De pronto sonó el teléfono: era la madre de Valentina.
—¡Adrián! ¿Dónde estás? ¡Ailén intentó suicidarse con pastillas!
La mano de Adrián se tensó alrededor del móvil. Inspiró hondo y ordenó al asistente:
—El avión se mantiene en orden. En una hora voy al aeropuerto.
—Entendido. ¿A qué ciudad de Italia volamos?
Adrián guardó silencio unos segundos.
Entonces se dio cuenta: jamás había prestado atención a la dirección exacta de Valentina en Italia.
Tal vez lo había mencionado, pero él nunca lo tomó en serio.
La irritación le subió a la cabeza.
—Revisa todos los vuelos a Italia de hoy. Quiero saber en qué ciudad aterrizó.
—Sí, señor.
***
Cuando llegó al hospital, la habitación era un caos.
Ailén sollozaba desgarrada en la cama.
—¡Prefiero morir de una vez!
El padre de Valentina gritaba furioso:
—¿Qué pretende esa Valentina? Primero romper lazos, luego pedir el divorcio, ¡ahora todos dicen que la maltratamos!
La madre de Valentina soltó una risa helada:
—Todo lo hace para dar lástima. ¡Una