Capítulo 3

 

—Por favor deje que me vaya —pidió Tessa, visiblemente asustada de tener que lidiar con una bestia.

Sin embargo, la mirada del alfa estaba sobre la marca en su hombro, así que solo tomó al pequeño en brazos, arrebatándoselo y con una sola de sus enormes garras, sujetó a Tessa por el cuello.

Una mujer mayor apareció entonces. Ella, al verla, suplicó ayuda, pero al notar la tranquilidad con la que la anciana miraba al monstruo frente, supo que no estaba de su lado.

—Señor —dijo la mujer al notar que estaba furioso, tomó al bebé y lo llevó de vuelta a su cuna.

—Voy a preguntarlo por última vez —dijo el alfa con un tono nada amigable—. ¿Quién eres y cómo llegaste aquí?

—No lo sé —respondió Tessa, tartamudeando un poco—. He estado deambulando en busca de trabajo y no sé cómo aparecí aquí, pero cuando abrí los ojos, estaba en una de las habitaciones. Salí para buscar a alguien y escuché el llanto del bebé. No tengo intenciones de hacerle daño a su hijo.

Intentó alejarse pero un gruñido animal la paralizó. 

—La encontramos en el sendero —intervino la mujer, atrayendo la mirada del alfa, quien se giró hacia ella—. Fuimos por víveres a sabiendas de la llegada de la tormenta de esta madrugada y al volver, estaba en mitad del camino, desmayada y fría. Lo siento, iba a decírselo al llegar pero…

Tessa aprovechó la distracción para salir disparada y corrió desorientada hacia la planta baja. Jaló el pomo de la puerta y abandonó la casa en medio del fuerte viento y la menuda lluvia.

Magnus gruñó cuando escuchó la voz de su lobo.

«Encuéntrala». Gruñó debilitado tras el aroma y Magnus rugió antes de salir de ahí para ir por ella.

Abandonó su propiedad luego de lanzar un aullido tenebroso, uno que paralizó a Tessa, quien se detuvo unos segundos, sintiendo un escalofrío al escucharlo. 

El aullido sonó lejos y aun así ella no se detuvo en absoluto, sin saber hacia dónde iba, pero consciente de que no debía volver a esa casa donde habitaba una bestia.

Por un instante, creyó que su mente estaba jugándole una mala pasada luego de lo que había vivido con su ex, incluso creyó que estaba en una pesadilla; sin embargo, antes de que pudiera divagar más, un rugido aún más violento y cercano resonó. 

Agradeció que sus senos tuvieran un descanso por la leche; después de todo, le dolía hasta la espalda por la mastitis; sin embargo, luego de dar pecho a ese bebé, se sentía mejor y lista para huir.

Miró alrededor. Todo eran árboles, piedra y humedad, así que corrió sin rumbo, sin saber si iba hacia una carretera o a un descampado; no obstante, antes de darse cuenta, la bestia enorme estuvo frente a ella, rugiendo y amenazándola.

Sus garras se clavaron en el piso y abrió el hocico tan fuerte que se sintió golpeada por su helado aliento.

Cayó sentada y retrocedió estando en esa posición mientras escuchaba el retumbar de las fuertes pisadas del monstruo.

El enorme lobo caminaba hacia ella a paso lento. Sus pisadas hacían retumbar el piso y levantaban el polvo mientras dejaba al descubierto su enorme humanidad.

Avanzó a paso lento, antes de acercarse, lo suficiente para olfatearla. 

Pudo ver su rostro alzarse mientras su nariz inhalaba y reconocía el aroma de todo lo que había alrededor. Un nuevo rugido salió de su boca, pero está vez fue un rugido lastimero, colérico, como si lo hubieran herido.

Sus ojos se tornaron aún más rojos; sus pelos, hasta entonces plateados parecieron volverse más blancos, o eso le pareció a ella, pero antes de que pudiera seguir divagando, el lobo la tomó en brazos, levantándola de golpe y se la echó al hombro.

Tessa se resistió, gritó, golpeó el lomo de la bestia; sollozó pidiendo ayuda y suplicó que no la matara, pero él no dijo nada, solo siguió su camino en medio del espesor de los árboles.

Mientras volvían por el camino, Tessa vio animales de granja, potreros, un lago y se preguntó entonces a qué clase de cuento de lobos se había metido. Pensó que todos en aquel lugar debían serlo, ¿cómo un humano podría vivir con un lobo? Se preguntó.

Al llegar de vuelta a su casa, la mujer mayor les esperaba. Abrió la puerta para darle paso a su amo, quien siguió su camino, pero esta vez no la llevó a las habitaciones, sino a una celda.

El miedo comenzó a paralizar a Tessa, quien fue lanzada cual costal de papas sobre el piso de la barraca.

No era un lugar bonito ni cómodo como la habitación en la que despertó. Tenía solo una pequeña ventana con enrejado, una mullida cama y solo una mesa y una silla.

