—¿Qué dijiste? —el rostro de Adrián Herrera se desfiguró.
El médico tragó saliva, forzándose a explicar todo lo sucedido aquella noche.
—Jefe, no es que yo no quisiera decírselo… yo solo obedecía órdenes…
Adrián ya no escuchaba nada. Retrocedió tambaleante.
¿Valentina… ya había decidido escapar desde entonces?
No tuvo otra salida más que esperar frente a la finca de la Familia De Vero.
Allí permaneció tres días y tres noches, sin cerrar los ojos.
Por fin, el día en que Valentina y los suyos se preparaban para volar de regreso a Italia.
La pareja De Vero quiso ordenar a los guardaespaldas que lo echaran, pero Valentina alzó la mano para detenerlos.
—Yo me encargo.
Caminó hacia Adrián.
El hombre, con la cara cubierta de barba incipiente y los ojos enrojecidos, murmuró:
—Valentina…
—Ya no sigamos peleando, ¿sí? Reconozco mis errores. De ahora en adelante te trataré bien… no te vayas.
En estos días, le había dado mil vueltas al asunto y solo halló una explicación: era porque nunca la había