Mundo de ficçãoIniciar sessão" No te pedí que comieras. Te ordené. " " ¡No soy tu esclava para recibir órdenes! " " No, no eres mi esclava. " La voz de él era fría, cortante. Sus ojos verdes brillaban intensos, cargados de algo que la hizo tragar saliva. " Pero eres mía. Y harás lo que yo mande. " Collin intentó moverse; él la mantuvo presa bajo su mirada. " No me gusta lidiar con niñas malcriadas, hembra. O comes... " " ¿O qué? " la pregunta se escapó antes de que ella pudiera pensar. Era una locura desafiarlo. Él era un alfa. Un movimiento suyo podría ser fatal. El alfa se inclinó, acercándose hasta que el calor de su respiración rozó su rostro. Collin retrocedió instintivamente, presionándose contra el árbol. " ¿Estás segura de que quieres desafiarme? " El tono bajo y amenazador hizo que su piel se erizara por completo.
Ler maisCollin y Colen nacieron en la misma tarde fría de invierno. Las dos tenían cabellos rojos ondeantes y rostros hermosos, pero los ojos las diferenciaban. Colen había heredado un par de ojos verdes y relucientes, mientras que Collin tenía uno verde y otro amarillo, algo que siempre la había hecho sentirse... equivocada. A pesar de eso, Collin amaba a su hermana, viéndola como una heroína y protectora, aunque la reciprocidad no siempre fuera verdadera.
La vida en la aldea montañosa de Rovina era dura, pero para Collin parecía aún más cruel. Sus padres claramente preferían a Colen, llenándola de elogios y mimos, mientras Collin recibía solo trabajo e indiferencia. "¡Camina más rápido, Collin!", gritaba la madre, ignorando el hecho de que la joven cargaba dos pesados cubos de manzanas mientras Colen sostenía apenas uno, casi vacío. Por las noches, Collin solo cenaba después de regar el huerto, y la comida ya estaba fría y sin sabor. Cuando por fin se acostaba, exhausta, el olor a sudor impregnaba su almohada, pues no tenía energía ni siquiera para lavarse. En el mercado, mientras Colen desaparecía con la excusa de "ayudar", Collin se quedaba sola, lidiando con clientes groseros y soportando los murmullos que la rodeaban. Ese día en especial, escuchó algo que le heló la sangre. "Los vientos han cambiado", murmuró una anciana a otra. "Están cerca." "¿Quiénes?", preguntó un hombre curioso. "Los lupinos." Collin tragó saliva. "Lupinos", los legendarios hombres lobo que reclamaban todo a su paso, eran historias que ella siempre había considerado absurdas. Pero los murmullos no cesaron, y el frío repentino en el aire parecía confirmar el temor de la gente. Cuando el día finalmente terminó, Collin, cansada y cubierta de barro tras caer en un charco mientras cargaba sola todas las cestas, volvió a casa. Colen apareció sonriente y con las manos vacías. "¿Dónde estabas?", preguntó Collin, cansada. La hermana solo se encogió de hombros. "Perdóname por dejarte sola, Collin, es que... tenía que ir a ver algo", dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Collin suspiró, ¿cómo era posible que actuara de esa manera? "Dame una parte del dinero, papá y mamá necesitan ver que yo también vendí hoy", extendió la mano, esperando. "Pero tú no vendiste." "Collin, date prisa." Collin resopló, pero se lo entregó, pues sabía que su hermana sería recibida como la "buena vendedora". De repente, el viento se detuvo y el aire se volvió pesado. Collin y Colen se quedaron paralizadas al oír pasos que venían del bosque. Hombres surgieron de las sombras: altos, fuertes e intimidantes, con ojos que brillaban como los de las bestias. Entre ellos, un hombre de piel negra y cabello gris dio un paso al frente. "Todas las jóvenes del pueblo, a la capilla. Ahora." No era una petición, sino una orden. --- En la capilla, las jóvenes eran llamadas una por una a una habitación. Collin temblaba, su corazón martillando en el pecho. Mientras tanto, Colen recibía abrazos y besos de sus padres. "Todo estará bien, mi ángel", decía la madre, mientras Collin, al margen, apretaba sus propias manos. Nadie la consolaba. Cuando llegó el turno de Colen, el hombre de cabello gris la llamó. Ella entró en la habitación con duda, y Collin se quedó atrás, mordiéndose las uñas. Pero quien salió minutos después fue el hombre, no Colen. "Tú" —señaló a Collin—. "Entra." Ella intentó protestar, pero sus padres solo apartaron