Escuchó los huesos de la bestia crujir y en un par de minutos, se transformó en un ser humano.

El hombre frente a ella estaba completamente desnudo. Era guapo, tan distinto a su parte animal. Era sin duda un hombre grande, fornido, pero aun en su forma humana, el lobo no se iba por completo. Conservara ese aire dominante, casi salvaje que mostró antes.

Su cabello era gris, un gris oscuro con reflejos color plateado, cuyos mechones caían desordenados sobre su frente.

Su piel algo tostada le confería un contraste con los mechones de cabello y sus brazos. Sus antebrazos estaban marcados por las venas resaltadas que le conferían un aire intimidante y salvaje difícil de pasar por alto.

Sus ojos, aunque en su forma humana no eran rojos del todo, contenían, sin duda, pequeñas motas rojizas y no dejaban de parecer brasas ardiendo. 

El hombre era hermoso, en opinión de Tessa, pero no le pareció una belleza ordinaria, sino de una belleza inquietante, salvaje, esa que dejaba en silencio multitudes y erizaba la piel de los demás.

—¿Ya terminaste de verme? —inquirió con una voz gruesa y un tanto dominante—. ¿Estás complacida con lo que ves?

—Por favor, quiero ir a casa —respondió de forma suplicante, esperando convencerlo.

—Esto es tu casa ahora —replicó el alfa, dejando claro que no la dejaría ir—. Dormirás aquí hasta que pueda confiar en ti; así que más vale que no intentes nada ni te atrevas a retarme. La próxima vez no seré tan bueno.

—¡No puede retenerme, eso sería un secuestro! —exclamó Tessa en su defensa y reculó cuando escuchó la siniestra risa del hombre.

—¿Qué acabas de ver? —inquirió Magnus con su siniestra voz—. ¿No ves en dónde estás? Tan puedo retenerte, que ya lo hice. Estás aquí y no te irás hasta que yo lo permita.

—¿Qué quiere de mí? —preguntó la mujer mientras luchaba por escapar, pensando que el hombre en cuestión no era otro que el más lamentable de todos. 

—Lo que yo quiera de ti, es asunto mío —contestó con autoridad—. Por ahora solo permanecerás aquí y vas a obedecerme.

—¿¡Quién se cree que es!? —inquirió Tessa, lanzándose sobre él para golpearlo e intentar huir, pero de nuevo se vio sometida por el alfa, quien la encerró entre la pared y su cuerpo.

El irresistible aroma de la joven hizo que él se sintiera débil, que su lobo interior rugiera como nunca en el último milenio. 

Su lobo se alteró y gruñó, incitándolo a reclamar lo que consideraba suyo. Algo primitivo se despertó en su interior y el aroma fresco de la mujer recorrió sus venas. 

«Es nuestra». Rugió su lobo.

Magnus observó el rostro de Tessa. Estaba demacrada, pero bajo ese semblante desgastado había unos enormes ojos azules, una nariz perfecta y unos labios carnosos que lo incitaban a tomarla.

Atraído por el aroma se imaginó cómo se sentiría ella debajo de él. 

Su voz posesiva hizo que ella sintiera un calor desconocido que la hizo sentir extraña, así que se alejó un poco para recomponerse.

Mientras tanto, él se preguntaba por qué ella no sentía el vínculo entre ambos. Pensó que la vida le había dado una débil humana que ni siquiera era capaz de sumarle, como si el exilio no hubiese sido suficiente para él.

—No te haré daño mientras no te pases de lista —murmuró, aunque tuvo que alejarse cuando sintió que apenas podía controlarse.

—No me quedaré aquí. —Lo retó Tessa y él solo dio un suspiro furioso—. Antes muerta que servirte.

Lo que él no sabía era que tensa cumpliría su promesa, puesto que los siguientes cuatro días, no probó bocado, tampoco bebió agua y aunque él la vigilaba por la cámara, sabía que sufría. La veía llorar a través de la pantalla. 

Lloraba de dolor por la leche cargada en los senos, pero no pedía ayuda, así que… furioso, la esa noche, cuando su ama de llaves le dijo que de nuevo, no aceptó la comida, se dijo que le pondría fin a todo.

—Ya veremos si no come de una vez por todas —dijo tomando él mismo la bandeja y enfilando hacia la habitación de Tessa.

En cuanto entró, ella se fue hasta el fondo de la cama. Se enrolló y abrazó sus piernas, temerosa. Al mismo tiempo, Magnus suspiró cansado.

»Te traje la cena —dijo con un tono que intentaba ser amigable.

Le acercó la bandeja a la cama, no obstante, ella manoteó y la lanzó al piso, enervando al alfa, quien en respuesta lanzó un rugido que la hizo gritar de miedo y encogerse mientras él, de nuevo perdía el control y se transformaba frente a ella.

 

 

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP