Capítulo III
Camila Velarde
Todos se la están pasando muy bien; bailan y se divierten. La música es animada. Yo estoy sentada junto a Maximiliano, observándolos disfrutar.
Veo a la loquita de mi amiga acercarse; me toma de la mano y tira de mí para llevarme a bailar, sabe que amo bailar. Estheisy y yo bailamos alegremente, mientras cantamos la canción que está sonando.
Mis amigos de la preparatoria se acercan a nosotras. Los amigos llegaron minutos después de Estheisy y esta en cuanto los vio se fue a sentar a su mesa.
Gracias a mis amigos esto no se está convirtiendo en un martirio y no estoy amargada a lado de él.
Al fondo veo a Nathaniel, Jully, Mauricio y Claudeth, le hago señas a los muchachos y estos sonrien mientras siguen caminando.
—Vamos —le digo a Estheisy. Nos tomamos de la mano y nos encaminamos a nuestros amigos.
—Girasol —me saluda Nathaniel. Lo abrazo con cariño, al igual que a los demás.
—Te ves hermosa, me encanta tu vestido —me chulean las chicas.
—Gracias —les sonrío.
Estheisy los lleva a su mesa, después de que mis amigas dejan sus bolsos sobre la mesa volvemos a la pista de baile.
—Amo esta canción —menciona Jully. Ella y Nathaniel bailan felices.
Amo la pareja que hacen, como me hubiera gustado tener ese amor que tienen los cuatro, un nudo aparece en mi garganta, carraspeo, cruzo mi mirada con mis amigas y nos sonreímos.
Pasa un carrito de shots y mis amigos y yo tomamos los vasos de cristal.
Tomé varios shots, ya había perdido la cuenta de cuántos llevaba; me sentía muy “happy”.
—¡UHH! ¡EHH, EHH! —me muevo al ritmo de la música, que por un momento me olvidé de todo lo que estaba pasando, hasta del hombre con el que me acababa de casar, únicamente estaba disfrutando al máximo de la fiesta.
—Amiga, te ves muy bien —me río con Estheisy. Mi amiga y yo nos tomamos de ambas manos, nos movíamos, nuestros cuerpos bajan hasta el suelo, reímos divertidas, nos levantamos lentamente y continuamos bailando en bola con nuestros amigos.
Me siento supermareada, pero eso no iba a detenerme de seguir bailando. Tomo mi vaso, lo llevo a la boca y continúo tomando tequila preparado.
—Ahora vuelvo, voy al tocador —los amigos asistieron sonriendo.
Dejo el vaso en la mesa donde estaba el primo de Maximiliano. Ni siquiera sabía que mi esposo estaba allí hasta que nos cruzamos la mirada; su intenso mirar me puso nerviosa. Decidí desviar la vista y dirigirme hacia los baños. Al llegar, cierro la puerta y me meto en un cubículo desocupado. Al terminar de hacer mis necesidades, me lavo las manos y ssalgo a seguir pasándola bien, aunque sea esta noche.
Tomo mi vaso y me acerco a los plebes, al verme me esbozaron una sonrisa.
—¡EHH, EHH! —gritamos alegres.
—Amiga, ¿Y Maximiliano? ¿No baila? —me pregunta Estheisy, me encojo de hombros sin darle importancia, me vale todo de él.
Comienzo a cantar párrafos de la canción.
—Baila, baila, esta cumbia, mueve, mueve la cintura, todos las manos en alto, griten, griten con locura, ¡EHHH! —gritamos entre nosotros esto último.
—¡Ey, ey, ey! —les gritamos a Jully y a Nathaniel, cuando se estaban besando, reímos cuando estos nos voltean los ojos y se vulven a besar con amor.
—¡Bola de envidiosos! —grita Nathaniel. Todos nos carcajeamos.
De pronto pusieron banda, y siento que alguien me toca, al voltear lo miro, trago saliva nerviosa, me toma de la cintura y nos empezamos a mover al ritmo de la música.
Noto que todos nos miran y graban con sus celulares, pero en la pista de baile solo estamos él y yo.
Bailamos dos canciones juntos, nunca me imaginé que bailará tan bien. Al finalizar la canción nos quedamos viendo por un momento, me doy cuenta de que baja su vista a mis labios, mi respiración se acelera rápidamente, nos encontramos muy cerca el uno del otro, cuando pienso que me besará, se aleja de mí, cierro los ojos, suspiré.
La fiesta llega a su fin y me despido de mis amigos; les agradezco por hacer de esta noche algo divertido. Ellos comprenden perfectamente por qué les digo esto.
Nos abrazamos entre nosotros, me dijeron que le diera una oportunidad a Maximiliano, suspiro con los ojos llorosos, Nathaniel besa mi cabeza, le doy una cálida sonrisa.
—No debe de ser tan malo, si quiso que fueras su esposa es porque le gustas —comenta Claudeth, yo la miré con seriedad y negué.
—Es que todo es muy raro, o sea, no sé, ¿De verdad nunca lo has visto, no sé de alguna parte y no recuerdas? —ladeo la cabeza en negación mirando a Estheisy.
—No, no lo conozco, lo recordaría —suelto un suspiro pesado.
