Valentina Suárez era la esposa del jefe de la mafia en Manhattan, Nueva York. Llevaba dos años casada con Adrián Herrera, pero él jamás la había tocado. Una noche, de manera inesperada, Valentina descubrió cómo el hombre liberaba sus deseos con la voz de otra mujer. Esa mujer no era otra que su hermana adoptiva, Ailén Suárez, la ex prometida de Adrián. A los dieciocho años, un informe de prueba de paternidad cambió por completo el destino de ambas. Valentina era la verdadera heredera, la hija biológica que había sido cambiada y abandonada en Italia, mientras Ailén usurpaba su lugar como impostora adoptada por la familia Suárez, disfrutando del amor y la gloria que nunca le pertenecieron. Al ser devuelta a la familia, Valentina ocupó el lugar de Ailén y se convirtió en la esposa de Adrián. Pero Adrián solo la había desposado para vengarse de la heredera que, según él, había destruido la vida de Ailén. Incluso la supuesta deuda de vida que tenía con ella resultó ser una mentira. Cuando conoció toda la verdad, Valentina decidió marcharse sin dudarlo. Y fue solo después de su desaparición definitiva que ese hombre, frío y contenido, enloqueció por completo.
Leer másValentina se detuvo en seco.¿Adrián… muerto?Puerto Viejo, Costa Este. Panteón familiar.Valentina se plantó frente a la lápida de granito negro, mirando fijamente la foto de aquel hombre de traje, con ceño frío y severo. Su expresión era indescriptible.Jamás pensó que, medio año después de aquella despedida, ya no tendría otra oportunidad de verlo en vida.A su lado, su madre adoptiva la observaba en silencio antes de murmurar:—Valentina, ¿me culpas? Aquella vez vinieron desde Chicago, dijeron que Adrián tenía cáncer y que solo aceptaría el trasplante si tú le dabas un hijo.—Pero como dijiste que no querías saber nada de él, fui yo quien bloqueó el mensaje… Si me culpas, que sea a mí.Valentina volvió en sí y esbozó una leve sonrisa.—Mamá, no lo pienses. Que viviera o muriera era su elección, no mi deuda.Su madre vaciló, luego preguntó en voz baja:—¿Y si te lo hubiera contado?—Tampoco lo habría ayudado —lo interrumpió Valentina con calma.—La vida es suya, no una cadena para a
A la mañana siguiente, en Italia.Valentina Suárez apenas se había levantado cuando vio entrar a su madre adoptiva, con el rostro algo complicado.—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó levantando la cabeza.La mujer dudó unos segundos antes de decir en voz baja:—Desde Chicago me enviaron un mensaje. Es de Adrián Herrera, me pidió que te lo transmitiera.Valentina se sorprendió, pero enseguida respondió con frialdad:—No quiero escucharlo.Su madre la miró fijo.—¿Estás segura?La verdad, cuando lo oyó por primera vez también le pareció absurdo:Adrián estaba enfermo, cáncer en fase terminal. El médico sugirió un trasplante con células madre, pero él había dicho que, a menos que Valentina aceptara darle un hijo, no se trataría.Una especie de chantaje, poniendo su vida en la balanza para obligarla a volver.En un inicio, la madre quiso callarlo, pero después de pensarlo abrió la boca:—Esto tiene que ver con una vida. ¿De verdad no quieres saber?Valentina no dudó ni un instante.—Ya lo dije, no
