Ya pasaron al menos unos cinco días desde que Rayn continuaba presentando esa horrible enfermedad. Una total pena y desgracia, ya que estoy viviendo como una pordiosera por esta misma razón. Por el simple motivo de que es incapaz de levantarse de la cama para trabajar.
Sobreviviendo a duras penas con la comida que trae Raphael por su parte, donde tengo que sacar un poco para dar de comer a ese hijo de perra que solo era capaz de exigir y seguir exigiendo, solo tiene fuerzas para tratarme como si fuera un pedazo de excremento en su camino por que no le llevo de comer un pedazo de carne asada, cuando él no tiene dinero para que yo pueda comprarla y en su lugar soy yo quien tiene que buscar solventar por mí misma y por ese imbecil. Y es que por mucho que desee dejarlo morir, la posibilidad de quedarme sola en este mundo de m****a era más grande de lo que creía. Tan grande como mi miedo de terminar siendo una moribunda de la calle al no tener un esposo que me defienda de toda harpia a mi alrededor. Aunque teniendo en cuenta que es Rayn, creo que hasta sola me iría mejor; pero mi cobardía no me deja entender que es así.
Mi cobardía no me dejaba entender que quedar sola o lo que sea que pase después de que Rayn muera, no sera peor que todo aquello que tenía que vivir día a día con ese hombre en casa. Los golpes, el maltrato, las humillaciones.
Todo lo que ocurre en las paredes de este supuesto hogar. Todo.
Donde el único alivio que me proporcionaba la vida de esa gran carga de sufrimiento; es el hombre que venía a visitarme por las tarde a comer y me habla de como eran las otras ciudades que ha visitado, donde a la mujer no la tratan como una basura cualquiera. Justo como hacen en mi pueblo. Ciudad donde tienen el derecho de estudiar la carrera que quieran y no deben de depender de un hombre para poder ser feliz, ya que ellas son capaces de ver por si mismas.
Una ciudad donde no las obligan a casarse desde jóvenes como un simple negocio ya que lo hacen por simple amor. Por desear estar junto a ese hombre que las adora con toda su vida.
Un tema que me lleva a hablar con el de lo mucho que me gusta cocinar. Decirle que mi sueño siempre fue que todo el mundo deguste mi comida y me alaben por ello. El me motivo de nuevo con la idea del restaurante, insistió en insistió hasta que logramos llegar a un acuerdo mutuo. O bueno, en realidad parece más algo obligado de lo cual no estoy negada a aceptar.
Y es que hablar de todo esto nos llevo a que Raphael diga que el será mi primer cliente, y desde ese día siempre viene a comer hasta tres veces al día y me paga con 10 francos cada comida.
No lo negaré. Es una buena cantidad de dinero, que me ha ayudado un poco mientras Rayn está enfermo. Pero solo a mi, ya que de ese dinero no he usado ni una sola moneda por el. Ni lo haré, ya que no lo merece.
Mucho hago en darle de comer.
—¿Que quieres comer hoy?
—Lo que sea, menos sopa.
—Lo que hay es verduras, agua y pan para comer. Si no quieres sopa ¿Entonces que cocino?
—Joder, pues solo haz una maldita ensalada. —Solto con poca fuerza, ganándose de mi parte que le voltee los ojos con fastidio ante su falta de respeto. En verdad, no soporto ni un poquito a este hombre. —Una ensalada de aderezo blanco.
Me di la vuelta sin siquiera responder y salí de la habitación en dirección a la cocina. Me tocará ir a comprar carne ya que no planeo darle de comer a Raphael algo tan miserable como una simple ensalada cuando me paga por cada platillo una buena suma de dinero.
Solté un suspiro resignada y comencé a cortar casi toda la verdura que quedaba y a ponerla a hervir. Una ensalada hervida con aderezo blanco y un poco de pollo que ha sobrado es lo ideal para al menos pasar el almuerzo mientras pienso en que haré en la cena.
Al ya estar las verduras en la estufa tome uno al menos cinco francos y me preparé para salir. Compraría algo de comida para unos cuantos días, ya que milagrosamente esa cantidad de dinero alcanza para comer hasta una semana.
Aunque... Justo cuando iba a salir de mi tan espantosa casa, una gran figura irrumpió mi paso en la entrada de la misma. Solo me di cuenta de ello cuando choque contra el pecho del mismo y con curiosidad me aleje del mismo para mirarlo, deseando saber quién era a pesar de ya hacerme una idea.