la mirada. Sin otra opción, entró en la habitación, donde Colen la esperaba con los ojos muy abiertos. "Collin, me eligieron. ¡Soy la elegida!" susurró Colen, desesperada. "Van a llevarme." Collin abrió los ojos de par en par, su corazón se aceleró. Cuando su hermana la abrazó, ella correspondió, sintiendo ya las ganas de llorar. "¿Hay algo que podamos hacer? ¡Tiene que haber algo! ¿Qué es lo que quieren?" "Dijeron que soy la elegida." "¿Elegida para qué?" "Para ir con él, para ser suya." Al ver a su hermana llorar, Collin tampoco pudo contener la emoción. "Hermana, escúchame... Déjame ir a hablar con nuestros padres una última vez." "Está bien, vamos." susurró entre lágrimas, ya dispuesta a abrir la puerta. Pero Colen la detuvo. "No me dejarán salir, cámbiate conmigo, será rápido." Collin sintió su corazón acelerarse, pero no se negó. Al fin y al cabo... amaba a su hermana. "Seré rápida." Y enseguida salió, dejando a Collin nerviosa y con el corazón en un puño. La joven empezó a caminar de un lado a otro; el tiempo pasó y pronto Collin notó que su hermana tardaba demasiado. Estaba a punto de abrir la puerta para echar un vistazo cuando la otra puerta, la del fondo, se abrió. Se estremeció al ver a un hombre alto, de cabello castaño hasta los hombros, ojos verdes penetrantes y muy hermoso, entrar en la habitación. Exhalaba poder, y Collin sintió su cuerpo paralizarse bajo su mirada. "¿Estás lista, Colen?" La voz grave parecía resonar en su mente. "¡No... yo no soy Colen!" balbuceó Collin, intentando retroceder. Sus ojos verdes e intensos se fijaron en su rostro mientras él se acercaba con pasos largos y firmes. El hombre inclinó la cabeza sin apartar sus ojos entrecerrados de ella. "Ya te dije que no sirve de nada intentar huir, hembra. No me gustan los juegos." "¡No soy ella! ¡Es un error!" Collin intentó explicarse desesperadamente, pero él avanzó, su presencia abrumadora. "Basta de juegos. Tu destino está sellado, y vendrás conmigo." Collin trató de correr hacia la puerta, pero él la alcanzó con facilidad, levantándola como si no pesara nada. "¡Colen!" gritó mientras era cargada hacia afuera. Afuera, vio a su hermana en los brazos de sus padres, que no hicieron nada. "¡Colen! ¡Ayúdame!" Las lágrimas corrieron por el rostro de Collin mientras el hombre la llevaba hacia lo desconocido. Desde lo alto de sus hombros, vio a Colen simplemente observarla, sus ojos verdes brillando bajo la luz de la luna, mientras Collin era llevada lejos, sin saber si volvería a ver su hogar o a su familia alguna vez.Collin permaneció en silencio, incapaz de reaccionar. Las palabras de Liam eran absurdas, tan increíbles que no sabía ni por dónde empezar. Pero una cosa estaba clara: él no estaba bromeando."No puedes estar hablando en serio" dijo finalmente, con la voz tensa."Lo estoy." Él dio un paso al frente, acortando la distancia entre los dos. "Quiero un hijo, y tú puedes dármelo."Collin soltó una risa incrédula."¡Ni siquiera sabes si eso es posible! Tú mismo dijiste que lo intentaste de todas las formas. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que yo soy la respuesta?"Liam bufó, masajeándose la sien como si estuviera cansado de aquella conversación."Hembra terca..." gruñó. "¡Ni siquiera escuchas lo que se te dice!""Ya escuché esa historia ridícula sobre profecías y almas del destino, Liam. Pero eso es lo que tú crees, no yo."Él no apartó la mirada. Esos ojos siempre parecían impenetrables, como si ocultaran algo que jamás revelaría."No voy a repetirlo otra vez, Colen."Ella se giró, furiosa
Collin permaneció inmóvil mientras Liam la guiaba por el salón. A lo largo del camino, sentía manos desconocidas rozándola con suavidad, como si aquello fuera algún tipo de gesto ritual de aceptación. Era incómodo, invasivo."No tienes por qué asustarte" susurró Liam, con la voz baja junto a su oído. "Estás siendo bendecida por nuestra manada."Ella se estremeció. Las palabras de él solo reforzaban el peso de aquella realidad. Todo parecía cada vez más ineludible, una red en la que estaba atrapada, sin posibilidad de escape.Se detuvieron, y Collin sintió las manos de él rodeando su cintura, acercándola más a su cuerpo."Colen Alastar, ahora es mi alma de uno" declaró Liam, su voz fuerte llenando el espacio. "A partir de esta noche, ella es una de los nuestros. Esta noche, forma parte de la manada Montaña de Plata. ¡Alaben a la Diosa Luna por su vida!"Los gritos y aplausos que resonaron en el salón la hicieron encogerse. Apenas podía respirar. Entonces, de repente, las manos de Liam
