CONTRATO CON EL ARROGANTE CEO Sinopsis ¿Qué sucede cuando el bien y el mal se cruzan en el mismo camino? En esta batalla inevitable. ¿Quién será más fuerte? El bien luchará por prevalecer, pero ¿podrá realmente derrotar al mal o será consumido por él? Él es un hombre egocéntrico, acostumbrado a tenerlo todo a su disposición: lujos, poder, mujeres. Un demonio moderno que no conoce la piedad, destruyendo todo lo que toca sin miramientos. Es el tipo de hombre que usa su influencia para manipular y controlar el mundo a su alrededor. Ella, en cambio, vive en una burbuja de inocencia. Con un alma pura y un corazón noble, su vida ha sido simple, llena de pequeñas alegrías. No ha conocido la maldad ni el dolor. El mundo, tal como lo ve, es un lugar lleno de bondad, donde lo poco que tiene es suficiente para hacerla feliz. Pero ¿qué pasa cuando dos personas tan diferentes se encuentran? Cuando su burbuja de cristal se rompe y se enfrenta a una realidad cruel, ella descubrirá que el mundo no es lo que creía. Y él aprenderá que hay cosas que el dinero no puede comprar y que el poder no siempre trae consigo la verdadera felicidad. Sus caminos se cruzan por casualidad y lo que comienza como un simple juego termina transformándose en algo mucho más profundo y peligroso. Todo por culpa de una cláusula en un contrato que no vieron venir.
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Prólogo. En el pequeño pueblo de Lucas, Kansas la vida pasaba con normalidad. Allí, Denayt Thompson vivía en lo más simple de su existencia, un mundo alejado de la maldad y la crueldad. Su alma pura y su corazón noble eran tesoros en un entorno donde la oscuridad apenas comenzaba a asomarse. La mayor de tres hermanas, desde muy pequeña tuvo que hacerse cargo de ellas, su madre los abandonó y su padre estaba consumido por dos vicios; las apuestas y el alcohol. A pesar de lo difícil que fue su vida, Denayt era tan feliz con lo poco que tenían, por no decir casi nada. Denayt nunca pudo ir a una escuela, no tuvo infancia como los niños normalmente la tendrían, mientras los niños jugaban ella tenía que aprender a cuidar a sus hermanas, ni siquiera sabía cómo se escribía su nombre. A miles de kilómetros el CEO conocido por sus habilidades de negociación, dirige un imperio en la industria del entretenimiento que incluye una cadena de casinos de lujo y salones de juego exclusivos. Su empresa se ha convertido en un destino icónico para aquellos que buscan no solo la emoción de las apuestas, sino también experiencias únicas y lujosas. Sin embargo, tras su sonrisa arrogante se escondía una tragedia: un pasado marcado por la pérdida de sus padres y un abuelo que, en su búsqueda de redención, dejó una cláusula que definiría su futuro. Un viaje lo llevó a un lugar clandestino de apuestas en un pueblo, el destino le presentó a Denayt, quien sería la clave de su salvación y su perdición. Su padre, un hombre quebrantado por la adicción y la avaricia, vio en Vincent la oportunidad de ganar miles y miles de dólares, pero lo único que ganó fue una deuda exagerada que no tenía cómo saldar. Así la vida de Denayt cambió para siempre, al convertirse en “empleada” de un hombre; la reencarnación del mal. Vincent, incapaz de confiar en nadie, no sabía amar, solo poseer cosas como objetos, era un hombre cruel, lastimó a Denayt en el proceso. A pesar de la oscuridad que los rodeaba, ambos comenzaron a enamorarse, una conexión que parecía prohibida y peligrosa. Después de un año se dieron cuenta que ambos estaban enredados en las garras de sus “sentimientos” Vincent perdió el control de su corazón y eso le asustaba demasiado, era algo desconocido, una amenaza que lo hacía vulnerable, eso pensaba él. Así que empezó a comportarse como el peor de los idiotas y terminó rompiendo lo único valioso que de verdad había tenido en su vida. Denayt se dio cuenta que el precio de su amor había sido demasiado alto. Conoció el otro lado del mundo, la crueldad, el dolor y la desesperación, podía tenerlo todo, pero sentía que era un pájaro en una jaula de oro. Aunque fuera de oro, no dejaba de ser una jaula. Cómo podía odiar y amar tanto al mismo tiempo. Agotada y desilusionada decidió abandonar a Vincent. En ese momento se dio cuenta que de nada servía tener tanta riquezas si no pudo conservar aquello que quería. ¿Puede una persona reparar el daño que ella misma causó? Él debe enfrentar sus demonios y demostrar lo que está dispuesto a hacer para recuperar a la única persona que ha iluminado su vida. En un mundo donde la avaricia y la redención se entrelazan, ¿quién saldrá victorioso? La batalla entre el amor y el egoísmo ha comenzado y las apuestas nunca han sido tan altas.Dos meses después…En esos dos meses había sentido ganas de renunciar, al menos unas cinco veces al día. A veces hasta diez. El primer mes lloré, para el segundo ya no sabía ni cómo me llamaba.Leer una sola palabra me parecía como escalar una montaña. Y escribir… bueno, escribir era otra pesadilla. Mis manos temblaban cada vez que sostenía el lápiz. No entendí por qué Vincent me regaló ese cuaderno y bolígrafo; una señal de tortura. Con el tiempo comprendí que eran armas. Armas contra la ignorancia que me había aplastado durante toda mi vida.El ritmo era inhumano. Casi no tenía tiempo para dormir… mucho menos para comer tranquila. Mis días estaban marcados por una rutina estricta, donde cada minuto contaba. No había espacio para el error. A veces me sentía como una marioneta programada para funcionar sin pausa.A veces lloraba toda la noche, mientras miraba mis tareas y decía; no soy capaz. Adrián, mi profesor de lengua, era paciente. Tenía una voz tan tranquila que a veces me