Lo reconocí de inmediato, es mi confidente de estos últimos días que me dedicaba una sonrisa ladina, sin mostrar sus dientes,nunca sonríe mostrando los dientes. A pesar de que estoy completamente segura de que su sonrisa debe ser una maravilla de la cual deleitarse por horas.
Creo que lo idealizo mucho. Bueno, ni siquiera se que hago o por que pienso así de el.
No recuerdo ninguna parte de mi vida donde me sentí así por un caballero. Nunca experimente la emoción en mi pecho de ver a alguien y a pesar de ello, hoy lo sentía con mucha intensidad al notar como usaba una ropa formal que se ceñía a su cuerpo y mostraba esa exquisita contextura gruesa de la que es poseedor.
Quería relamer mis labios del gozo por las vistas. Un acto del que me cohibi al ser vergonzoso pero que me hizo darme cuenta de algo.
No es que no entienda que hago o pienso. Solo me hago la ignorante al respecto.
Ya que sería un escándalo en el pueblo si se llegan a enterar que deseo a otro hombre.
—Oh... Raphael, aún no tengo listo el almuerzo. Pero si quieres, puedes esperar dentro.
—Idalia, hoy tengo otros planes. —Me extrañe ante eso, sin entender porque vendría aquí si tiene otros planes y también un poco decepcionada en mis adentros, ya que no podré estar con el hoy.—Y esos planes te involucran a ti.
O quizás me equivoco.
—¿Disculpa? —Solte con curiosidad, sin entender nada al respecto hasta que logré ver cómo su sonrisa se ensanchaba más al punto de que mostraba sus dientes. Dientes con unos colmillos un poco más marcados de lo usual.
Una imagen atractiva, que agregaba algo siniestro al hombre y logro hacer que me derrita en mi lugar.
Parezco un animal, debo de controlarme.
—Quiero ser yo quien te lleve a comer hoy. ¿Que te parece? —Solto al fin, ganándose de mi parte unas pequeñas risas de ironía al llegar a pensar que era mentira, segundos más tarde me di cuenta de que no era así. —Anda, ponte el bonito vestido que te regale y estos zapatos. —Y ante la mención de esas últimas prendas, extendió a mi unos hermosos zapatos con tacón bajó.
Oh... Que es en serio.
Y me costaba creer que en serio tuvo el detalle de regalarme unos zapatos. Mi impacto era grande, después de todo es un detalle significativo que recibí con emoción al tomar los zapatos.
Iba a negarme en un principio. Era lo más sensato ya que soy conocedora de cómo me siento con este hombre, a pesar de que aún sean emociones algo pequeñas.
No me siento culpable por sentirme así. Es normal, en especial después de estar con un hombre malo por tantos años.
Solo que hoy no quiero ser sensata. Quiero disfrutar.
Y por eso tome ese par de zapatos.
—Gracias. —Le agradecí de inmediato, con la idea en mente de tirar más tarde esos viejos zapatos que llevo usando desde que tengo memoria a la basura, un lugar que tienen destinado desde hace años pero yo me negaba a soltarlos.
—No es nada, ahora anda a vestirte.
Bueno, al parecer me ahorro lo de la carne por hoy.
—Vuelvo en un instante. —Volvi a entrar a casa y fui corriendo hasta el baño de la misma, una ducha sencilla seria lo mejor para estar presentable. Y cuento con el tiempo algo contado al tener que preparar aún la comida de Rayn y se quede tranquilo hasta la hora de la cena. Así que me di una limpiada rápida donde ni siquiera el agua toco mi cabello. Solo ciertas partes de mi cuerpo, que eran predecibles para lavarlas y asi no tengan mal olor.
Después de lavarlas y echar en mi piel algunos productos para dar buen olor. Salí del baño, yendo a terminar de preparar la comida de mi esposo. Solo usando una toalla para cubrir mi cuerpo, ya que si me visto con las prendas que me dio Raphael, podría sospechar de que voy a salir con alguien.
Al ya estar lista la comida subí a la habitación, afrontando un encuentro directo con ese amargado semblante.
—Aqui está tu comida. Ensalada con aderezo blanco. Iré a ver si logro comprar algo para la cena con las últimas monedas que quedan. —Menti, claro esta. Ya que ni siquiera quedan monedas que gastar. O al menos no las he buscado lo suficientemente bien.
—Solo ve. Y asegúrate de traer algo de carne para la cena. —Los alimentos ya iban en dirección a su boca. Una escena que no quise al ser conocedora de que esos asquerosos animales iban a terminar por aparecer.
