Capítulo 6

Los relámpagos comenzaron a resonar, como si supieran que me sentía temerosa. La luz se filtró

por la habitación e iluminó la figura del Alfa.

Sin pensarlo me giré hacia él.

Era alto, castaño, con una presencia y porte tan soberbia que llenaba el espacio con una totalidad

casi palpable.

Los hombros anchos y el torso firme, los músculos hablaban de una excelente rutina de ejercicios.

Sus ojos, de un ámbar profundo, mostraban pequeñas motas rojizas que brillaban en medio de la

penumbra.

Esa noche, Magnus, el Alfa, no solo irradiaba una calma, sino también un enorme poder de

dominio, imponente. Había una maldad que no podía describirse, pero que se veía.

No era solo la fuerza física lo que imponía respeto; era la manera en que se plantaba.

Sin darme cuenta, él ya estaba desnudo, al menos del torso para arriba y su pantalón estaba a

medio bajar.

No supe si salir corriendo, tampoco es que pudiera ganarle a él, así que solo me resigné, quizás

como muchas se resignaron a vivir ahí.

Lo vi quitarse la ropa y lo recorrí con la mirada, admirando su anatomía fornida, enorme.

Era la primera vez que veía un hombre completamente desnudo y por alguna razón, mi vista fue

hacia su entrepierna. Pude ver su virilidad, enorme, gruesa, mostrándose imponente.

Una sonrisa socarrona salió de sus labios, tanto que yo solo pude girar la vista.

—Puedes tocarme —dijo antes de agarrársela con su mano e incentivarme.

No respondí pero sentí un calor apretarse en mi bajo vientre y recorrerme hasta que

instintivamente cerré las piernas al sentir mis fluidos gotear y encharcar mi sexo.

—No sé lo que debo hacer, nunca lo he hecho —confesé con sinceridad, aunque intentando no

mostrar el pavor que sentía.

Una sonrisa maligna emanó de su boca.

—Deja que me encargue —respondió para consternación mía, aunque él no pareció sorprendido

cuando dejé claro que era virgen.

Se acercó a mí. Mis latidos se aceleraron y su erecto falo rozó mi bajo vientre. Su erección era

enorme, dura, palpitante. Vibraba con deseo mientras sus enigmáticos ojos se posaban sobre mí

antes de deslizar los tirantes de mi camisón.

Acercó sus labios a los míos.

—Puedo oler el aroma de tu excitación —musitó casi con su aliento mezclándose sobre con el

mío—. Hueles a hembra en celo. —Sentí la humedad escurrir entre mis piernas y al mismo tiempo,

uno de sus dedos recorrió mis sensibles labios vaginales mientras yo solo podía retorcerme ante

su toque.

Sentí su mano apoyarse sobre mi sexo y de forma involuntaria, terminé apretándola, cerrando las

piernas y mostrándome dispuesta, emitiendo un gemido sonoro, tan fuerte que seguramente si

alguien hubiese pasado por ahí, lo habría escuchado.

—Por favor —musité de forma lastimera, sin comprender del todo cómo es que en ese momento

me sentía tan caliente y dispuesta.

—Estás húmeda, será fácil —dijo en un susurro antes de penetrarme con brusquedad con uno de

sus dedos.

Mi coño se apretó con fuerza en torno a sus manos, por la sorpresa y aunque no lo deseaba, no

pude evitar que un dolor placentero recorriera mi clítoris.

Me tomó del rostro y apretó mi mandíbula mientras se apoderaba de mis labios en un beso

demandante.

Su lengua se abrió paso de nuevo para saquearme en un beso que hizo mis piernas aflojarse, al

mismo tiempo que sus dedos torturaban mi sexo, recorriendo la hendidura con suma maestría.

Se abrieron paso entre mis pliegues, esparciendo la humedad de mis fluidos y colocándose en mi

entrada, donde sin más, Magnus los hundió lentamente.

Comenzó a masturbarme, rápido, fuerte, tanto que terminé separando las piernas y contoneando

mis caderas para ir a su encuentro.

Gemí. Lo hice perdiendo todo el pudor y simplemente me dejé llevar, deseando que me tomara ahí

mismo, sin importar las consecuencias.

Mis gemidos fueron ahogados con besos y pronto, arrancó mi camisón, desgarrándolo hasta dejar

mis senos al descubierto.

Se acercó y comenzó un recorrido salvaje por el valle de mis senos, dando pequeños mordisquitos

hasta que llegó a mis pechos.

Los rodeó con sus manos, apretándolos. Mis pezones estaban duros, así que dio un pequeño

pellizco antes de lanzarse a tomarlos entre sus labios.

Tiró de ellos, los lamió, beso, succionó, provocando un cantico de pequeños gritillos que

seguramente se escuchó por todo el lugar.

Mis piernas se doblaron y quizás al sentirme como gelatina, me tomó en brazos, llevándome a la

cama y tirándome justo en el centro, sin ceremonias ni delicadezas.

Abrió mis piernas de un tirón, en un acto salvaje que me hizo sentir tan sucia y a la vez tan

excitada.

Sus rodillas ayudaron a que se metiera entre ellas y al mismo tiempo, con solo una de sus manos

sujetó mis muñecas por encima de mi cabeza, observándome un poco antes de besarme.

Usó su otra mano para torturar mi clítoris. Lo frotó, pellizcó y fue deslizando sus dedos por toda

mi hendidura. Al mismo tiempo, sus labios comenzaron un recorrido húmedo de besos que

culminaron, con él, desgarrando lo poco que quedaba de ropa.

Pronto me vi completamente desnuda frente a Magnus. Un golpe de pudor me atrapó, e hice el amago de

taparme, sobre todo cuando sus manos soltaron mis muñecas; sin embargo, él no me lo permitió.

Tomó mis manos y me hizo subirlas para sujetarme del cabecero.

Comenzó entonces un recorrido de húmedos besos que partió de mis labios, recorriendo mi cuello,

mis hombros, llegando al valle de mis senos, donde se detuvo a mordisquearlos, arrancándome

suspiros y gemidos, disfrutando de sus caricias.

Continuó su recorrido hasta llegar a mi bajo vientre. Se detuvo y lamió despacio, como si venerara

esa parte de mí.

Separó mis piernas y enterró el rostro en medio de ellas. De inmediato sentí su lengua lamer sin

pudor entre mis pliegues, recorrer despacio hasta que llegó a mi entrada, donde punteó con ella.

Aprisionó mi clítoris entre sus dientes y succionó mientras yo solo podía aferrarme a su cabello

con fuerza y gemir sin control, apretando mis manos a las sábanas.

Besó, tocó, chupó y succionó mi coño como le dio la gana, en un acto que jamás imaginé y que además, estaba disfrutando como una posesa.

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