Por un instante, Tessa solo pudo quedarse paralizada, viendo la sangre gotear sobre su piel.
Finalmente reaccionó, o más bien, se vio obligada a reaccionar cuando él la lanzó contra el piso para protegerla.
Magnus quitó la flecha de sus manos, arrancándola y partiéndola en dos antes de dejarla caer en el piso. Un gruñido gutural salió de su boca ante el dolor y en el piso de la habitación resonó el eco del golpe de la flecha.
Apretó los dientes y a su vez miró a Tessa.
Ella se puso de pie de inmediato, intentando llegar a él, pero de nuevo, un sonido estridente golpeó la ventana y él recibió la noticia, mentalmente, de su beta. Estaban bajo ataque.
—¿Qué haces? ¿¡Estás loca!? ¡Quédate en donde estás! —espetó, sin mirarla.
Su voz sonó ronca y furiosa resonó, pero también había algo más, algo que Tessa no supo descifrar.
—Yo… —balbuceó Tessa, mirando la sangre que corría por su mano—. Deja que te cure la herida, está sangrando.
Magnus giró hacia ella, con los ojos encendidos de algo in