Capítulo 7. Adrenalina
Angelo
Apenas termina el circo del compromiso, tomo mi motocicleta y salgo de la casa sin rumbo fijo. Las ruedas conocen mi destino antes que yo y, para cuando me doy cuenta, ya estoy en la intersección donde se llevan a cabo las carreras clandestinas.
El rugir de los autos, el olor a neumático quemado y la música inundan mis sentidos, haciéndome sentir en calma.
A menudo vengo aquí cuando necesito distraerme de la pesadilla de la familia Provenzano.
Aún puedo escuchar en mi mente la sarta de adulaciones hechas hacia mi hermano durante la reunión, y el estómago se me revuelve al saber toda la atención extra que se llevará en adelante con los compromisos que debe cumplir.
Estaciono mi motocicleta y me acerco a mis amigos, quienes se encuentran recargados en el Nissan GTR de Noah. Saludo a todos y saco un cigarrillo para relajarme de toda la mierda que traigo en la cabeza.
—¿Qué pasa, hombre? Te ves mal —dice mi amigo, conociéndome tan bien—. ¿Problemas en el paraíso? —espeta sonriend