Di un pequeño asentimiento con mi cabeza y camine hasta salir de la habitación, yendo a donde guarde la cesta y saque el vestido. Era un hermoso vestido verde con una falda tipo A. La cual al vestirla, se ajusto perfectamente a mi cuerpo y me hizo lucir mi piel tostada y cabello castaño mucho más atractivo de lo que suele lucir.
Y no piensen que lo digo por que siempre luzco hermosa. Siempre es fácil superar a mi "yo" de diario al ser común que me encuentre demacrada.
Arregle un poco mi cabello antes de salir y me coloque mis zapatos nuevos, dando vueltas por sobre mi propio eje al sentirme como toda una muñeca después de tantos años siendo solo una pordiosera. Una alegría que lleno mi corazón y plasmó una sonrisa en mi rostro que fue lúcida como parte del conjunto a Raphael, quien me encontré de nuevo en la entrada de casa.
—¿A donde iremos?
—A un restaurante cerca de aquí, así que no tenemos que caminar mucho. —Me extendió su brazo, una especie de invitación a que lo tome. Una acción caballerosa que nunca me ha hecho ni mi propio esposo, pero que acepte a gusto.
Me pregunto si para el esto es una simple salida de amigos.
—¿Y alguna vez has ido a comer ahí?
—Claro que lo he hecho, si no fuera así. No te estaría invitando. —Se mostró erguido, aún con esa sonrisa en su rostro. —No sería capaz de llevarte a comer a un mal lugar, cuando todos los días te aseguras de darme de comer manjares.
—No es para tanto, Raphael.
—Te menosprecias mucho, Idalia. En serio no eres consciente de lo capaces que son tus manos.
—Pero no haz comida muchas maravillas conmigo, Raphael. Solo algo de comida. —Asegura, notando como justo a un lado de nosotras paseaba un grupo de ancianas. Murmurando por lo bajo al vernos juntos, un hecho que de inmediato hizo que esté alerta y por simple inercia me hizo detenerme.
Y eso provoco que mi acompañante también se detenga, después de todo. La aceptación a tomar su brazo lo llevo a que sea yo quien dirija los pasos a donde sea que vamos.
—Buenas tardes, señora Penélope.
—Señorita Idalia, la tumba de su esposo aún no se enfría y ya está con otro hombre. —El impacto de esas palabras, fue enorme. Más por la sorpresa, ya que ella ya daba por muerto a Rayn cuando aún seguía en casa.
Para mi desgracia.
Y es otra pena no poder decir que si salgo con este hombre, supongo que me tocará contra atacar escupiendo verdades que destruyen mis deseos.
—Mi esposo no está muerto, señora Penélope. Solo he salido a dar un paseo con un amigo.
—Claro. Para nadie es un secreto que su supuesto amigo entra a su casa. Y no solo una vez, para ser exactos. Pobre Rayn, el que es un hombre tan trabajador con tal de poder llevar la comida a tu boca y resulta que tiene una harpía por esposa. —Vaya. Primero que nada, al parecer ahora sí es conocedora de la existencia de Raphael.
Y bueno, es impresión ver cómo en cuestión de segundos me volví una ofrecida a palabras de la mujer.
—No se que ideas tiene en la cabeza. Pero está completamente equivocada, el y yo somos amigos. Y yo siempre le preparo de comer ya que el me paga por ello. —Mis palabras eran exactas pero lejos por mucho de ser bien pensadas, a pesar de ser la verdad. Mis palabras son la propia impulsividad de mi molestia ante tal mentira que hablaba la mujer. Ya que ese hombre moribundo en casa, si fuera por el, preferiría que me muera de hambre en vez de tener que gastar de su dinero para darme alimentos. Lástima que esté obligado a darme de comer día a día, ya que se quedaría sin alguien que le cocine.—Y ese miserable no le alcanza ni para comprarme un vestido nuevo. Así que no alabe mucho a ese supuesto "pobre hombre" cuando es ignorante de la realidad de un hogar.
—Que niña tan grosera.
—Señora, le pido por favor un poco de respeto para Idalia. No lo merece, pero ojalá y tenga una buena noche y despierte mañana para disfrutar de otro día. —Termino por defenderme mi acompañante, jalando de mi brazo para obligarme a caminar y seguir nuestro recorrido. No dispuesto a dejar que una simple mujer arruine nuestra tarde.
Y yo tampoco deseo sabotear esta tarde..
Solo que esas palabras para defenderme, fueron de lo más extrañas.