Quizás haber esperado una solución inmediata fue algo… estúpido.
Pasaron meses y no lo volví a ver, mucho menos a saber de él.
¿Mi hija? Dejó su curiosidad de lado, no volvió a preguntar por quién se supone es su padre.
De cierta forma, eso me hirió.
Mi corazón egoísta aún no comprende que mi corta vida no es nada comparado a su inmortalidad, que él no va a apreciar estos pequeños momentos de la misma forma.
Que él no le dará mucha importancia a ver a su hija crecer, mucho menos al paso de los años ya que él puede esperar hasta millones de años por mi si tuviera que hacerlo.
Como Dios es difícil apreciar el paso del tiempo.
Y en especial, siendo Dios de la muerte, es difícil apreciar la vida, por mucho que él lo intente.
Aún así, yo tomo en cuenta sus enseñanzas, adorando cada momento y recuerdo junto a mis seres queridos.
Y convirtiéndo a la vida misma en mi mayor adoración, a pesar de que está me hizo mucho daño en su momento.
—Mami, mira el dibujo que hice. —Hoy como cualquier día,