El llanto de Ailén se cortó de golpe.
Quien realmente había entrado en la montaña para salvar a Adrián Herrera fue Valentina.
En aquel momento, Valentina perdió el conocimiento, y Ailén aprovechó el caos para apropiarse de todo el mérito.
Ni siquiera sabía bien lo que había pasado en el bosque. Solo oyó al médico decir que Adrián tenía heridas de caída, y por su cuenta dedujo que lo habían rescatado de un acantilado.
—Yo… solo me equivoqué al decirlo —balbuceó nerviosa.
Adrián entrecerró los ojos.
—Respóndeme: aquella noche, ¿con qué bestia nos topamos?
El corazón de Ailén dio un brinco.
—Yo… yo no vi ninguna bestia…
El rostro del hombre se heló. Aunque había estado inconsciente, recordaba perfectamente haber oído el rugido de un oso y disparos.
Entonces, conmovido por el supuesto “favor” de Ailén, nunca se detuvo a pensar en los detalles.
Pero ahora, al recordarlo, resultaba evidente: con la cobardía de Ailén, ni siquiera habría resistido el ver un oso, mucho menos salvar a alguien.
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