Nos quedamos en silencio mirándonos entre nosotros. Nos volvimos a abrazar luego de que Mauricio y Nathaniel, suspirarán al verme con mis ojos llorosos.
Vemos a Maximiliano, acercarse a su carro, nos hacemos a un lado para que pasara.
Me despido de mis amigos nuevamente, y me adentro al lugar, ya que hace algo de frío.
Me encuentro sentada en la mesa donde estaba en un principio con Maximiliano, tomando.
Me había acabado una botella de tequila, yo sola, sentía que todo me daba vueltas.
—Se acabó —digo al ver la botella vacía. Reí enloquecida.
Veo que Maximiliano se acerca a mí y me pone un abrigo y me levanta.
—No me toques —me quito de encima el abrigo y se lo arrojo al suelo —. No tienes ni un derecho de tocarme, no porque me haya casado contigo, quiere decir que soy de tu propiedad, y no quiero tu maldito saco —lo veo enfurecida.
Maximiliano resopló, tratando de contener la calma, y no exaltarse. Toma el abrigo y me lo coloca de nuevo.
—Está muy frío Camila y las personas nos miran.
—¡No me importa que lo sepan! —me interrumpe. Antes de que pueda gritarle al mundo por su canallada, me sube a su hombro y me carga hasta el carro. Golpeo su espalda mientras que los invitados que quedan se ríen, pensando que esta es una escena romántica entre mi marido y yo.
Estando dentro del coche, lo golpeo en el pecho, y le comienzo a gritar
—¡Eres un maldito, te odio por arruinarme mi felicidad, eres la peor persona que he conocido! ¡¿Cómo se te ocurre comprar a alguien?!
Suelta un suspiro exasperado y, de repente, me toma del rostro y me besa apasionadamente. Quiero quitármelo de encima forcejeando, pero no me lo permite; me sostiene por la cintura, nos acariciamos con nuestras lenguas y siento la humedad de su boca. Mi corazón late rápidamente. Sin darme cuenta, estaba correspondiendo al beso; el horror de sentirme atraída por él me hizo estremecerme.
Se despeja de mí y yo siento ganas de más, un escalofrío corre por todo mi cuerpo, nos miramos fijamente a los ojos, siento las mejillas calientes, mi respiración acelerada.
“Por Dios Camila, contrólate, no puedes estar así, por alguien que solo eres una mercancía para él” me reprendo a mí misma.
Cierro los ojos mientras suelto un suspiro, volteo a ver por la ventana, la noche está solitaria, casi no hay carros.
Llegamos al hotel, éste se acerca a recepción, yo me siento en un sofá, no tarda ni cinco minutos, cuando me toma de la mano y jala de ella, me comienzo a quejar, pero soy vilmente ignorada. Momento después de que se abren las puertas del elevador entramos, lo veo con resentimiento, al ver que no me suelta, vuelvo a luchar por zafarme de su agarre, pero no tengo éxito.
—Imbécil —gruño mirándolo con desprecio.
Éste no me dirige ninguna sola mirada, está con la mirada fija en las puertas de metal. Una vez que se abren me arrastra con él.
—¡Oye! —exclamo irritada por la situación, estoy casi corriendo, hago un mal movimiento y me lastimo, me quejo y es ahí cuando me voltea a ver.
Lo miro con odio, y al fin logro zafarse de su mano, me agacho y me sobo el tobillo, hago gestos de dolor, siento que está a punto de tocarme y le aviento la mano.
—¡Aléjate idiota! —le grito enfurecida —. Eres el culpable de que me haya lastimado —lo culpo con enojo, mirándolo con ira.
Su mirada refleja remordimiento, bajo mi mirada a mi tobillo que duele.
Me carga como una bebé, y le exijo que me baje, que no quiero nada de él, que ya me ha hecho demasiado daño, Maximiliano no me hace caso.
Nos adentramos a la habitación, y le exijo que me suelte. No paraba de gritarle mientras veníamos a la habitación.
—¡Suéltame, maldita sea! —vocifero mirándolo con coraje.
Lo golpeo en el pecho, pero parece que mis golpes no le hacen nada, tiene el semblante serio, ¡agghhh!
—Te desprecio, te odio, me das asco, jamás te voy a amar, ¡JAMÁS! —mi respiración se encuentra muy agitada.
Maximiliano me mira sin ningún tipo de emoción.
—¿Ya terminaste? Ahora es mi turno —me mira con seriedad, hago un enorme esfuerzo por no mirar esos labios carnosos que tanto me gustaron, quisiera que me tomara y me volviera a besar como hace un rato.
«Camila, cállate por Dios, el alcohol te tiene diciendo puras tonterías», pienso para mí misma, mientras me vuelvo a reprender.
—Dices odiarme, pero bien que me correspondiste el beso, sentí como lo disfrutabas y sé que querías más —éste sonríe burlón. Es un maldito infeliz, lo odio, lo odio, aaagghhh.
—Por supuesto que no, no sentí absolutamente nada, bueno sí, asco —espeto con desprecio.
Se ríe en mi cara, es un arrogante, lo detesto, nunca podrá lograr que lo ame, me habrá comprado con su maldito dinero, pero nunca mi amor, ese jamás lo tendrá.