En una pequeña cafetería cerca del centro de la ciudad, un hombre estaba sentado solo, mirando sin expresión a través de la ventana.
¿Quién más podría ser, si no Carlos?
Su camisa seguía arrugada como el día anterior, el cabello ya no tan prolijo como solía llevarlo. Frente a él, una taza de café negro se había enfriado hacía rato, intacta desde que la pidió media hora atrás. Permanecía en silencio, con la mente perdida quién sabe dónde.
El sonido de unos tacones se acercó. Carlos no levantó la vista hasta que alguien se detuvo frente a él. La voz femenina que oyó era ligera, pero cortante.
—Casi no te reconozco, señor Carlos.
Carlos alzó la cabeza lentamente. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Alicia?
Alicia se mantenía de pie con elegancia, vestida con un blazer negro y el cabello recogido en un moño impecable. Esbozó una leve sonrisa antes de sentarse, sin esperar invitación.
—Sí, soy yo —dijo con calma—, Alicia, la exesposa de Daryl.
Carlos frunció el ceño, confundido.
—¿Qué hac