Mundo ficciónIniciar sesiónLilian era una madre que amaba profundamente a su familia. Tras casarse, dedicó por completo su vida al cuidado de su esposo y de su hijo, confiando ciegamente en las promesas de aquel hombre y en la belleza de la vida familiar. Sin embargo, en la fiesta de cumpleaños número tres de su hijo Gabriel, Lilian descubrió que su marido mantenía una relación inapropiada con su propia mejor amiga, Verónica, la persona en quien más confiaba. Durante una confrontación con su esposo, Lilian sufrió una caída y perdió al bebé que ni siquiera sabía que llevaba en su vientre. Después de todo aquello, decidió que ya no podía seguir soportando más. Estaba decidida a marcharse con su hijo y comenzar una nueva vida. Fue entonces cuando el destino la llevó a encontrarse con Daryl, un apuesto y acaudalado director ejecutivo que tenía una hija. ¿Qué le deparará el futuro a Lilian?
Leer más—Amor, todavía no puedo creer que hoy nuestro hijo cumpla tres años. Hoy es su cumpleaños —dijo Carlos acercándose para besar la mejilla de su esposa.
Lilian, que estaba cocinando y preparando el desayuno en la cocina cálida y perfumada, sonrió al sentir el roce de los labios de su esposo. Carlos la abrazó por la espalda y le dio un beso suave en el hombro.
Lilian soltó una risita baja.
—Sí, amor... Parece que fue ayer cuando di a luz a Gabriel. Ahora ya elige su propia ropa.
—Y siempre insiste en ponerse la camiseta de Spiderman todos los días —respondió Carlos riendo.
Ambos soltaron una pequeña carcajada, disfrutando de una mañana sencilla pero llena de amor.
—¿Ya envolviste su regalo de cumpleaños? —preguntó Lilian mientras removía con cuidado el contenido de la sartén.
—Por supuesto, mi amor. Ese cochecito rojo que lleva un mes señalando cada vez que lo ve.
De repente, se oyeron pasos pequeños bajando las escaleras con prisa. Gabriel apareció en la entrada, con los ojos brillantes y una enorme sonrisa en el rostro.
—¿¡Coche!? ¿Qué coche, mamá? —preguntó con entusiasmo.
Carlos se agachó enseguida y abrió los brazos. —¡Ey, campeón! ¿Ya te despertaste? Gabriel corrió hacia él y lo abrazó con fuerza. —¿Papá y mamá me van a dar un regalo? ¿Es el coche rojo? ¿¡El que me gusta mucho!? Lilian le dio un codazo a Carlos con una sonrisa significativa. —Ups, creo que ya lo descubrió... Carlos fingió estar sorprendido. —¡Oh no! ¡Se suponía que era una sorpresa! ¡Papá se le escapó! Gabriel se echó a reír, feliz.—¡Me encanta ese coche rojo! ¿Y la fiesta, mamá? ¿Cuándo es?
—Esta noche, cariño —respondió Lilian acariciándole el cabello con ternura—. Habrá globos, pastel, y vendrán tus amiguitos.
—¡Yaaaay! —gritó Gabriel saltando de emoción—. ¡Voy a ponerme mi disfraz de Spiderman!
Rieron juntos. Aquella mañana tenía una calidez especial. Lilian observó a su esposo y a su hijo, y sintió que el corazón le rebosaba de felicidad.
Después del desayuno, Carlos y Lilian llevaron a Gabriel al jardín de infancia. De camino a casa, Lilian no podía dejar de sonreír, imaginando lo feliz que estaría su hijo esa noche.
Al llegar, apenas dejó el bolso en el sofá cuando sonó el timbre.
Lilian abrió la puerta y se encontró con una figura familiar, de pie con dos bolsas grandes llenas de decoraciones de colores.
—¡Sorpresaaa! —gritó Verónica, saludando con la mano.
Lilian se quedó paralizada un instante.
—¿Verónica? ¿Viniste? ¿No tenías sesión de fotos hoy?
Verónica sonrió con entusiasmo.
