Capítulo 8. Voluntario
Angelo
Estaciono frente a la acera, y entro con apuro al ver que casi es hora de servir los alimentos a los indigentes de la ciudad que buscan algo qué llevar a sus estómagos vacíos.
Apenas pongo un pie dentro, todas las miradas se posan sobre mí. Nunca antes había estado aquí, así que es una reacción normal, supongo.
Una amable mujer se acerca, restregando sus manos en su delantal.
—¿Podemos ayudarle en algo, joven?
—Soy voluntario —digo colocando en mi rostro la sonrisa más cordial que puedo fingir, y a ella le brillan los ojos con agradecimiento.
—¡Oh, genial! —exclama emocionada—. Entonces… ¿puedes ayudarnos en la cocina? Aún hace falta preparar algunos alimentos.
—Por supuesto. Será un placer.
Mi sonrisa titubea al saber que tendré que realizar el trabajo de verdad, pero no doy pie a sospechas y la sigo hacia la cocina llena de personas que lavan, cortan, guisan y empacan alimentos en cadena.
Parecen jodidas hormiguitas trabajando en una perfecta sincronía.
La mujer me indic