Mundo ficciónIniciar sesiónCada año, para mantener la paz del pueblo, las familias deben entregar a una mujer como ofrenda a la temida manada de lobos de Arkan. Los Marlowe solo tienen una hija legítima, su preciada Isabella y no están dispuestos a cederla; sin embargo, también tienen a Tessa, la hija bastarda de Anton Marlowe, criada entre desprecios y maltratos. Aunque no cumple con los requisitos para ser ofrecida, sus padres la hacen ocupar el lugar de Isabella. Sin opciones, Tessa se ve obligada a plantarse en la explanada como carne para los lobos. Ella espera no ser elegida, dado que muchas no sobreviven la noche; sin embargo, nunca imaginó que Magnus Arkan, el temido Alfa de la manada, arribara para tomar a una mujer. Se dice que el Alfa es cruel, despiadado, sanguinario, y esa noche, los ojos y el olfato de Magnus la eligen a ella. Tessa pensó que la muerte sería su destino, hasta que descubre que unos ojos rojos y peligrosos son capaces de infundir miedo y pasión al mismo tiempo.
Leer más✨TESSA✨
Una.
Dos.
Tres.
Las patadas resonaron por todo el vestíbulo de la casa mientras mi cuerpo solo se arqueaba al
sentir los puntapiés.Mi media hermana, me observaba desde el otro lado mientras se miraba las uñas y sonreía con placer.
—¿Ya estás dispuesta a cooperar? —inquirió mi madrastra antes de tomarme del cabello, solo para
darme una bofetada más.Estaba tan delgada que levantarme incluso con una mano, no era tarea difícil para mi madrastra.
—¿Por qué eres tan difícil? —dijo Isabella, mi hermana—. Todo lo que tienes que hacer es
cooperar y todos saldremos ganando, pero como siempre, eres la desgracia de la familia.Se acercó hacia mí, tomó mi cabello y me dio una bofetada tras otra, haciendo sangrar mis labios al mismo tiempo que tiraba de mi mullido vestido y lo desgarraba, dejándome semidesnuda frente
a ellos y burlándose de mi esmirriada figura.»No llores tanto. Con ese cuerpo de lagartija, es muy probable que ni el lobo de más bajo rango
quiera tomarte como esclava, ni siquiera como sirvienta, no vales nada —se burló mientras me miraba y hacía un puchero para demostrar que no le importaba—. ¿Quién querría una mujer que parece un despojo como tú?—Yo no quiero ir con los Arkan —murmuré llorosa—. Ninguna de las mujeres ha vuelto.
—No seas tan dramática —dijo mi madrastra antes de resoplar con frustración—. Isabella tiene
razón, es posible que ninguno de los lobos te quiera. Eres tan… fea y esmirriada que posiblemente no te acepten, pero aun así, debemos presentar a una mujer de la familia en la ofrenda. Es la regla.—Pero la que debe ser presentada es Isabella, yo aún tengo veinte —me defendí y ellas me
miraron con odio—. La regla dice que deben tener veintidós como mínimo. Además soy una ilegítima, ellos no aceptan sangre impura.—Ya no eres ilegítima —confesó mi madrastra, para consternación mía—. Me encargué de que tu
padre hiciera el trabajo para que puedas tomar el lugar de Isabella.—Pero de todos modos ella tendrá que ir el año entrante, ¿qué diferencia hay? —pregunté en
medio de la desesperación.—Mucha, ella se irá de este inmundo lugar, todos lo haremos y estaremos a salvo —replicó con
total descaro—. Es momento de que te sacrifiques por tu hermana, por tu padre, por la familia. Te hemos dado todo, es lo menos que puedes hacer.—¿Me han dado todo? ¡Desde que llegué solo he recibido golpes y desprecios! —exclamé
furiosa—. ¡No me han dado nada!—¡Inmunda malagradecida! No eres más que la bastarda de tu padre, la hija de una zorra ¡y te
atreves a intentar igualarte con mi hija!—gritó mi madrastra, golpeándome con fuerza, una vez tras otra, sin respiro, sacando todas sus frustraciones.Le miré con los ojos llorosos, sintiéndome miserable y deseando morir ahí mismo. Ella en cambio
parecía disfrutarlo y mis suplicas no surtían efecto.—¡Por favor, ya! —exclamé cuando el agónico dolor me recorrió toda la espalda, pero para mí
madrastra pareció ser un incentivo, puesto que me dio una segunda patada que casi sentí, me partiría la espina—. ¡Ya basta!Me encogí en mi lugar, haciéndome un ovillo mientras observaba a mi padre, parado a solo medio
metro de mí.—Papá —clamé en medio de la paliza que estaba recibiendo—. ¡Papá!
