—¡Lilian! ¡Lilian, abre los ojos! —Daryl entró en pánico, tocando suavemente pero con urgencia la mejilla de la mujer. El cuerpo de Lilian estaba frío, su rostro pálido, y sangre empapaba la manga de su blusa.
—¡Por favor! ¡Llamen una ambulancia! —gritó, mirando alrededor en busca de ayuda.
El personal del aeropuerto llegó pronto con una camilla, y en breve Lilian fue trasladada a la ambulancia. Daryl sostuvo la mano de Gabriel, que seguía sollozando, tratando de calmarlo aunque su propio corazón latía desbocado.
Poco después, en la sala de atención, Daryl se sentó junto a la cama donde Lilian yacía inconsciente. Sus manos aferraron su rodilla, la cabeza inclinada, respirando con dificultad por la ansiedad. Al instante, la puerta se abrió de golpe, y una doctora entró con semblante serio.
—¿Cuál es su estado, doctora? —preguntó Daryl.
—¿Es usted el esposo de la paciente? —p