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Me encargaré de hacerte feliz

Capítulo IV

Maximiliano Sandoval 

Desde que conocí a Camila Velarde en la universidad, me gustó; era una chica muy alegre, con un brillo precioso en esos ojos azul cielo que me cautivaban. Ella nunca me vio, no me conocía y no sabía que yo también estudiaba ahí, finanzas; ella estudió gestión empresarial.

Su deporte favorito era el voleibol, lo sabía porque cada vez que había partidos en la universidad la veía disfrutar del juego. Cuando su equipo ganaba, celebraba alegremente, gritando y brincando de felicidad. Una de esas veces que ganaron escuché cuando una de sus amigas le había comentado, que se notaba que era su deporte favorito, Camila asintió con esa sonrisa que tanto me gustaba verle.

Camila contagiaba a todos los que se encontraba a su alrededor con su alegría, yo era un chico tímido, no era alegre ni amiguero como ella, yo era el nerdo del salón. 

Nunca me atreví a hablarle, ni acercarme, no sabría que decirle si me acercaba a ella, iba a parecer un tonto frente a ella y era lo que no quería. Una mañana, estando en la cafetería, le devolví un billete que se le había caído, y ella me agradeció con una gentil sonrisa después de decirme “gracias” le esboce el mismo gesto y se alejó de mí para ir con su grupo de amigos.

Me quedé mirándola con una sonrisa en el rostro. “Es muy hermosa”, pensé.

*** 

Actualidad… 

Después de saber que Emiliano Velarde, padre de Camila, se encontraba casi en la bancarrota por confiar en unos estafadores, vi mi oportunidad de estar cerca de ella, y como tenía que contraer matrimonio para cobrar la herencia que me había dejado mi padre, que mejor mujer que Camila Velarde para ser mi esposa y la madre de mis hijos.

Tuve novias, no les diré que no, pero no eran nada serio para mí. Mi última relación no duró mucho, mi exnovia se comportaba como una escuincla mimada y eso me fastidiaba, me empalagaba con sus exageradas muestras de cariño, yo quería a mi lado a una mujer, no a una niña. 

Cuando fui a su departamento para acabar con ese noviazgo me encontré con la sorpresa de que me era infiel, sonreí con gusto, pues era el pretexto perfecto para deshacerme de ella y así ahorrarme todo su berrinche que solía hacerme cuando intentaba terminar con ella.

***

Me encuentro en la oficina de Velarde, discutiendo nuestro negocio, en cambio, de invertir en su empresa tenía que aceptar que me case con su hija. Tomo la fotografía que tiene de ella sobre su escritorio y digo las siguientes palabras…

—Solo tengo una condición para invertir en tu empresa.

Emiliando me mira confundido. Espero un instante y continúo:

—Casarme con tu hija —digo, mirando su retrato.

Emiliano abre sus ojos como platos, mira la foto de su hija, y al volver a cruzar su mirada con la mía, me ve con enojo, yo le correspondo la mirada con frialdad.

—No venderé a mi hija —gruñe arrebatándome la foto, su mirada reflejaba irritación, está realmente enojado.

Sonrío con mi ego altísimo, y entonces le digo:

 —Pues me encargaré de qué esta empresa, se termine de hundir, con una sola llamada, puedo hacer lo que me venga en gana. 

Suspiro y prosigo

—Te quedarás en la quiebra total —Emiliano suda, se ve angustiado, puedo ver cómo le tiemblan las manos. 

Se dirige a su mini barra y bebe de golpe un trago de whisky.

—No, no puedes hacerme esto, ¿Por qué casarte con mi niña, para que puedas ayudarme? Ni siquiera la conoces —espeta mirándome con desdén.

Río. «Si supieras, que la conozco desde hace años, pero no tienes porque saberlo». 

—Bueno, me voy, es una lástima que esta bella empresa se vaya a la quiebra, ya que nadie va a querer invertir en las condiciones en las que se encuentra —cuando estoy por salir me detiene.

—¡Espera! —sonrío de lado con soberbia, puesto que mi cometido estaba surtiendo frutos.

 Me volteo para verlo con desinterés, con una ceja levantada. Se ve nervioso, las palabras no le salen, bebe otro vaso de whisky, se acerca a mí mirándome fijamente.

—Está bien, dejaré que te cases con mi hija, con tal de que salves la empresa. 

Se encamina a su minibar, y bebe nuevamente otro vaso de whisky y se lo toma de golpe, sonrío con satisfacción, había logrado lo que tanto quería, Camila, será mi esposa.

—Muy bien, firma el contrato —le extiendo la carpeta, este me ve con odio, agarra de mala gana los papeles, firma y me devuelve la carpeta sobre mi pecho con brusquedad, sonrío y puedo notar que mi expresión lo enoja más.