—Pedí el día libre por Gabriel. ¿Cómo iba a perderme el tercer cumpleaños de mi ahijado?
Lilian abrazó a su mejor amiga con fuerza.
—Gracias, Vero... De verdad me alegra mucho que estés aquí...
—De nada, Lilian. ¡Vamos, tenemos que decorar todo antes de que regrese el pequeño!
Comenzaron a inflar globos, colgar decoraciones y preparar la mesa de la fiesta con entusiasmo.
—Oye, ¿aún tienes ese papel de regalo de Spiderman? —preguntó Verónica mientras ataba una cinta.
—Sí, está en el cajón de abajo, junto a la nevera. Sabes que Gabriel está loco por Spiderman —respondió Lilian con una sonrisa suave.
—Claro que lo sé. Le encanta Spiderman, el color rojo, los cochecitos… y odia los pasteles con nueces —dijo Verónica riendo.
Lilian también rió.
—Eres la mejor tía.
Verónica la miró con cariño.
—Y tú, la mejor madre que he conocido.
Lilian guardó silencio unos segundos. Su sonrisa era cálida. No hacían falta más palabras.
*** Llegó la noche. La casa de Lilian lucía festiva. Globos de colores colgaban del techo, la mesa estaba llena de bocadillos, y en el centro brillaba un pastel enorme con forma de coche rojo.Los invitados comenzaron a llegar. Las risas de los niños se mezclaban con las conversaciones animadas de los adultos. Gabriel corría de un lado a otro con su disfraz de Spiderman, saludando a todos.
Carlos, con una camisa celeste, se encargaba de recibir a los invitados con amabilidad.
—Amor —llamó Lilian acercándose—, ¿puedes traer la botella grande de jugo de la cocina?
Carlos la miró unos segundos, luego desvió la vista hacia Verónica, que estaba cerca de las escaleras.
—Claro, ya voy —respondió, y se alejó rápidamente.
Lilian frunció ligeramente el ceño al notar esa mirada, pero enseguida volvió a sonreír y siguió conversando con otros padres.
Minutos después, Verónica subió las escaleras con el móvil en la mano.
Lilian la vio de reojo, pero estaba demasiado concentrada en la fiesta. Música infantil llenaba el ambiente, y Gabriel reía con el payaso que hacía globos con formas de animales.
Pero... había algo que no la dejaba tranquila. Miró el reloj. Carlos aún no volvía de la cocina.
Caminó hacia allí con paso decidido. Vacía.
—¿Dónde está Carlos? —murmuró, inquieta. Su mirada se dirigió hacia las escaleras. Dudó... y luego empezó a subir, peldaño a peldaño.
El bullicio de la fiesta se hacía más lejano. Arriba, solo el silencio.
Lilian caminó por el pasillo con el corazón latiendo con fuerza.
Se detuvo tras la pared, junto a la puerta entreabierta del cuarto de huéspedes. A través del pequeño hueco, vio dos siluetas muy juntas. El corazón le dio un vuelco.
Carlos estaba de espaldas a la puerta. Verónica, sentada sobre el tocador. Su camisa abierta. Ella, en sujetador. Respiraban agitadamente, sus cuerpos apenas separados.
—Estás loco… pero me encanta esto —susurró Verónica, atrayendo a Carlos por el cuello y fundiéndose en un beso ardiente.
Lilian no pudo moverse. La garganta le ardía, los ojos muy abiertos. Su cuerpo temblaba. Contuvo el aliento, las lágrimas, el grito que pugnaba por salir.
Carlos se apretaba contra las piernas de Verónica. Sus manos recorrían su espalda desnuda. La camisa de ella colgaba de una silla. El sujetador, tirado en el suelo. Lilian, desde la puerta, podía oír sus respiraciones entrecortadas, urgentes —no por cansancio, sino por deseo.
Verónica recostó la cabeza en el espejo, los ojos cerrados. Carlos descendía por su cuello hasta el hombro. Sus dedos se entrelazaban, sus cuerpos se fundían.
