Cautiva del Alfa cruel
Cautiva del Alfa cruel
Por: Lucy Lys
Capítulo 1

✨TESSA✨

Una.

Dos.

Tres.

Las patadas resonaron por todo el vestíbulo de la casa mientras mi cuerpo solo se arqueaba al

sentir los puntapiés.

Mi media hermana, me observaba desde el otro lado mientras se miraba las uñas y sonreía con placer.

—¿Ya estás dispuesta a cooperar? —inquirió mi madrastra antes de tomarme del cabello, solo para

darme una bofetada más.

Estaba tan delgada que levantarme incluso con una mano, no era tarea difícil para mi madrastra.

—¿Por qué eres tan difícil? —dijo Isabella, mi hermana—. Todo lo que tienes que hacer es

cooperar y todos saldremos ganando, pero como siempre, eres la desgracia de la familia.

Se acercó hacia mí, tomó mi cabello y me dio una bofetada tras otra, haciendo sangrar mis labios al mismo tiempo que tiraba de mi mullido vestido y lo desgarraba, dejándome semidesnuda frente

a ellos y burlándose de mi esmirriada figura.

»No llores tanto. Con ese cuerpo de lagartija, es muy probable que ni el lobo de más bajo rango

quiera tomarte como esclava, ni siquiera como sirvienta, no vales nada —se burló mientras me

miraba y hacía un puchero para demostrar que no le importaba—. ¿Quién querría una mujer que

parece un despojo como tú?

—Yo no quiero ir con los Arkan —murmuré llorosa—. Ninguna de las mujeres ha vuelto.

—No seas tan dramática —dijo mi madrastra antes de resoplar con frustración—. Isabella tiene

razón, es posible que ninguno de los lobos te quiera. Eres tan… fea y esmirriada que posiblemente

no te acepten, pero aun así, debemos presentar a una mujer de la familia en la ofrenda. Es la regla.

—Pero la que debe ser presentada es Isabella, yo aún tengo veinte —me defendí y ellas me

miraron con odio—. La regla dice que deben tener veintidós como mínimo. Además soy una

ilegítima, ellos no aceptan sangre impura.

—Ya no eres ilegítima —confesó mi madrastra, para consternación mía—. Me encargué de que tu

padre hiciera el trabajo para que puedas tomar el lugar de Isabella.

—Pero de todos modos ella tendrá que ir el año entrante, ¿qué diferencia hay? —pregunté en

medio de la desesperación.

—Mucha, ella se irá de este inmundo lugar, todos lo haremos y estaremos a salvo —replicó con

total descaro—. Es momento de que te sacrifiques por tu hermana, por tu padre, por la familia. Te

hemos dado todo, es lo menos que puedes hacer.

—¿Me han dado todo? ¡Desde que llegué solo he recibido golpes y desprecios! —exclamé

furiosa—. ¡No me han dado nada!

—¡Inmunda malagradecida! No eres más que la bastarda de tu padre, la hija de una zorra ¡y te

atreves a intentar igualarte con mi hija!—gritó mi madrastra, golpeándome con fuerza, una vez

tras otra, sin respiro, sacando todas sus frustraciones.

Le miré con los ojos llorosos, sintiéndome miserable y deseando morir ahí mismo. Ella en cambio

parecía disfrutarlo y mis suplicas no surtían efecto.

—¡Por favor, ya! —exclamé cuando el agónico dolor me recorrió toda la espalda, pero para mí

madrastra pareció ser un incentivo, puesto que me dio una segunda patada que casi sentí, me

partiría la espina—. ¡Ya basta!

Me encogí en mi lugar, haciéndome un ovillo mientras observaba a mi padre, parado a solo medio

metro de mí.

—Papá —clamé en medio de la paliza que estaba recibiendo—. ¡Papá!

—Ya, basta. Detente —ordenó mi padre y se acercó a mí. Me levantó con relativo cuidado y me

llevó hasta el sofá. Se sentó frente a mí y me miró por unos segundos.

—Papá. —Volví a decir, llorosa.

Yo no era su hija legítima. Fui concebida con una de sus tantas amantes y tras la muerte de mi

madre, trabajé para sobrevivir; no obstante, mi padre apareció un buen día, tres años atrás, para

decirme que me llevaría a vivir con él y su familia.

Me pintó un escenario familiar precioso y yo cedí, dejando que me trajera desde Kingston hasta

Silver Lake, con su esposa y su hija, donde la primera semana me trataron con indiferencia pero al

menos no me maltrataban.

Fue al cabo del primer mes cuando todo comenzó: las privaciones de comida, los castigos,

encierros, golpes, todo para «educarme» y ser una chica de bien.

Mi madrastra era la peor, pero mi hermana no era muy diferente, era igual de cruel y despiadada.

Disfrutaba apagar su cigarro sobre mis brazos y azotarme con cuero húmedo.

Mi vida en aquel lugar se volvió un verdadero tormento y no fue hasta esta mañana que entendí

por qué mi padre me había traído a su hogar.

Siglos atrás el poblado se vio azotado por la fuerza y la ira demoledora de la manada de los lobos

Arkan, cuando los pobladores mataron al hijo del alfa, y desde entonces vivieron en un baño de

sangre.

El Alfa ordenó la ejecución de los primogénitos de cada familia en Silver Lake. Muchos intentaron

huir, pero fueron atrapados y ejecutados. Desesperado, el concejal intervino y ofreció una paga

por lo que hicieron, una ofrenda de paz, por lo que año con año, se entregaría a un varón al servicio

del rey Alfa; sin embargo, este se burló y dijo que deseaba entregaran a las hijas, sabiendo que

ellas podrían ser engendradas.

Aunque fue una medida desesperada, el concejal aceptó, y desde entonces, en la luna roja de cada

año, la manada baja al pueblo y se lleva a las hijas que cada familia ofrenda.

De eso, hace trecientos años.

El Alfa murió hace mucho en batalla, pero su sucesor, su hijo menor está a cargo y nada ha

cambiado.

Sin embargo, de todas las mujeres que se han llevado durante siglos, nadie ha vuelto.

Este año, Isabella debía ir como ofrenda al ser la única hija de los Marlowe, pero mi padre llevaba

planeando cómo evitarlo y tras enterarse de que tuvo una hija con una de sus amantes, fue por mí,

me legalizó como hija suya y me haría tomar el lugar de Isabella, todo para ganar tiempo y poder

escapar con su familia, sin importar si los Arkan, me mataban.

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