MAGNUS
Tessa se adentró con calma y me observó. Las otras humanas dijeron algo, pero yo no pude escuchar. Me sentía mareado y atribulado por ella.
Caminó lento y de pronto se detuvo. La marca le dolía, dolía porque ella se resistía.
Aquello me enfureció. Que ella estuviera despreciando mi vínculo era inaudito. ¿Quién se creía esa humana inmunda para despreciarme? Pensé.
La vi apretar los puños y recomponerse de inmediato antes de caminar hacia mí.
Pensé que si ella me despreciaba, yo sería prácticamente desgarrado por dentro.
—Ve a la cocina y sírvenos —ordené furioso al ver su negativa—. En este lugar nadie es un parásito. Todos nos ganamos el plato de comida.
Me miró con enfado, pero de inmediato se recompuso.
»Por supuesto —me respondió, lo que me supuso un insulto.
La vi pasar a mi lado cuando otra de su especie salió de la cocina para guiarla.
«Ve por ella». Rugió mi lobo cuando pasó a mi lado y yo solo sacudí la cabeza, ignorándolo.
—¿Estás bien, Alfa? —inquirió Rabel.
Me puse