—Ah... Carlos...
Lilian permanecía inmóvil. Reconocía ese sonido. Esa voz, ese gemido. Antes era suyo. Ahora la hería.
Verónica atrajo a Carlos más cerca. Le susurró algo al oído y luego soltó una risita —suave, pero afilada como un cuchillo.
Todo se rompió. Lilian ya no sentía que perteneciera a esa casa.
Las lágrimas cayeron, una a una. Se cubrió la boca, intentando no sollozar, no gritar. Pero por dentro... ya estaba hecha pedazos.
La traición era real. Frente a sus ojos. En su propia casa. El día del cumpleaños de su hijo.
Siguió allí, congelada. Apenas podía respirar. Retrocedió un paso, escondiéndose tras la pared.
Lilian se tapó la boca, luchando por no hacer ruido. El pecho le ardía. Todo parecía un sueño lento, una pesadilla que no terminaba.—Carlos… Lilian podría sospechar… —susurró Verónica entre risas, jadeando.
—Lilian está ocupada abajo. No se va a dar cuenta —respondió Carlos, besándole el cuello.
Lilian apretó los puños con fuerza. Ya no pudo contener más las lágrimas.
Habían pasado ya tres días desde la última vez que Alicia y Carlos se habían comunicado aquella noche.Aquella mañana, Lilian acababa de preparar el desayuno. Gabriel estaba sentado a la mesa jugando con su cuchara, mientras Daryl revisaba los mensajes en su teléfono. De pronto, su expresión cambió y se volvió seria.Lilian lo notó enseguida.—¿Qué pasa, Daryl? ¿Alguna mala noticia?Daryl no respondió de inmediato. Leyó la noticia dos veces antes de levantar la mirada hacia ella.—Hubo un accidente anoche, en la autopista del oeste… un coche se incendió. Dos personas murieron en el acto.Lilian frunció el ceño, confundida.—¿Un accidente? ¿Quiénes?Daryl tragó saliva antes de contestar:—La policía lo ha confirmado… las víctimas son Carlos y Alicia.Lilian se quedó en silencio varios segundos, con el rostro lleno de asombro.—¿Qué? ¿Carlos y… Alicia?Daryl asintió despacio.—Sí. Su coche explotó tras chocar contra una valla de contención. No hubo sobrevivientes.Gabriel, que escuchaba
La mañana finalmente llegó.En un aparcamiento solitario a las afueras de la ciudad, un coche negro se detuvo.Dentro, Alicia estaba sentada mirando la pantalla de su teléfono. Su rostro se veía tranquilo, pero sus ojos brillaban con frialdad.Abrió la lista de contactos y pulsó un nombre.No tardó mucho en escuchar la voz de Carlos al otro lado de la línea.—¿Hola?Alicia sonrió con un leve gesto.—Una mañana tranquila, ¿verdad?Carlos soltó un resoplido.—Si llamas solo para hablar de banalidades, cuelga de una vez.Alicia soltó una pequeña risa.—Tranquilo, Carlos. Ya sabes que nunca pierdo el tiempo en cosas sin importancia. He estado pensando en nuestro siguiente paso.Carlos suspiró.—¿El siguiente paso? ¿Te refieres al plan para…?—Separar a Daryl y Lilian, —lo interrumpió Alicia rápidamente—. Los dos tenemos el mismo objetivo, ¿no? Yo quiero que Daryl vuelva conmigo… y tú quieres, hmm… tal vez que Lilian se dé cuenta de que debería estar contigo.Carlos guardó silencio unos se
Esa noche, el reloj marcaba un poco más de las nueve.En el despacho de Daryl, la lámpara del escritorio seguía encendida. Estaba revisando unos informes cuando su teléfono vibró sobre la mesa.El nombre de Hugo apareció en la pantalla.Daryl contestó enseguida.—¿Sí, Hugo? ¿Qué sucede?La voz de Hugo sonó algo apresurada.—Señor, acabo de recibir noticias de un viejo conocido del grupo. Al parecer... Carlos lo ha perdido todo.Daryl guardó silencio unos segundos.—¿Todo? ¿Qué quieres decir con eso?—Sí, señor. Todos sus bienes fueron transferidos al nombre de su esposa, Veronica. Y ahora ella vive con otro hombre. Carlos está completamente arruinado. No tiene contactos, ni un lugar fijo donde vivir. Incluso su coche ha sido confiscado.Daryl se incorporó, con expresión seria.—¿Estás seguro de que la información es correcta?—La confirmé con dos personas de confianza, señor. Es cierta. Dicen que ahora pasa el tiempo en una cafetería en las afueras de la ciudad. Y algunos comentan que