—Ya tienes lo que querías, ahora largo de mi oficina —gruñe eso último entre dientes. 

—Nos vemos pronto, suegro —río al ver la cara que puso cuando lo llamé suegro.

Luego de haber cerrado la puerta de su oficina, escucho que avienta algo sobre la puerta, volteo hacia la puerta, ruedo los ojos.

—Pronto se le pasará —me digo a mí mismo.

Camino hacia el elevador, espero unos minutos para que las puertas de metal se abran. Mientras esperaba siento que alguien me mira, cuando giro la cabeza no veo nada extraño, una vez que las puertas se abren entro.

Llego a mi oficina y llamo a Fernando, para contarle que me casaré. 

Minutos después aparece, le pido que pase y se ponga cómodo.

—¿Qué pasó? —pregunta con intriga.

—Me caso —le suelto de golpe.

—¡¿QUUUEEEEÉ?! —me carcajeo por su expresión 

—A ver espérate, ¿Cómo que te casas? ¿Con quién? —sus preguntas son aceleradas.

Me estoy divirtiendo mucho.

Le cuento todo, y éste niega con la cabeza por como llevé las cosas para conseguir a la chica de mis sueños.

—Ay, ya no me vengas con tus cosas —reniego al escuchar sus sermones. Me pongo de pie y sirvo dos tragos, le doy el vaso de cristal, bebo despacio, disfrutando del whisky, mi bebida favorita.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Volteo a ver a mi primo, que es más mi hermano, mi mejor amigo, me llevo mejor con él que con mi propio hermano, que desde que se fue al extranjero no he sabido de él.

Dirijo mi mirada a mi primo, y mientras voy caminando a mi escritorio le digo: 

—Prepárate porque serás mi padrino de bodas tanto civil y religiosa —le esbozo una gran sonrisa.

Fernando me da una seria mirada, niega rodando los ojos, me río de él.

Los días pasaron. Estuve preparando todo para la fiesta de mi boda, anduve investigando con Emiliano, que le gustaba a mi futura esposa y este me dijo que cuando cumplió quince años dieron lomo de cerdo con pasta y ensalada.

Sonrío, porque también es uno de mis platillos favoritos.

Quiero que la boda sea perfecta, no quería ningún error y así se lo hice saber a la chica que la estaba planeando.

Entra Fernando a mi oficina, y se sienta frente a mí.

—Ya está todo listo para llevarle el documento a Camila —sonrío satisfecho.

Abro uno de los cajones de mi escritorio y saco una cajita de terciopelo negro, se lo entrego a Fernando, lo toma, lo abre y se asombra al ver el anillo oro rosa con diamantes.

—¿Está precioso, verdad? —pregunto esbozando una gran sonrisa.

—Sí, está muy bello —responde cerrando la cajita.

Me acomodo en mi silla. 

—Bueno, primo, es hora que vayas a su casa y  entregarle el documento junto con el anillo.

Fernando asiente y pronto sale de la oficina.

Acuno mi cuerpo, y agarro entre mis manos el portarretrato que tengo de ella sobre mi escritorio.

—Sé que me odias, pero haré que ese odio se convierta en amor —acaricio con las yemas de mis dedos la fotografía que me dio Emiliano, se ve hermosa con ese lindo vestido azul cielo.

*** 

Se llegó el día de la boda. Me encontraba arreglando mi corbata, frente al espejo, al terminar tomo el saco y me lo acomodo, me doy una última mirada, para asegurarme de que todo esté en su lugar, esbozo una sonrisa, agarro mis llaves de mi Audi negro, y salgo de mi habitación.

Llego a la iglesia, estaciono mi convertible, me bajo y me acerco a mi primo y nos saludamos.

Veo gente que no conozco, han de ser invitados de Camila, escucho murmullos de los muchachos que se encuentran presentes.

—¿Crees que resulte el plan de Cami? —inquiere una de las chicas.

—Ay, no sé, ojalá que sí, la pobre estaba muy mal cuando hablamos —dice la otra.

Los amigos de Camila asintieron.

«Así que Camilita les contó a estos el motivo de la boda», pienso mirando a los chicos.

Cruzamos miradas y me ven con desdén, yo no me quedo atrás y los miro de la misma manera.

*** 

Estoy parado frente al altar esperando a la mujer que siempre he querido.

Escucho la música nupcial, la veo del brazo de Emiliano, noto que se detiene, algo le susurra y ella lo mira con dolor y enojo. Le limpia las lágrimas y continúan caminando. 

—Llora de felicidad —me dice, le doy una ligera sonrisa a Emiliano. Como si no supiera que Camila está llena de dolor y frustración.

Me duele verla así, creo que no debí haber hecho las cosas de esta forma, debí primero acercarme a ella, que me conozca y ya después proponerle matrimonio.

Suspiro, tomo su mano con delicadeza, ya es tarde para echarme para atrás, ya estoy aquí.

Volteo a verla, su mirada reflejaba un profundo sufrimiento. 

«Me encargaré de hacerte feliz». Pienso.

El sacerdote me hace la pregunta

—¿Aceptas a Camila Velarde como tu esposa para amarla y respetarla por el resto de mi vida? —la miro, y noto frialdad en su rostro.

Dirijo la mirada al padre.

—Sí, acepto.

Cuando fue su turno, tarda en responder, sus ojos están cristalinos, el sacerdote le hablaba y no contestaba, estaba perdida en sus pensamientos, giro mi cabeza para ver a mi primo y este me da una mirada ansiosa. Los presentes murmuran, los amigos de Camila se hablan entre ellos y pude leer sus labios, decían, “ojalá que sí se arrepienta, no sabemos que le pueda a hacer ese tipo, ojalá que no acepte”. Los miro con recelo, ellos se dan cuenta, no se inmutan, al contrario me ven de igual manera.

Me volteo para mirar a Camila, «acepta Cami, te prometo que no te arrepentirás, me dedicaré a cuidarte y hacerte feliz, solo dame una oportunidad».

Me siento exasperado por su silencio, no me atrevo a hablarle, respiro varias veces para tratar de tranquilizarme. 

Después de escuchar esas palabras pude respirar.

—Sí... acepto.

Caminamos tomados de la mano, siento que quiere retirar su mano de la mía, pero la aprieto ligeramente, escuché cómo maldijo por debajo.

Después de recibir las felicitaciones de los invitados, Fernando se acerca a mí para decirme algo.

—Iré por Katia —asiento, sin darle importancia, él sabe que su esposa no es santo de mi devoción, es una mujer hipócrita, falsa.

Escucho su voz detrás de mí.

—Espero que hagas feliz a mi niña, es mi tesoro, Maximiliano, si le haces daño me va a valer todo y me la llevaré lejos y nunca, escúchame bien, nunca la volverás a ver —me amenaza. Lo miro severo.

—Mira Emiliano, no me amenaces, porque el que puede que no vea a Camila seas tú —nos miramos con recelo.

Da media vuelta y se aleja. Resoplo con enojo.

Camila y yo llegamos al lugar de la fiesta, todo está como lo pedí, hicieron un excelente trabajo, me siento satisfecho por todo.

Tomamos asiento en nuestra mesa, los presentes conversan animadamente, ríen entre ellos. 

La veo, se ve hermosa, ese vestido estilo sirena que le mandé a comprar se le mira precioso, tiene un cuerpo muy bonito que cualquier cosa que se ponga se le ve hermoso.

Ruedo los ojos al ver a Fernando con Katia, no sé qué le vio mi primo a esa, él es mucho para ella, pero bueno, cada quien y sus gustos.

Sentí rabia por la forma mordaz en la que se expresó de Camila, al momento de decirme que era bonita.

La forma despectiva en que Katia mira a Camila no pasa desapercibida. La inspecciona de pies a cabeza y, después de presentarse, le lanza una sonrisa falsa cuando vuelven a cruzar sus miradas. Camila retira la mano; se nota que está incómoda.

Después de que se alejan de nosotros, volvemos a tomar asiento y escuché a Cami decir con desdén, “qué tipa”. No pude evitar reír por dentro al ver que la miraba con desprecio.

Camila y yo nos encontramos bailando nuestro vals con la canción que mandé poner, desde que la escuché supe que esa era la indicada para este momento.

Su olor a flores se impregna a mis fosas nasales, cierro los ojos disfrutando del momento, quisiera que el tiempo se detuviera y estar pegado a ella, desearía decirle tantas cosas, que desde que la miré por primera vez en la universidad me robó el corazón. 

Finaliza la canción y los invitados aplauden felices, les esbozamos una sonrisa.

Volvemos a nuestra mesa, Camila se acomoda el vestido y se sienta con delicadeza, toma su copa de Champaña y le da un largo sorbo.

Nos limitamos a mirar hacia el centro de la fiesta, mientras descansamos un momento. Los invitados, la gente importante que nos rodea, se divierten bailando y bebiendo, celebrando nuestra unión.

Se acerca la amiga de Camila y se la lleva a bailar, se toma el vestido y se va con Estheisy.

La veo bailar con sus amigos, sonrío de lado viéndola feliz con ellos. Se nota que es muy querida por ellos, bien dicen que los amigos son la familia que uno escoge.

