Mundo de ficçãoIniciar sessãoCamila, víctima de un cruel destino, es vendida al socio de su propio padre, un hombre de negocios implacable: Maximiliano. Lo que nadie sabe es que, desde sus días universitarios, Maximiliano ha estado secretamente enamorado de ella. Él, famoso por su frialdad y su falta de corazón ante los demás, la acepta con un único fin: asegurar un heredero para su linaje. A pesar de esa fría transacción, el amor que siente por ella lo impulsa a querer protegerla de un mundo hostil. Pero ni ese amor, ni la fortaleza de Maximiliano pueden detener los planes de su propia madre, una mujer calculadora que, con un engaño despiadado, logra separarlos. Cuando Maximiliano cree que Camila ha muerto, su mundo se desmorona. Años después, intenta reconstruir su vida, resignado a una existencia sin ella. Lo que no imagina es el giro del destino. Camila reaparece ante él, viva y convertida en una fuerza imparable. Con dos hijos que llevan su sangre, llega para reclamar lo que es suyo, pronunciando las palabras que lo cambiarán todo: "Volví de la muerte, amor mío".
Ler maisCapítulo XLVIIIMaximilianoEl día había sido largo, las reuniones eternas, y lo único que quería era silencio.Silencio y distancia.Ni llamadas, ni correos, ni nadie preguntándome qué haré con la nueva colección.Subo las escaleras con paso firme, intentando no pensar demasiado. El pasillo está medio oscuro, iluminado solo por la luz que se filtra desde la recámara de Máximo.Un sonido me hace detenerme.Algo… diferente.Entorno los ojos.Camino despacio, intentando distinguir si escuché bien.Y entonces, los sonidos se vuelven más claros.Gemidos.Voces.Una risa femenina que me hiela la sangre.No… no puede ser.El corazón me late con fuerza, los dedos se me tensan al costado del cuerpo.Doy unos pasos más, casi conteniendo la respiración.Y lo que escucho al otro lado de la puerta me parte en dos.—Ya extrañaba tenerte de nuevo entre mis brazos —dice la voz de Máximo, ronca, cargada de deseo—. No soporto verte con el imbécil de Maximiliano… me muero de celos cada que lo miras con
Capítulo XLVIIFernandoTengo una semana que llegué a San Diego con Estheisy. Conseguí una casa hermosa, modesta, pero cálida, de esas que se sienten como un nuevo comienzo. Es fin de semana y venimos al centro comercial para comprar adornos navideños; ella camina feliz entre luces y esferas, mientras yo la observo en silencio, disfrutando el momento.El martes tengo la entrevista en la empresa a la que envié mi currículum. Me siento confiado, tengo buenas referencias, experiencia, y sobre todo, las ganas de demostrar que puedo empezar de nuevo.Supe por mi madre que Maximiliano me cerró las puertas, pero gracias a Gabriel, que es socio, me dio una referencia junto con otros dos socios cercanos… pude abrir caminos, todo a espaldas de Maximiliano.--- El martes llega más rápido de lo que imaginaba.Frente al edificio de cristal siento una mezcla de nervios y determinación. Me acomodo el saco, respiro hondo y entro.La recepcionista me recibe con una sonrisa amable.—Hola, buenos días,
Capítulo XLVIMaximilianoNunca me ha gustado que me manipulen. Scarleth lo sabe. Por eso, cuando Máximo me dijo que estaba en el hospital y que, por mi culpa, el bebé estaba en peligro, no fui. No porque no me importara… sino porque ya conozco sus métodos.Drama, lágrimas y mentiras… siempre en ese orden.Aun así, la culpa pesa. Por eso termino frente a la puerta de mi casa, entrada la noche. Mamá abre antes de que abra con mi llave. Tiene los ojos rojos, la voz temblando… demasiado perfecta para ser casualidad.—Max… —me susurra— ¿Por qué no fuiste al hospital? Scarleth casi pierde al bebé.No respondo. La observo. Mamá nunca ha sido buena actuando, pero esta vez… esta vez parece creerlo.—Está arriba —continúa—. La doctora dijo que debe guardar reposo absoluto. Va a quedarse aquí, contigo. Su embarazo está en riesgo.La mandíbula se me tensa.—¿Una doctora o una actriz de hospital bien pagada? —respondo frío.Mamá frunce el ceño, herida.—¿De verdad crees que inventaríamos algo así
Capítulo XLVScarlethVoy a usar a este bebé a mi favor, haré que Maximiliano se sienta culpable, por lo que le hizo a su bebé. Toco mi vientre y sonrío con frialdad.El otro día que fui a la cocina y vi una escena de una telenovela que estaba mirando Miranda, me llamo la atención. Esbozo una sonrisa y me dirijo a una farmacia.Una vez en mi departamento, me encamino directo a mi habitación. Cierro la puerta, tomo aire y dejo que el silencio me envuelva.En mi mente, todo encaja: si Maximiliano no viene a mí… tendré que obligarlo.Saco el catéter de mi bolso y lo observo por un instante; un instrumento tan simple… y tan útil para mi propósito.Me siento en la cama, coloco el tubo con precisión y comienzo a extraerme sangre. Respiro hondo, el leve ardor apenas me inmuta.Cada gota que cae al frasco es una promesa: esta vez, él volverá.Ya que junté la cantidad que necesito, lo vertí entre mis piernas, lo dejo correr por mis muslos, como si algo en mi interior se estuviera desprendiendo
Capítulo XLIVMaximilianoMáximo sigue insistiendo, tratando de presionarme, mientras mi madre no deja de reprocharme.Frunzo el ceño; cada palabra me irrita más.—¡Basta! —gruño, con voz firme y cortante—. Ya escuché suficiente.Salgo de la casa, con la rabia hirviendo bajo la piel, me subo rápido a mi carro y me dirijo a mi departamento, dejando atrás sus voces y su insistencia.Voy manejando por las calles más concurridas de Guadalajara. Pensaba ir a mi departamento, pero necesito distraerme, necesito aire… no encerrarme en ese lugar.Llego a uno de los bares más concurridos y me dirijo a una sala VIP. Le hago una señal al barman y le pido un whisky, necesitando algo que calme la tensión que siento. Desde aquí puedo ver la pista de baile: la música suena a todo volumen y el ambiente está animado, lleno de risas y luces que parpadean al ritmo de los cuerpos moviéndose.Me apoyo contra la barra, dejando que el vaso se enfríe entre mis manos. Observo a la gente a mi alrededor: parejas
Capítulo XLIIIMaximilianoEstoy en mi despacho, de mi departamento, junto con Hugo y Ruiz. Llevamos horas tratando el asunto pendiente que me tiene con dolor de cabeza y sin encontrar solución.Camila sigue desaparecida, es como si se la hubiera tragado la tierra.Hugo no logra dar con ella, y cada día que pasa la incertidumbre me devora más.Me masajeo la sien, agotado. El estrés me consume, la desesperación crece. Ya no sé qué hacer.Y para colmo, está Scarleth, moleste y moleste. Desde que la terminé no ha parado de llamarme ni de mandarme mensajes.La pantalla del celular vuelve a encenderse: su nombre otra vez. Me irrita.Tomo el teléfono, respiro hondo… y pongo fin a sus molestias. Bloqueada.Me paro de mi silla y me sirvo un whisky. El líquido golpea suavemente los hielos y recorre mi garganta. Cierro los ojos un instante, dejando que el sabor fuerte y el calor del whisky me den un respiro. La semana ha sido agotadora, y pensar en Camila que aún no se nada de su paradero me co





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