En una pequeña cafetería cerca del centro de la ciudad, un hombre estaba sentado solo, mirando sin expresión a través de la ventana.¿Quién más podría ser, si no Carlos?Su camisa seguía arrugada como el día anterior, el cabello ya no tan prolijo como solía llevarlo. Frente a él, una taza de café negro se había enfriado hacía rato, intacta desde que la pidió media hora atrás. Permanecía en silencio, con la mente perdida quién sabe dónde.El sonido de unos tacones se acercó. Carlos no levantó la vista hasta que alguien se detuvo frente a él. La voz femenina que oyó era ligera, pero cortante.—Casi no te reconozco, señor Carlos.Carlos alzó la cabeza lentamente. Sus ojos se abrieron con sorpresa.—¿Alicia?Alicia se mantenía de pie con elegancia, vestida con un blazer negro y el cabello recogido en un moño impecable. Esbozó una leve sonrisa antes de sentarse, sin esperar invitación.—Sí, soy yo —dijo con calma—, Alicia, la exesposa de Daryl.Carlos frunció el ceño, confundido.—¿Qué hac
El cielo de la tarde estaba cubierto de nubes. En la acera frente al edificio de apartamentos de Lilian, un hombre se encontraba de pie con una maleta a su lado. Su camisa blanca estaba arrugada, la corbata suelta, el cabello despeinado.Era Carlos.Alzó la vista hacia el balcón del piso donde vivía Lilian. Su corazón se sentía pesado, la garganta seca. Recordó los días en que Lilian aún era su esposa y parecían una familia feliz. Pero ahora, todo eso había desaparecido.Carlos respiró hondo y caminó hacia el vestíbulo del edificio. El guardia lo miró con cierta sorpresa.—Señor, ¿a dónde va? —preguntó.—Vengo a ver a Lilian —respondió con voz ronca.—¿A la señora Lilian? —El guardia vaciló un segundo—. Ella no suele recibir visitas sin cita previa.—Soy su exesposo —dijo Carlos en voz baja, con una mirada fija, sin emoción.El guardia asintió y, tras una breve confirmación por teléfono, le permitió pasar.Unos minutos después, el ascensor se detuvo en el quinto piso. Carlos avanzó de
Eran las cuatro de la tarde. Varias maletas grandes y cajas se apilaban cerca del portón, llenas de ropa, documentos y objetos personales que Carlos reconoció al instante.El coche de Carlos se detuvo frente a la casa. Bajó apresuradamente, con el ceño fruncido y una sensación de inquietud creciendo en su pecho.—¿Qué demonios es esto? —murmuró, mirando confundido las maletas.Entró rápidamente al patio. La puerta principal estaba entreabierta, y desde dentro se escuchaba música suave, un sonido inusual en esa casa.Empujó la puerta con fuerza y avanzó con pasos pesados. Pero al llegar al salón, se quedó paralizado.Sus ojos se abrieron de golpe. El aire se le atascó en la garganta.Frente a él, Veronica estaba sentada en el sofá, besándose apasionadamente con otro hombre.Carlos se quedó helado. Todo su cuerpo se tensó. Su rostro pasó del blanco al rojo por la ira.Y lo peor de todo: reconoció al hombre.—¿Leo...? —su voz tembló, aunque sonó firme—. ¿Tú?Leo se giró de inmediato, con
Último capítulo