—Ya, basta. Detente —ordenó mi padre y se acercó a mí. Me levantó con relativo cuidado y me
llevó hasta el sofá. Se sentó frente a mí y me miró por unos segundos.—Papá. —Volví a decir, llorosa.
Yo no era su hija legítima. Fui concebida con una de sus tantas amantes y tras la muerte de mi
madre, trabajé para sobrevivir; no obstante, mi padre apareció un buen día, tres años atrás, para decirme que me llevaría a vivir con él y su familia.Me pintó un escenario familiar precioso y yo cedí, dejando que me trajera desde Kingston hasta
Silver Lake, con su esposa y su hija, donde la primera semana me trataron con indiferencia pero al menos no me maltrataban.Fue al cabo del primer mes cuando todo comenzó: las privaciones de comida, los castigos,
encierros, golpes, todo para «educarme» y ser una chica de bien.Mi madrastra era la peor, pero mi hermana no era muy diferente, era igual de cruel y despiadada.
Disfrutaba apagar su cigarro sobre mis brazos y azotarme con cuero húmedo.
Mi vida en aquel lugar se volvió un verdadero tormento y no fue hasta esta mañana que entendí
por qué mi padre me había traído a su hogar.Siglos atrás el poblado se vio azotado por la fuerza y la ira demoledora de la manada de los lobos
Arkan, cuando los pobladores mataron al hijo del alfa, y desde entonces vivieron en un baño de sangre.El Alfa ordenó la ejecución de los primogénitos de cada familia en Silver Lake. Muchos intentaron
huir, pero fueron atrapados y ejecutados. Desesperado, el concejal intervino y ofreció una paga por lo que hicieron, una ofrenda de paz, por lo que año con año, se entregaría a un varón al servicio del rey Alfa; sin embargo, este se burló y dijo que deseaba entregaran a las hijas, sabiendo que ellas podrían ser engendradas.Aunque fue una medida desesperada, el concejal aceptó, y desde entonces, en la luna roja de cada
año, la manada baja al pueblo y se lleva a las hijas que cada familia ofrenda.De eso, hace trecientos años.
El Alfa murió hace mucho en batalla, pero su sucesor, su hijo menor está a cargo y nada ha
cambiado.Sin embargo, de todas las mujeres que se han llevado durante siglos, nadie ha vuelto.
Este año, Isabella debía ir como ofrenda al ser la única hija de los Marlowe, pero mi padre llevaba
planeando cómo evitarlo y tras enterarse de que tuvo una hija con una de sus amantes, fue por mí, me legalizó como hija suya y me haría tomar el lugar de Isabella, todo para ganar tiempo y poder escapar con su familia, sin importar si los Arkan, me mataban.Sentía las piernas flaquear, el cuerpo temblar y cada que sus dedos hurgaban dentro de mí, mi cuerpo se curvaba y las paredes de mi sexo se contraían alrededor.Era brusco, salvaje, pero definitivamente, yo lo estaba disfrutando, tanto que por un momento, olvidé que el hombre que tenía entre mis piernas era una bestia que se decía, asesinaba a las mujeres.Sentí su miembro frotándose contra la entrada de mi sexo. Miró hacia abajo, sujetándose el pene con su mano y dándome pequeños golpecitos con la punta sobre el clítoris antes de deslizarlo entre mis pliegues, humedeciéndolo con los jugos que manaban mi coño.Arqueé la espalda y al mismo tiempo, sus labios se apoderaron de uno de mis pezones. Los mordió con suavidad y tiró de ellos con sus dientes.Gemí una vez más, apretando las piernas mientras sentía que estaba perdiendo la noción del tiempo, hasta que lo sentí apartarse de mí, mirándome con un tanto de soberbia, pero había en sus ojos algo que no podía describir en ese momento.T
Los relámpagos comenzaron a resonar, como si supieran que me sentía temerosa. La luz se filtrópor la habitación e iluminó la figura del Alfa.Sin pensarlo me giré hacia él.Era alto, castaño, con una presencia y porte tan soberbia que llenaba el espacio con una totalidadcasi palpable.Los hombros anchos y el torso firme, los músculos hablaban de una excelente rutina de ejercicios.Sus ojos, de un ámbar profundo, mostraban pequeñas motas rojizas que brillaban en medio de lapenumbra.Esa noche, Magnus, el Alfa, no solo irradiaba una calma, sino también un enorme poder dedominio, imponente. Había una maldad que no podía describirse, pero que se veía.No era solo la fuerza física lo que imponía respeto; era la manera en que se plantaba.Sin darme cuenta, él ya estaba desnudo, al menos del torso para arriba y su pantalón estaba amedio bajar.No supe si salir corriendo, tampoco es que pudiera ganarle a él, así que solo me resigné, quizáscomo muchas se resignaron a vivir ahí.Lo vi qui
—Lo siento —dije al notar que estaba quejándome de todo, avergonzada e inexperta.Escuché su risa, aunque fue una risa tétrica, inclusive de burla, sentí relajarme un poco, así que solo respiré profundo y pensé que si intentaba escapar, ese hombre me atraparía en dos zancadas y si me quedaba, no sabía qué podría pasarme, pero de algo estaba segura. En cualquiera de los dos casos, mi final no sería el mejor.Pensé que podría matarme de formas muy crueles o desollarme viva.»Por favor no me mate —supliqué y lo escuché reír divertido, quizás porque en el fondo le alegraba torturar humanas.—Puedes estar tranquila —murmuró mientras pasaba su lengua por mi cuello—. Puedes estar segura de que si mueres será de placer. Todo lo que te haga en está cama, va a gustarte. Aquí no eres una humana y yo un lobo, somos dos animales y yo voy a tratarte como una puta.Me estremecí al escucharlo, sobre todo porque entre lo asustada que estaba, parecía que mi cuerpo estaba sucumbiendo a su toque morbo
En algún punto del camino me quedé dormida, no supe cuánto, pero lo cierto fue que cuando abrí los ojos fue porque alguien golpeó el costado del coche.Me apresuré a bajar cuando escuché la puerta abrirse. Estaba tan oscuro que no podía ver ni siquiera dónde pisaba, pero parecía que para ellos no era problema porque andaban como si nada.Caminé tras uno de los hombres, intentando ir justamente sobre sus pasos para no caer, tanto que finalmente unas enormes puertas se abrieron y las luces de una ciudad amurallada me recibieron.Entonces vi a mucha gente, riendo, hablando, disfrutando. Pensé si toda esa gente eran también lobo, o si eran humanos, pero no hice ninguna pregunta, solo los observé y caminé tras el hombre que me guiaba.Pronto fui llevada a una enorme habitación construida en piedra. Era enorme, tan alta que mareaba si yo veía hacia el techo.Me senté en la cama sin entender qué era lo que pasaba. Sin embargo, no tuve que esperar mucho, puesto que unos minutos después
Era un enorme y brutal lobo color gris o lo que fuese ese color, de ojos rojos enormes y mucho más grande que cualquiera de los otros lobos o de cualquier animal que yo hubiese visto antes.Me removí incómoda, sin poder contenerme.Sus pisadas hacían retumbar el piso y levantaban polvo mientras dejaba al descubierto su enorme humanidad. Resoplaba o emitía un sonido escalofriante.Avanzó a paso lento, antes de acercarse, lo suficiente para olfatear.Pudimos ver su rostro alzarse mientras su nariz inhalaba y reconocía el aroma de todos. Un nuevo rugido salió de su boca, pero está vez fue un rugido lastimero, como si lo hubieran herido, de rabia y cólera.En un salto estuvo frente a mí y yo caí al piso de nalgas ante la impresión. Levanté la vista hacía él, quien me observó con atención.Me hizo una seña para que me incorporara y no tuve de otra que obedecer, así que me paré y permanecí quieta frente a él, retorciendo mis manos sobre mi ropa, sin atreverme a hacer un movimiento en f
—No quiero hacer esto, por favor —supliqué a mi padre.—¿Por favor qué? —inquirió sin más, mientras pasaba una de sus manos por mi rostro para limpiar mi mejilla.—Deja que me vaya —pedí como un acto de piedad, llorando y esperando que se conmoviera.—Eso no va a pasar —murmuró sin apartar la vista de mí, lo siento pero no es posible—. Isabella no puede ir con ellos. He trabajado duro para poder escapar con mi hija, estoy muy cerca de conseguir lo que necesito, solo quiero tiempo.—Es que… dicen que son muy malos y que se las comen —murmuré, preguntándome cómo un padre podría amar a una hija y despreciar a la otra.—No debe ser así —respondió, tomando mi mano—. No te preocupes tanto, es probable que no te hagan caso. Eres muy pequeña y débil, seguro que no te verán y no pasará nada. Te prometo que después de la ceremonia podrás irte. Serás libre.Miró a su esposa e hija.—¿De verdad? —pregunté inocente.—Sí, así será —respondió de inmediato—. Dejaré que te vayas. Estoy seguro de
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