Veo que me llama mi primo con la mano, me pongo de pie y me acerco a su mesa, donde se encuentran también algunos amigos de nosotros, nos sonreímos amistosamente, mientras tomo una silla para sentarme a lado de mi primo.

Miro a Camila bailar y disfrutar de la música. Su estilo sigue siendo tan hipnotizante como siempre.

—Que bien baila, Camila —susurra Fernando. Asiento, con una sonrisa.

Camila se ve tomada, está bebiendo mucho, y eso no me gusta, voy a estar al pendiente por cualquier cosa. 

Noto que saluda a alguien al voltear observo a cuatro parejas, Camila y Estheisy se acercan a ellos y se saludan con cariño. 

—Camila es muy querida por sus amigos —comenta mi primo, viendo a su dirección.

—Sí, es muy querida —esbozo una sonrisa al verla, amo su sonrisa.

Fernando invita a bailar a Katia. Después de que nuestros amigos se fueron a disfrutar de la música, ella se niega con gesto de desagrado, y yo niego mientras ruedo los ojos con fastidio.

Se me ocurre algo para fastidiarla; sonrío con malicia, seguro de que eso la hará arder de rabia.

Le hablo a la que fue madrina de Camila junto con Fernando y le susurro al oído. Ella me mira y sonríe pícara al ver a mi primo. Se acerca a él, lo toma de la mano y se lo lleva a bailar. Observo que Katia está furiosa al ver a Fernando bailando con la amiga de Camila; sus puños se aprietan con tanta fuerza que hasta sus venas se marcan.

Cruza su mirada conmigo y le devuelvo una sonrisa burlona. Me mira con odio, y yo disfruto cada instante. Si ella quiere amargarse, que lo haga, pero no voy a permitir que amargue a mi hermano.

La fiesta avanza muy bien, todo es alegría. Hanna no suelta a mi primo; está haciendo lo que le pedí.

Ponen banda y noto que uno de los amigos de Camila quiere sacarla a bailar. Me pongo de pie y la tomo de la mano; no voy a dejar que baile con mi esposa.

Sin darnos cuenta, la pista queda sola únicamente para nosotros dos. La gente graba, y yo disfruto de estar a su lado.

Al finalizar la segunda canción que bailamos, nos observamos un momento, bajo la mirada a sus rosados labios que se me antojan tanto besar, «aguántate, no caigas en la tentación aún».

*** 

Estoy por salir a mi auto cuando la escucho a hablar con los amigos.

—Es que todo es muy raro, o sea, no sé, ¿De verdad nunca lo has visto, no sé de alguna parte y no recuerdas? —le pregunta, Estheisy creo.

—No, no lo conozco, lo recordaría —responde, asomo la cabeza y observo que deja salir un pesado suspiro.

«Sí, supieras que estudiamos en la misma universidad, que fui yo quien te dio el billete que se te cayó una mañana en la cafetería». Suspiro y me acomodo el saco.

Al salir los veo abrazados, puedo notar a Camila con sus ojos llorosos, se hacen a un lado para dejarme pasar, ya que están cerca de mi convertible, abro la cajuela para guardar algunas cosas que nos dieron.

Escucho que se despide de los muchachos, veo de reojo que el que le dijo girasol le da un beso en la cabeza, toma de la mano a su chica y se alejan. Veo a Camila adentrarse al jardín, cierro la cajuela y abro la puerta del conductor y tomo el abrigo blanco que le había comprado.

Al entrar la veo con la botella de whisky vacía, y riéndose, niego. Me acerco, le pongo el abrigo, y la levanto.

Ella se enfurece y avienta el abrigo al suelo, puedo ver a unas cuantas personas que nos observan, resoplo para tranquilizarme, levanto el abrigo y se lo acomodo.

—Está muy frío, Camila y las personas nos miran —Le hablo tranquilo.

—¡No me importa que sepan que tú! —La levanto y la subo a mi hombro, no me importa ya nada, no los golpes que me da en la espalda, lo que quiero es sacarla de aquí y protegerla del frío.

Adentro del carro me sigue golpeando, pero ahora en el pecho, está sacando toda su ira que siente por mí, con palabras.

Suelto un suspiro exasperado, la tomo del rostro y la beso apasionadamente. Ella lucha, pero la sostengo por la cintura. Deja de resistirse y corresponde al beso, acariciamos nuestras lenguas, sintiendo la humedad de sus labios.

Me separo de ella y me doy cuenta de que desea más de mí, pues aún tiene los ojos cerrados, esperando por más, sonrío cínicamente con soberbia, cuando al fin los abre nos miramos fijamente, sus mejillas se encuentran calientes y su respiración acelerada.

«Aunque lo niegues, sé que te gusto. Vas a amarme, Camila, igual o más que yo a ti».

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