Constanza carga con el peso de un apellido, la herencia de una sangre salvaje y una inteligencia que despierta envidia. Pero esa combinación es peligrosa, mortal incluso, especialmente si el amor se suma a la fórmula. Constanza se ve obligada a casarse con alguien que no ama por el bien de su familia pero no quiere ser espectadora de su historia, sino autora de su propio destino. Ella desea ser libre y reencontrar su primer amor. ¿Hasta dónde llegará para liberarse?
Leer másEl sol se estaba poniendo cuando llego a la ciudad, a la casa de pastel. Estaba ya lleno de clientes, al parecer el negocio seguia llendo viento en popa. Se detuvo un momento a contemplar el paisaje, la casa donde Constanza habia vivido todo este tiempo, donde habia creado un imperio, donde habia obtenido fama e inmunidad. Francisco no estaba seguro de poder ofrecerle mas de lo que ya poseia. Despues de todo el solo tenia una vieja villa con arboles de limon y arbustos de moras. En se momento penso a aquella vez. Sus ojos cerrados mientras sentia el viento en su rostro y el olor a citrico que golpeaba sus cabellos. Sus labios enrojecidos como si hubiera comido unas fresas.Tal vez a ella le gustaba esa vieja villa, tal vez ella lo amaba. Y si era asi, tal vez aceptaria. -SEÑOR- grito Lucia abriendo los brazos como si lo fuera a abrazar, pero solo hizo una reverencia. Se recordaba la ultima vez. El era un invitado especial de Madame Maidalkini. Pero...esa noche ella estaba con El
-Lo siento...yo- Francisco estaba avergonzado. Incluso las almas más puras pueden tener unas gotas de maldad en su interior. Francisco pensaba de haber cometido un error apenas había regresado a la Villa. Pensaba que había sido egoista de su parte regresar después de aquella mañana. Ella tenía una vida y él solo era un fantasma del pasado que aún la lastimaba porque él nunca había sido suficientemente bueno para ella. Y no solo le había fallado a ella, le había fallado a Rebecka. -Te querré y te protegeré siempre - dijo Rebecka despegandolo de sus pensamientos. - Eso me dijiste la noche de bodas. Nunca mencionaste nada de la fidelidad. - sonrió. Ella era la mejor amiga de todas. La más comprensiva y la más rara, tenía que admitirlo, incluso más que Constanza. Ella con sus amigas especiales y su voz chillona y alegre, ella no parecía atrapada, parecía libre. Ella no era como aquellos dos chicos enamorados en la biblioteca de aquel día de primavera, ella no escapaba del destino, ella
Las mañanas siempre eran bellas en la Villa Medici, no importaba que estación del año, ni si estaba soleado o no, el solo hecho de estar en ese lugar era hermoso. Los árboles siempre se veía magestuosos, incluso sin hojas durante el otoño. Hacía mucho tiempo que Rebecka se había acostumbrado a recibir una cantidad demasiado grabfe de cartas al día y ese día no fue diferente. El cartero, nuevo oficio que se estaba poniendo de moda en esos años, llegó temprano, como siempre, y esta vez tenía una carta personal. Eso si era raro, solo cartas de negocio, todos los días, sus amigas no le escribían entre semanas y sus padres ya no hablaban con ella. Su marido, el señor Medici, no tenía muchos amigos y....menos amigas, sus hermanas se habían casado jovenes y ahora apenas se recordaban que él existía. -Francisco, te llegó una carta, de...una amiga- leyó quien la había enviado antes de dársela. - La señorita Maidalkini- hizo una mueca, nunca había escuchado de ella. El corazón de Francisc
Pensaba que Francisco ya se habría ido, con su mujer, a su casa tranquila de la villa, lejos de los juegos de azar, el opio, el laudano y las damas de compañía de ciudad. - Buenas tardes señor. Veo la ha regresado- otra vez Lucia se colgó del brazo de Francisco. - Él es mi invitado, Lucia- La voz de Constanza regresó de la cocina, justo a tiempo. Francisco miró como los ojos negros de la chica se abrieron ante el terror. - Lo siento Madame - liberó el brazo de Francisco antes de bajar la cabeza, en su voz se podía notar un temblor anomalo. - No te preocupes, Lucia verdad? - dijo Francisco mientras le sonreía. - Amm....am...- balbuceó examinando la expreción de Constanza antes de responder- Si, señor, un placer conocerlo- hizo una reverencia antes de intentar retirarse pero Francisco quería aprovechar ese encuentro. - Imagino que la Madame no trae muchos hombres como sus invitados verdad? - sonrió, había aprendido como entablar una conversacion y manejarla a su favor. - No señor
No recordaba que Francisco fuera tan insistente...bueno, si, lo recordaba. Había pensado durante todo el día a esa forma en que él la había seguido entre los arbustos de moras cuando ella quería escapar. Solo que no se esperaba que ella valiera la pena. Después de todos estos años, después de que él había dormido con otra. Encontrarlo en la puerta de burdel, sentado, esperandola, fue una sorpresa. Su rostro se iluminó cuando vió su sonrisa mientras estudiaba cada pliegue de su vestido. - No quería irme sin despedirme- dijo mientras no lograba mantener la mirada en sus ojos marrones. -Me...-su voz se interrumpio. -Me estabas esperando?- eso era lo que queria decir. - Si- es lo que hubiera contestado Francisco antes de besarla. Un beso apasionado, la prueba de cuanto la habia extrañado, de cuantas veces habia soñado con ella durmiendo en su cama. -Desea acompañarme para el te- fue lo que salio de su boca. Nada de si, nada de beso, solo un te como viejos amigos que se habian r
-Constanza- dio unos pasos hacia ella, mientras miraba sus ojos marrones todas las preguntas se confundían en su cabeza. - Francisco- que…que estas haciendo aquí? – entonces recordó que debia ser educada, aunque sus lagrimas quisiera salir, aunque sus brazos quisieran alcanzarlo en un abrazo- Como esta el señor Medici? – sonrio, cambiando su cara de asombro por una de educación. - Mi padre murió en verano. Francisco no había cambiado ni un poco, todavía llevaba el pelo largo, con ese aire descuidado, pero había algo diferente en él. Había crecido, ahora no miraba hacia abajo cuando hablaba y su voz era màs áspera, pronunciaba cada palabra con seguridad y cada sílaba Constanza la agarraba y se la pegaba al pecho, cada letras la respiraba y contenía la respiración para que no se escaparan, había pasado tanto tiempo y ella no quería perderlo otra vez. - Siento mucho escuchar eso- ahora fue ella la que miro al suelo. Los dos estaban solos ahora. Sus madre se habían ido primero,
Último capítulo