Capítulo VIII Parte 2
Camila Velarde
Al abrir los ojos, me doy cuenta de que estoy en una camilla de hospital. Observo mi mano y veo un suero conectado; escucho el sonido constante de los monitores. Estoy confundida, no sé qué hago aquí. Busco con la mirada un botón para llamar a una enfermera; al verlo, lo tomo con desesperación y lo aprieto varias veces.
La puerta se abre y aparece una enfermera, sonriéndome con calidez.
—¿En qué puedo ayudarla? —pregunta.
—¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí? —le pregunto, desesperada.
—Una pareja la encontró desmayada en la orilla del mar y la trajeron porque su pulso era muy débil, casi no se le sentía. La doctora le mandó hacer unos estudios; mañana vendrá para informarle los resultados —me explica con tranquilidad.
Asiento despacio.
—Gracias —nos sonreímos levemente.
—¿Tiene algún familiar a quien podamos llamar? —me pregunta. Pienso en Maximiliano y en la traición que me hizo; no deseo verlo. A partir de hoy, para mí está muerto.
—No, no tengo a