Gabriel me miró antes de marcharse. No dijo nada. No hacía falta. Él ya me conocía, sabía lo furioso que estaba. Declan también se fue. Agradecí que ellos siempre estuvieran ahícuando el mundo estaba a punto de estallar. Minutos después, bajé las escaleras. Estaba molesto, por todo lo que había ocasionado. Crucé la sala a la velocidad de la luz. Cada paso que daba era una detonación. No lograba contener mi ira. La mansión entera pareció encogerse ante la energía que me cargaba.La puerta de su habitación estaba entreabierta. Empujé con brusquedad y entré como una fiera buscando presa. La busqué con la mirada dispuesto a escupir cada palabra que me quemaba la lengua. Pero entonces… me congelé.La puerta del baño estaba abierta. Ella estaba de espaldas al espejo. Desnuda.No me vio. El vapor difuminaba la silueta perfecta que reflejaba el cristal. Y yo, maldita sea, no pude apartar la vista. El cabello empapado se pegaba a su espalda, las gotas bajaban lentamente por su piel, como
Quince días después...No sabía si era el cansancio, la frustración o simplemente que ya no podía más. Había tantas cosas en mi cabeza, que incluso sentí que tenían pies y corrían por mi cerebro. Me dolía la cabeza, los ojos, el cuerpo. Era demasiado para mí.Caminaba torpemente, arrastrando mis pies. Sentía que llevaba una carga demasiado pesada sobre mis hombros. Mi mente estaba colapsada de letras, palabras, números, normas. Me estaba asfixiando. Pasé junto al bar que estaba al costado de la sala. Vincent estaba sirviéndose un trago. Ni siquiera me notó, hasta que me atreví a hablar. —No puedo más… Él se giró lentamente, levantó una ceja con desdén. —No puedo. Es demasiado. No entiendo nada, no me da el tiempo, no soy como ellos... —mis palabras se atropellaban unas a otras—. No estoy hecha para esto. No sé qué hago aquí. ¡Quiero irme!Él se quedó en silencio. Dio un sorbo a su vaso, luego caminó hacia mí. Su mirada de hielo me atravesó.—¿Eso es todo? —preguntó con friald
Vincent. El sol se filtraba entre las cortinas gruesas, más molesto que útil. Tenía la boca seca y el cuerpo entumecido. Me senté al borde de la cama, llevé las manos a las sienes y respiré hondo.No iba a pensar en la noche anterior.No lo iba a repetir.No significó nada.Me di un baño con agua fría. Luego bajé al comedor. Escuché los pasos suaves detrás de mí y el sonido de la taza de porcelana contra el platillo. Un aroma tenue a café recién hecho se esparció por el ambiente. Ella lo puso sobre la mesa, frente a mí.No la miré.Todo estaba bajo control.Como siempre.…Estaba en mi despacho, revisando los últimos ajustes al contrato. Todo estaba en orden. Ese mismo día por la tarde, llegaron Simón y Gabriel. Nos encontrábamos revisando algunos documentos cuando un leve y casi imperceptible toque en la puerta llamó mi atención. Me bastó medio segundo para saber quién era.La puerta se abrió con lentitud, como si pesara toneladas. Y allí estaba ella. Diminuta en el umbral, con los
Denayt.Una vez más frente a la caja metálica que él llamaba elevador, mis piernas temblaban. No quería repetirlo.Me detuve. Di un paso atrás. El corazón me latía con fuerza, como si quisiera huir antes que yo. Mis manos sudaban, mi estómago se revolvía.Vincent se giró. Su rostro se veía distinto bajo la luz tenue del pasillo. Tenía las pupilas dilatadas por el alcohol, los labios tensos… y esa mirada de siempre, dura como el acero. Aún así caminaba más derecho que yo. Ni siquiera con tragos encima perdía elegancia. ¿Será humano? Me pregunté, tratando de alejar mis pensamientos aterrados por esa caja llamada elevador. —¿Otra vez con esa cara? —preguntó con ese tono que no sabía si era sarcasmo o molestia.No respondí. Bajé la mirada.Es la única cara que tengo; respondí en mi cabeza.Suspiró. Se acercó. Una mano firme me tomó del brazo, sin apretar, solo guiándome.Me tensé, instintivamente lo miré a los ojos. Olvidé cómo respirar. Pensé que iba a regañarme, gritar, o estrellar
Él no dijo nada. Caminó hacia la pequeña mesa donde reposaba una botella de whisky a medio llenar. La tomó con fuerza, pero sin parecer exagerado. Todos los movimientos de él eran tan impecables. La miró un segundo, como si el líquido pudiera darle la paciencia que yo le quitaba.Luego, sin mirarme, giró apenas el rostro e hizo una leve señal con la cabeza. Un gesto simple, seco… pero claro.Entendí que debía seguirlo.No pregunté. No quería provocarlo más. Caminé detrás de él, tratando de no hacer ruido. La puerta se abrió y una corriente de aire me acarició el rostro. El cielo de la ciudad se extendía oscuro, pero lleno de luces titilantes, parecía que el cielo estaba más cerca. Subimos una pequeña escalera metálica y entonces la vi: una azotea amplia, con una vista que robaba el aliento. Las luces de la ciudad parecían tan pequeñas. La vista parecía una postal irreal, todo se veía tan hermoso.Y aterrador.Él caminó hasta el borde con la botella en la mano. No se giró, pero sabía
Último capítulo