Todo se volvió oscuro cuando las manos de Liam cubrieron los ojos de Collin. Ella jadeó, sintiendo el peso de su cuerpo presionándola contra la pared fría. El calor que emanaba de Liam era sofocante, y la cercanía la hacía estremecer de rabia y de incomodidad."¡Te dije que no podías ver este lugar! ¿Por qué te quitaste la venda?" la voz de él era firme, cargada de autoridad."¡Suéltame!" gritó, forcejeando, pero fue inútil. Las manos de Liam eran como grilletes, sujetándola con una fuerza implacable."¡Contrólate, hembra!""¡No me llames así!" exclamó ella, su voz cortando el silencio pesado."¡Suéltame, maldito...!" Collin apenas alcanzó a terminar la frase antes de sentir los brazos de él rodeando su cuerpo y levantándola con facilidad.La llevó hasta una habitación pequeña y oscura, donde no había nada salvo una ventana estrecha en lo alto de la pared. La sensación de vulnerabilidad era asfixiante."¡Bájame!" golpeó su pecho con fuerza, pero Liam ni siquiera vaciló."Cuando dejes
Collin se durmió en la habitación contra su propia voluntad. Su mente iba y venía, siempre regresando a las palabras de Liam. Cada frase parecía martillar una verdad ineludible: no tenía elección. Él la quería allí, y nada podría cambiar eso. Su sueño fue perturbado por pesadillas y recuerdos de casa, y despertó sobresaltada al oír algo caer al suelo.Sentándose en la cama, vio a una joven en la esquina del cuarto. Alta, delgada, de piel negra, ojos verdes y el cabello trenzado, sostenía lo que parecían ser ropas."No quería despertarte" dijo la chica, acercándose con pasos ligeros.Collin guardó silencio, observándola."Soy Eve. Eve Diar." La joven dejó la ropa sobre la cama, lanzándole una mirada expectante. "Generalmente, las personas responden con su nombre enseguida."Collin intentó sonreír, pero falló."Soy Collin Alastar."Eve arqueó una ceja."¿Collin? Damon dijo que eras Colen."Collin tragó en seco."Podría explicarlo, pero... no me creerías.""¿Por qué no lo intentas?" La m
Collin temblaba. Escalofríos sacudían su cuerpo mientras pesadillas y horribles alucinaciones se apoderaban de su mente. Cada parte de ella dolía, y hasta respirar parecía un esfuerzo insoportable. De repente, abrió los ojos. Todo a su alrededor era oscuridad, borroso y opresivo. Tosió, sintiendo el sabor metálico de la sangre."No… No… No." susurró para sí misma. Collin no sabía qué era real. Solo quería regresar a casa, cerca de su hermana. A pesar de todo… a pesar de la traición deseaba estar en casa.Una luz tenue interrumpió la oscuridad. Era una antorcha. Su mirada se ajustó y se dio cuenta de que estaba en una cueva rodeada de huesos. El olor pútrido casi la hizo vomitar."Ha despertado." una voz baja resonó a lo lejos."¿Estás segura?""¡Claro que sí!" respondió la otra voz, irritada.Todo volvió a su mente con un golpe cruel. Había sido secuestrada por vampiros. Su pierna palpitaba, como si ardiera desde dentro. Desesperada, intentó tocar la herida, pero el dolor era insoport
Collin, sin aliento, colocó la mano temblorosa sobre la herida en su pierna. El alfa se acercó rápidamente, la levantó en brazos y comenzó a caminar de regreso hacia el campamento. El dolor en su pierna era intenso, quemando y ardiendo como fuego."Arde mucho…" susurró ella, con la voz temblorosa. Él solo frunció el ceño y apretó la mandíbula, su mirada fija en el horizonte, como si su dolor fuera un peso insoportable."¿Voy a morir?" la pregunta salió con un tono de desesperación, pero Collin no sabía exactamente qué temía más: el dolor o el hecho de que lo que le estaba sucediendo era algo desconocido. En su aldea, los lupinos eran meros rumores, algo lejano, y las historias sobre los vampiros se evitaban, escondidas en susurros. Sabía lo suficiente para entender que, si estaba siendo atacada por una de esas criaturas, su tiempo se estaba acabando.Pero él no respondió, y eso le hizo sentir un nudo apretado en el pecho. Esto no era bueno. Nada de esto era bueno.Después de un tiempo
Último capítulo