Bajo el Velo del Pecado

Bajo el Velo del PecadoES

Romance
Última actualización: 2025-12-19
Elyra Cross   Recién actualizado
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Resumen
Índice

La noche antes de su boda por conveniencia, Layla cae en el mayor pecado de su vida: entregarse al hombre prohibido, el tío de su futuro esposo. Lo que debía ser un desahogo se convierte en un incendio imposible de ocultar… sobre todo cuando descubre que lleva en su vientre al único heredero capaz de destruir a toda la familia Draven. Obligada a casarse con Dimitrik para salvar a su padre, Layla queda atrapada entre un marido incapaz de amarla, un amante que la consume con solo mirarla y un secreto que podría derrumbar un imperio. Poder, deseo y mentiras se entrelazan mientras Layla decide qué sacrificar: su apellido, su corazón… o la verdad que podría incendiar la dinastía Draven desde adentro.

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Capítulo 1

Capítulo 1.- Antes del “Si, acepto"

Mañana se casaría con Dimitrik Draven, el heredero de Draven Global Hotels, el hombre que la besaba como quien cierra un trato: labios fríos, ojos distantes. No era una mentira, era una terrible realidad. Unir su vida a un hombre que no amaba, pero negarse hundiría a su padre en la cárcel.

«¿Acaso eso era lo que quería para su vida? No, pero debía hacerlo para salvarlo a él». Por una mala decisión, sus vidas se habían destruido y era ella quien debía pagar el precio de los errores de su padre.

Layla cerró los ojos, tratando de asimilar su nueva realidad. Esa noche fue su despedida de soltera en el ático del Four Seasons. Todo había sido una terrible locura. Entre gritos, brindis y hombres bailando a su alrededor, sentía que iba a estallar, pero no podía quebrarse; debía ser fuerte.

Un golpe suave en la puerta la sacó de sus cavilaciones. Caminó y la abrió sin ánimos.

—Señorita Connor, el señor Draven me envió por si necesitaba algo —dijo la asistente.

—Muchas gracias, pero no necesito nada.

La mujer se retiró, dejándola sola nuevamente en la lujosa habitación, después de su "maravillosa" despedida de soltera, una que no disfrutó en lo absoluto.

Layla giró sobre sus pasos para ingresar al baño. El espejo le devolvía la imagen de todo, menos de una novia feliz. Sabía que después de mañana su vida iba a cambiar y todo sería distinto a lo que en realidad deseaba.

Salió de la lujosa habitación y se escabulló por el pasillo de servicio, descalza, hasta llegar a una hermosa terraza. La tarjeta que Dimitrik le había dado, “por si necesitaba un respiro”, abrió la puerta con un susurro.

El lugar se encontraba sumido en una absoluta oscuridad. Solo el resplandor dorado de Times Square se filtraba por las cortinas. El lugar era maravilloso: grandes ventanales, cortinas que cubrían la mayoría del sitio. Más que una terraza parecía una habitación de lujo. En ese lugar, Layla podía despejarse para luego aceptar la realidad de lo que el destino le iba a deparar, un destino que le fue impuesto.

Caminó hasta el minibar, se sirvió un bourbon, lo tomó a fondo blanco y se hundió en la cama king size. Las sábanas frescas contrastaban contra su piel acalorada, cerrando los ojos en el proceso. Y entonces lo sintió.

Un roce tibio en su nuca, como un suspiro.

—No te muevas, gatita.

La voz era un ronroneo grave, con ese acento que la hacía temblar.

Antes de que pudiera moverse, unos brazos fuertes la inmovilizaron. Una mano grande cubrió su boca con suavidad; la otra recorría su cuerpo. Su peso la envolvió, mas no la aplastó.

—Dimitrik está presumiendo que eres suya —susurró contra su oído, su aliento era tan cálido que le erizó la piel—. Pero yo… llevo meses soñando con este momento.

El aroma la envolvió: whisky añejo, cuero gastado y un toque de algo que no lograba identificar.

«Lucius Draven». Solo tenerlo cerca hizo que sintiera la humedad entre sus piernas.