Aquel año, muy pocos supieron la verdad del secuestro.Al principio fue un secuestro simulado, un montaje planeado por él mismo. Pero la información se filtró.Las familias enemigas se enteraron y enviaron forajidos de verdad, quienes eliminaron a los actores contratados y se llevaron tanto a Ailén como a Valentina.Esa gente no eran simples matones, sino criminales desesperados. En cuanto el señor y la señora Suárez vieron la situación, renunciaron de inmediato a Valentina, solo querían salvar a Ailén.En aquel momento, la vida de Valentina pendía de un hilo. Los forajidos ya estaban listos para matarla.Al final fue Adrián Herrera quien, bajo la lluvia de balas, irrumpió en el lugar. Casi perdió la vida, pero logró sacarla con vida.Al recordar aquella noche, Adrián quedó absorto.Durante todos estos años se preguntó más de una vez por qué arriesgó tanto.Se dijo a sí mismo que fue por responsabilidad, por cerrar el montaje… Porque si Valentina hubiera muerto en ese secuestro, no sol
—¿Qué dijiste? —el rostro de Adrián Herrera se desfiguró.El médico tragó saliva, forzándose a explicar todo lo sucedido aquella noche.—Jefe, no es que yo no quisiera decírselo… yo solo obedecía órdenes…Adrián ya no escuchaba nada. Retrocedió tambaleante.¿Valentina… ya había decidido escapar desde entonces?No tuvo otra salida más que esperar frente a la finca de la Familia De Vero.Allí permaneció tres días y tres noches, sin cerrar los ojos.Por fin, el día en que Valentina y los suyos se preparaban para volar de regreso a Italia.La pareja De Vero quiso ordenar a los guardaespaldas que lo echaran, pero Valentina alzó la mano para detenerlos.—Yo me encargo.Caminó hacia Adrián.El hombre, con la cara cubierta de barba incipiente y los ojos enrojecidos, murmuró:—Valentina…—Ya no sigamos peleando, ¿sí? Reconozco mis errores. De ahora en adelante te trataré bien… no te vayas.En estos días, le había dado mil vueltas al asunto y solo halló una explicación: era porque nunca la había
El llanto de Ailén se cortó de golpe.Quien realmente había entrado en la montaña para salvar a Adrián Herrera fue Valentina.En aquel momento, Valentina perdió el conocimiento, y Ailén aprovechó el caos para apropiarse de todo el mérito.Ni siquiera sabía bien lo que había pasado en el bosque. Solo oyó al médico decir que Adrián tenía heridas de caída, y por su cuenta dedujo que lo habían rescatado de un acantilado.—Yo… solo me equivoqué al decirlo —balbuceó nerviosa.Adrián entrecerró los ojos.—Respóndeme: aquella noche, ¿con qué bestia nos topamos?El corazón de Ailén dio un brinco.—Yo… yo no vi ninguna bestia…El rostro del hombre se heló. Aunque había estado inconsciente, recordaba perfectamente haber oído el rugido de un oso y disparos.Entonces, conmovido por el supuesto “favor” de Ailén, nunca se detuvo a pensar en los detalles.Pero ahora, al recordarlo, resultaba evidente: con la cobardía de Ailén, ni siquiera habría resistido el ver un oso, mucho menos salvar a alguien.E
El salón entero se congeló.Ailén fue la primera en reaccionar, exclamando con voz temblorosa:—¿Los padres adoptivos de Valentina… son de la Familia De Vero?La señora De Vero por fin levantó la cabeza, con una mirada fría como cuchillo.—¿Padres adoptivos? Para nosotros, Valentina siempre ha sido nuestra hija legítima de la Familia De Vero.Los compinches de Adrián Herrera se quedaron pálidos, recordando todas las veces que se habían burlado de Valentina llamándola “pobretona”, “chusma”.—Valentina… aquello fue solo por hablar de más, ¡no lo tomes en serio!—Sí, sí, éramos jóvenes y estúpidos, ¡no fue con mala intención!Reían nerviosos, inclinando la cabeza en falso arrepentimiento.Valentina ni siquiera habló. Fue la voz de su madre, la señora De Vero, la que retumbó en el aire:—Quien comete una falta debe pagar el precio.La atmósfera volvió a helarse.Ella clavó la mirada en aquellos hombres, sin piedad:—Ustedes, vengan con sus padres a pedir perdón en persona. Y si no lo hacen
Último capítulo