una sonrisa al hombre.

—No es nada. Espero que los disfrutes. —Me termine de alejar para detallar un poco más su rostro. No parecía estar enfermo, a comparación de mi esposo que amaneció mal por la comida de ayer.

Supongo que eso sucedió gracias a que el no estuvo en todo el día para embutirse de los alimentos. Y yo en lugar de taparlos, solo los deje agarrando mosca y toda bateria posible que pueda haber en el aire.

Y ahora por culpa de esa imprudencia que hice por la mera rabia que le tengo a ese imbecil. Es obligatorio soportar unos cuantos días viviendo en lo justo hasta que se recupere. Ya que ese imbecil de m****a, me hace vivir de miserables monedas que me entrega de forma diaria.

—En serio, gracias. Espero que nos veamos más tardé, pero por ahora debo volver a casa. Mi marido no fue a trabajar y me está esperando en su lecho de descanso, ya que amaneció un poco enfermó.

—Tranquila, ve. No me molesta.

Me despedí de Raphael antes de volver a retomar el paso a casa. Un recorrido corto que no duró más de diez minutos y que me dio tiempo de cocinar una sopa con bastante verduras y un poco de pollo.

Debería de rendir más que nada la proteína, ya que creo que no podré comprar mucho estos días.

Al estar lista la sopa le servi al supuesto enfermo y me servi un poco yo. Tome de inmediato mi sopa en la cocina, la cual era poseedora de un sabor exquisito que combinado con el pan de flauta logro que de inmediato le agarre cierto gusto al pan a pesar de que no me guste.

Después de comer y estar satisfecha, acomode la comida restante en una bandeja junto a una manzana sin picar mi nada parecido. Y un vaso de agua.

Y así tal cual, subí la bandeja a nuestra habitación —Donde en realidad, suele dormir el solo— en donde yacía el moribundo hombre como si su estado actual fuera enfermo de muerte. A pesar de que a base de mi criterio: debe ser solo un simple catarro.

—Amor, es hora de comer. —Le avise, viendo como el a duras penas era capaz de acomodarse un poco en la cama para recibir el plato de comida.

Le dejé la bandeja sobre el regazo y me senté a su lado, ver ese rostro demacrado me daba tranquilidad, alegría.

Era un completo gozo para mi ver ese sufrimiento. A pesar de que intentaba de ocasionar pena en mi corazón, ya que su mano llegó hasta mí mejilla y la comenzó a acariciar con una dulzura no propia de él.

—Eres como un ángel... —Murmuro. Al parecer su dulzura se debía a que deliraba por la fiebre. mis cejas se curvaron en disgusto ante ello y tomando la cuchara lo obligué a comer la primera cucharada de sopa, haciendo que la trague a la fuerza.

Sus quejidos fueron lo de menos, ya que a el no le importaba cuando me golpeaba y me dolía. Cuando sentía que estaba muriendo después de que desgarrara mi interior por su brusquedad.

En su lugar, cada vez que se quejaba lo trataba peor. Con más brusquedad.

Hasta que el se terminó por cansar y por si mismo me arrebato la cuchara de las manos, soltando un gruñido escandaloso.

—Dejame comer tranquilo. —Me recriminó, comenzando a comer por su cuenta.

De nuevo sin darse cuenta de que extrañamente la comida mostraba esos signos descomposición.

Larvas, moscas. Hasta polillas.

Y el, solo comía con gusto.

Esos pequeños animales eran invisibles a su vista, dejaban claro que ni el mismo se daba cuenta como se contaminaba. Ya que ella comió de esa misma sopa y nunca le salió nada de esas asquerosidades, lavo bien todos los ingredientes, el pan es fresco.

Y aun así, de nuevo la comida se pudrió.

Como si fuera un mal presagio, un mensaje que le quisieran dejar en claro y del cual ella no se termina de enterar.

Y quizás tarde un tiempo en poder darse de cuenta cual es ese dichoso anuncio sin descubrir.

—Busca más agua. —Me ordeno mí esposo, con algo de fastidio me levanté de mi asiento para comenzar a bajar las escaleras.

Y justo cuando termine de bajar las escaleras, la puerta principal emitió el sonido de unos cuantos golpeteos anunciando la llegada de alguien a mi morada.

Fui hacia la puerta, olvidando por completo que Rayn me pidió más agua y abrí. Logré ver de nuevo a Raphael, con un rostro serio e impaciente que cambió apenas me vio.

Pero no hablo, como si ni el mismo fuera consciente de por qué vino a este lugar.

—¿Deseas comer?

—Oh, claro. —Con gusto paso a la casa cuando le di el paso. Repitiendo la misma rutina de ayer, donde se fue directamente al comedor.

Y yo fui a la cocina. Iba a cocinar algo nuevo para el, pero al revisar la sopa y ver qué la de la olla si estaba en perfecto estado a comparación a la de mi esposo. Decidí servirle sopa.

Le pique algunas frutas y le hice algo de jugo de nuevo, y ya al estar listo todo, se lo lleve al comedor.

—Toma. Espero que te guste. —Le dedique una sonrisa, estando a punto de sentarme a hablar con el hasta que el grito de cierto olvidado desde el segundo piso me hizo recordar que me pidió agua. —Ups. Vuelvo después.

Avise, yendo a preparar el vaso de agua mientras por mi cabeza viajaban unos cuantos pensamientos en torno a unas cuantas cosas.

Como por ejemplo, que perfectamente se podría volver una rutina para mí recibir a ese hombre todos los días bajo el techo de mi hogar, con tal de hablar con el.

Ya que era agradable hacerlo, algo que me daba gusto.

Y anhelaba poder tener aunque sea un pequeño gusto en mi día a día.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App