Era el tío de su prometido. El medio hermano bastardo que la abuela había exigido borrar del testamento, ya que no pudo evitar que le dieran el apellido. El mismo hombre que la devoraba con la mirada en cada cena familiar.

Intentó hablar. La palma se suavizó, sus dedos rozaron sus labios.

—Shh… solo respira conmigo.

Sus labios rozaron su nuca, un beso lento, húmedo, que la hizo arquear la espalda.

Sus manos bajaron por su espalda, desabrochando el corsé con dedos temblorosos, como si temiera romperla. La prenda desapareció de su cuerpo.

Layla quedó en lencería de encaje negro, con el corazón latiéndole en la garganta.

Lucius soltó un jadeo reverente.

—Dios, Layla… eres un pecado —su mirada la devoraba con hambre—. Uno que no puedo resistir.

La miró con ternura, sus ojos color gris brillando como si estuviera ante algo sagrado.

—Quítate las bragas —susurró, su voz ronca de deseo mientras se despojaba de su ropa—. Déjame verte.

—No… —musitó ella, pero sus manos ya obedecían.

La tela cayó.

Él se arrodilló entre sus piernas, abrió sus muslos con devoción.

—Dimitrik nunca te ha mirado así, ¿verdad? —preguntó, besando el interior de su muslo, subiendo lento—. Nunca te ha adorado.

Sus labios trazaron un camino de fuego: muslo, cadera, ombligo y bajó nuevamente con la misma sutileza. Cada beso era una promesa.

Llegó a su centro, la miró un segundo —pidiendo permiso con los ojos— y luego…

Su lengua la saboreó como si fuera el último trago de su vida.

Layla gimió, arqueándose contra su boca. Sus manos la sujetaron de las caderas, guiándola, adorándola.

—Lucius… —susurró, enredando los dedos en su cabello, jadeando con desesperación.

Él subió, besando cada centímetro de su piel, hasta que sus labios encontraron los de ella.

El beso fue lento, profundo, desesperado. Sus lenguas se encontraron, se enredaron, se reconocieron.

—Te deseo desde el primer día —confesó contra su boca—. Pero no así… no robado.

Entró en ella con una lentitud tortuosa, centímetro a centímetro, mirándola a los ojos.

Layla gritó su nombre cuando la llenó por completo. Él se quedó quieto hasta que su cuerpo se acostumbrara a su tamaño.

Luego de unos segundos que parecieron eternos, sus caderas se movieron en un ritmo hipnótico, profundo, como una marea.

—Mírame —susurró, besando sus lágrimas—. Quiero que sepas quién te ama.

Las uñas de Layla se clavaron en su espalda.

—Esto está mal…

—Pero es real —respondió él, acelerando—. Por primera vez, es real y es lo que ambos deseamos.

El orgasmo la rompió en mil pedazos, un grito ahogado contra su cuello.

Él se derramó dentro de ella con un gemido roto, abrazándola como si temiera que desapareciera.

No se retiró. Se quedó dentro, besándole la frente, los ojos, las mejillas, los labios.

—No quería que fuera así —susurró, con voz jadeante—. Quería flores, cenas, paseos por Central Park… pero no podía dejarte ir sin que supieras que alguien te ama de verdad.

Las lágrimas de Layla cayeron sin control.

—Dimitrik nunca te hará sentir amada y deseada —dijo, acariciándole la mejilla—. Solo yo puedo brindarte eso que tanto deseas.

Se levantó, la cubrió con la sábana y besó sus labios. Se vistió en un abrir y cerrar de ojos y, cuando ella quiso darse cuenta, la puerta se cerró con un clic suave.

Layla se quedó allí, temblando, desnuda, con el sabor de sus besos en los labios… su interior latiendo por su ausencia y el corazón latiendo por primera vez en meses.

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Capítulo 1.- Antes del “Si, acepto"
Capítulo 2.- El gran día.
Capítulo 3.- Luna de miel.
Capítulo 4.- Consumando un acuerdo.
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